Cuando vemos algún thriller británico por televisión (serie o largometraje), casi siempre nos topamos con una secuencia en la que el policía de turno pregunta a sus subordinados si hay imágenes del crimen que están investigando. “CCTV?”, pregunta, sucintamente, el señor inspector. No hace falta decir más. CCTV son las iniciales de Closed Circuit TeleVision (Televisión de Circuito Cerrado) y Londres es la ciudad con más cámaras del mundo, casi un millón, lo que permite colocar más de 1.500 por milla cuadrada.
Barcelona tiene ciento y pico y está pensando seriamente en ampliar la dosis a 500. Eso pretende Albert Batlle en vista de que los delitos violentos crecen de manera preocupante en nuestra ciudad, lo cual obliga a tomar alguna medida. O, por lo menos, a decir que habría que tomarla, dado que las cosas de palacio van despacio y las de la chusma y la delincuencia aún más.
En Barcelona lo de las cámaras de vigilancia siempre ha suscitado las quejas de las muchas almas bellas que habitan entre nosotros y que sostienen que esa vigilancia constituye una insoportable intromisión en la vida privada de los ciudadanos.
A mí, la verdad, no me lo parece. No hay que llegar a esos extremos, tan del gusto de los chinos, que permiten identificar a todos los seres humanos que deambulan por Pekín, pero no veo intromisión alguna en colocar cámaras que luego puedan servir para reconstruir algún delito y ayudar a que se practiquen detenciones. Sí, de acuerdo, siempre hay el riesgo de que se te vea al fondo de las imágenes en actitud cariñosa con una mujer que no es la tuya, pero es poco probable que la policía se las envíe a tu parienta para buscarte la ruina (y en caso de ser así, tú te lo has buscado por adúltero lascivo).
Considero que nuestras almas bellas son particularmente tiquismiquis con la CCTV. Todavía no se han manifestado con respecto a las intenciones del señor Batlle, pero no creo que tarden mucho en hacerlo. Intuyo que los primeros serán los de la fundación Iridia, siempre tan preocupados por la suerte de los delincuentes (no olvidemos que una de sus fundadoras fue la madre de Rodrigo Lanza, el antisistema que dejó parapléjico a un guardia urbano y asesinó a un señor en Zaragoza por llevar unos tirantes con los colores de la bandera española, sujeto defendido y hasta promocionado por Jaume Asens, que jamás ha pedido disculpas al respecto).
Y si no, se encargará del asunto alguna otra asociación bienintencionada de esas que viven en los mundos de Yupi.
El ayuntamiento siempre ha insistido en que el incremento de la delincuencia violenta en Barcelona no pasaba de ser una percepción de la población, que, al parecer, se quejaba de vicio. Pero llevamos ya cierto tiempo leyendo en la prensa historias de crímenes en nuestra ciudad que hasta ahora no eran comunes y corrientes.
Todo lo que contribuya a poner coto a tanto tiro y tanto machetazo será bienvenido. Y la consagración entre nosotros de la CCTV británica sería una primera contribución a mejorar el estado de las cosas. Seguida, a ser posible, por el incremento de efectivos policiales en nuestras calles, pues aún sigue siendo muy complicado detectar en ellas a un guardia urbano o a un mosso d'esquadra.
No se trata de caminar hacia el estado policial, sino de utilizar todas las herramientas a nuestro alcance para mejorar la seguridad en Barcelona. Y si aparezco al fondo de alguna imagen hurgándome concienzudamente las fosas nasales o rascándome el culo, ¿qué se le va a hacer?