Caras de satisfacción, del gobierno de Catalunya y del Ayuntamiento de Barcelona. Las medidas surten efecto, dicen. Y el precio del alquiler se ha contenido o, incluso, ha bajado en el último año. ¿De verdad?

Según las cifras exhibidas el alquiler ha bajado en la ciudad un 6,4% en el último año, gracias a la regulación de la Generalitat, con la limitación de precios en zonas tensionadas. En el conjunto de Catalunya la reducción es algo menor, del 3,7%. Sin embargo, la impresión no es esa. Dependerá de las cifras de las que se partan, de la evolución de los últimos años.

Porque esa regulación también ha provocado que se reduzca la oferta de viviendas en alquiler. Un 80% menos que en 2020. Esa es la realidad.

Todo depende de cada experiencia personal, claro, aunque pueda haber un baremo más o menos objetivo. La cuestión es la que relata Metrópoli este domingo. Y es que el precio del alquiler en Barcelona se ha disparado más de un 50% desde 2015, y ha pasado de unos 608 euros de media a 933 euros. Lo indica un informe de CCOO, exhaustivo, que muestra cómo cualquier medida paliativa sirve de poco, porque el problema es mayúsculo.

Y es que el salario medio no ha crecido en la misma proporción. Sí ha subido, pero ha sido de un 18% en la última década: casi tres veces menos que el precio del alquiler.

Por tanto, las medidas que se adoptan son de escasa incidencia. Que un alquiler suba algo menos que la inflación ya sería una buena noticia, pero es que el incremento ha sido tan notable que la alegría de ese 6,4% no se puede justificar.

Todo pasa por incrementar la oferta, por inundar el mercado de viviendas, ya sea para el alquiler o la compra, ya sea en el mercado libre o de vivienda protegida. La pregunta que surge es si, realmente, eso es lo que desea el conjunto de la población.

Barcelona es una ciudad relativamente pequeña, con un enorme ejército de propietarios, que, aunque no lo verbalicen, no tienen mucho interés en que se construya. Sus viviendas perderían valor. Y el arrojo de los gobernantes guarda una estrecha relación con la necesidad de contentar a sus potenciales votantes.

Hay promociones de viviendas en marcha en Barcelona. El alcalde Jaume Collboni las cita en cada una de sus intervenciones públicas. Pero es que para bajar los precios, para hacerlos accesibles en función de los salarios medios existentes, la construcción debería ser masiva.

Y ni hay espacio ni un impulso jurídico y político que la facilite.