El Poblenou de Barcelona ha sido invadido por una plaga de bares especializados en café artesanal que tratan de satisfacer las necesidades de consumo de ciertos turistas que se instalan en la zona. Esos que andan con el portátil bajo el brazo y viven entre el teletrabajo y el ocio.

El impacto de esta nueva tendencia, prima lejana de la cadena Starbucks que deslumbró hace años a los amantes del café y el merchandising de estilo yankee, ha despertado las quejas de vecinos y comerciantes. Unos porque ven amenazado el estilo de vida del barrio, mientras que para los otros es su propio negocio el que está en peligro.

Ahora son baristas y hasta hace un minuto han sido las cadenas de macropanaderías que penetraron en la oferta hostelera por la puerta de atrás, incumpliendo en muchos casos la normativa laboral del sector, incluso entrando en el negocio del catering. En otros momentos, fueron ofertas menos agresivas, como las tiendas de carcasas para móviles, el arreglo de uñas, la venta de vapeadores o de teleoperadoras. Modas del monocultivo en busca del dinero rápido.

Como apunta el título, cada uno es muy libre de establecerse allí donde quiera, también de equivocarse y perder la inversión. Otra cosa es negarle al Estado, a la Administración local en este caso, la capacidad y el deber de intervenir para equilibrar las ineficiencias del mercado.

El Ayuntamiento ya ha aprobado un plan específico de ordenación urbanística para Sant Martí. Se trata de evitar las consecuencias negativas de esas tendencias efervescentes en los negocios, enfocadas a una parasitación que usa como huésped a la economía turística.

Llegan y pasan, dejando unos efectos profundos sobre el mapa urbano que luego deben asumir sus habitantes; eso en el caso de que el impacto no los haya expulsado antes a través de los precios o de la incomodidad del tráfico y los ruidos.

Es algo parecido a lo que trata de hacer el consistorio con las viviendas de uso turístico y la Generalitat con los contratos de temporada, teóricamente dirigidos a los mismos expats de las cafeterías cinco estrellas del Poblenou, pero que no han hecho otra cosa que desplazar los contratos de alquiler residenciales con malas artes.