Hay dos cuestiones que atañen al área metropolitana de Barcelona, en función de la perspectiva que se tome. La primera guarda relación con su gobernanza. La segunda sobre qué se quiere hacer y cómo se pretende actuar sobre los municipios que la comprenden. Es decir, ¿es necesario una Gran Barcelona que pueda agrupar a 5,5 millones de habitantes, con la primera y la segunda corona metropolitana en su seno? En ese caso, ¿qué debería hacer el gobierno de la Generalitat?, ¿qué le quedaría por ‘coordinar’?

Se puede analizar la situación, en cambio, desde el propio gobierno autonómico. ¿Puede ser el presidente de la Generalitat, --hoy el socialista Salvador Illa—el verdadero gran alcalde del área metropolitana?

Esa es la clave: la necesaria ayuda y atención de la Generalitat hacia el área metropolitana, con una densidad de población enorme, que debe atender numerosos retos, con notables complicaciones. Claro que Catalunya es más que esa zona urbana. Pero gracias a la Gran Barcelona el resto del país podrá tener oportunidades de desarrollo.

En el Ayuntamiento de L’Hospitalet han comprobado las diferentes visiones de la Generalitat sobre esa gran mancha urbana. Lo señala este domingo su alcalde en una entrevista en este medio. Lo que ha cambiado es la “voluntad política” para llegar a acuerdos, para ofrecer más medios con el objeto de reducir la inseguridad ciudadana.

“Ahora hay voluntad política”, dice el alcalde de L’Hospitalet, David Quirós. Puede ser triste, se dirá que no ha sido así, pero esa ayuda desde el Govern hacia una ciudad –la segunda de Catalunya—con la densidad de población de las más altas de Europa, se produce porque el color político es el mismo. Coincide. Pero no debería ser así.

El ‘sí se puede’ del Govern de Illa es una evidencia. Los agentes de los Mossos d’Esquadra se movilizan cuando se los necesita, estén a más o menos distancia de la ciudad. Detrás está la consejera de Interior, Núria Parlon, que fue alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, otra ciudad importante con enormes problemas.

Porque, ¿se obstaculizaban los acuerdos en el ámbito de la seguridad, de la educación o el sanitario entre la Generalitat y L’Hospitalet debido a que la alcaldesa era socialista, Núria Marín, y llevaba demasiado tiempo en el cargo?

Los partidos nacionalistas que gobernaron en el pasado reciente, Esquerra Republicana y Junts, rechazarán esa interpretación. Pero lo cierto es que nunca se han acabado de creer lo que supone el área metropolitana. Ningún territorio tiene los votos asegurados para una determinada fuerza política. Pero los apoyos electorales se consiguen a través del trabajo y la constancia de los dirigentes que los pelean.

Puede que en el futuro inmediato tanto Junts como Esquerra gobiernen ciudades como L’Hospitalet. Sería la clara demostración de que han conseguido la confianza de sus ciudadanos a través del esfuerzo y la defensa de una relación más estrecha y equitativa entre el Govern de la Generalitat y el municipio.

Lo que ha pasado, sin embargo, es que ha llegado un Govern –sin mayoría, hay que recordarlo y con muchos problemas para sacar adelante políticas concretas—que entiende que la segunda ciudad de Catalunya no puede quedar desatendida.

Lo que pase en L’Hospitalet en los próximos años será determinante para todos: hay problemas de vivienda, un parque inmobiliario envejecido, un choque cultural enorme, con inmigrantes de todos los rincones del mundo, y problemas educativos, con colegios públicos muy penalizados por las matrículas vivas.

Ahora “hay voluntad política” para cambiar situaciones. Esa voluntad debería existir siempre: el territorio es uno. Y se debería gobernar para todos.