La Inquisición o Santa Inquisición nació para preservar el orden establecido -de la iglesia y del propio estado- y se dedicó con denodado ahínco a la supresión de lo que consideraban herejías. La cuestión era castigar al diferente y a todo aquel que osara usar el libre pensamiento. La actividad del Santo Oficio funcionó durante años persiguiendo primero a judíos y luego a conversos sin olvidarse de los protestantes ni de los moriscos, ni su frenética actividad contra la brujería y las supersticiones, y por supuesto contra la homosexualidad.
Más de 350.000 fueron asesinadas y muchísimas más sometidas al control inquisitorial. Su última víctima se produjo en 1826. Un maestro de escuela valenciano, Cayetano Ripoll, fue ahorcado por no comulgar con las doctrinas de la iglesia. Fueron más de 300 años de insulto a la inteligencia de las personas y de persecución del discrepante.
Dicen que la Inquisición fue definitivamente abolida el 15 de julio de 1834. Después de lo sucedido el viernes 28 de febrero en el pleno del Ayuntamiento de Barcelona, lo dudo. Algunos han revivido una parte de aquello que configuró la leyenda negra de España, que tenía mucho de negra y poco de leyenda, porque fue sobre todo realidad.
El consistorio se reunió para debatir la idoneidad de entregar la medalla de oro de la ciudad a la actriz, Loles León. Fue un día simplemente de vergüenza para los barceloneses porque no se debatió sobre la idoneidad de la concesión, sino que Junts, ERC, PP y Vox se convirtieron en tribunal inquisitorial y castigaron al diferente.
Nada podían decir de la profesionalidad de Loles León y prefirieron atacarla por lo que piensa. ERC, es una actitud más que penosa y que poco tiene que ver con ser de izquierdas, se unió a Junts para vetar a una colona, botiflera y charnega como León. Añadiría “españolaza”, como califica Javier Cercas a Melchor Marín, el mosso protagonista de la saga Terra Alta.
Argumentaron que León está en contra del catalán. No señores y señoras, está en contra de una forma de entender la lengua. Está en contra de marginar a los catalanes que tienen la osadía -y no olviden también el derecho- de usar sus lenguas. Ya sea el catalán o el castellano. No ponían tantos peros Joana Ortega, Neus Munté o Jordi Martí cuando acudían a la Feria de Abril con intención de arañar algún voto.
Y que decir de los republicanos que en su afán de tener más pedigrí que Junts se olvidan de que hubo un tiempo que decían “Súmate” al procés aunque hables en español. No votaron contra Loles como profesional, votaron contra Loles porque representa lo que les jode: al catalán no independentista que no considera el bilingüismo un problema, sino una riqueza.
El tribunal inquisitorial “indepe” tuvo unos aliados de raza. Tampoco votaron contra Loles porque pusieran en duda su profesionalidad sino porque había tenido la desfachatez de decir que es de izquierdas, algo que los aprendices del trumpismo no son capaces de digerir. “Muerte a la inteligencia, Viva la muerte”, dijo aquel sinrazón de Millán Astray.
Con otras formas la derecha y la extrema derecha municipal lo reprodujeron con entusiasmo de la mano del independentismo, del de derechas y del que simula ser de izquierdas. Les costó tomar una decisión. Vox votó primero a favor, el PP se reservó el voto. Al final votaron al unísono pensando en esa España homogénea, que por mucho que se empeñen tampoco existe.
Como la cosa lo merecía, TV3 se hizo eco de la noticia con ese pseudoperiodismo que mira la realidad desde una ventana estelada, haciendo un flaco favor a la profesión y a la televisión pública.
La televisión de todos, por cierto. Quizá los señores y señoras de Junts y ERC deberían haberse mirado en Salvador Illa que otorgó la Creu de Sant Jordi a Josep Lluís Carod Rovira.
Nadie se rasgó las vestiduras porque los galardones institucionales no se dan a quién piensa como tú, sino a aquellos que han hecho de Cataluña una sociedad diversa y plural. Algo que no han tenido en cuenta los nuevos inquisidores que hicieron del 28 de febrero un triste día para los librepensadores de Barcelona.
Espero que el president tome nota e incluya a Loles León en la Creu de Sant Jordi de 2025. Sería una buena forma de restituir la autoestima en muchos ciudadanos que nos identificamos con ella.