Barcelona lidera los robos con violencia en España. Catalunya es una de las tierras donde se registran más robos en el campo. Y la huerta de Barcelona, en el Baix Llobregat, es la más saqueada.

El más que fallido concejal de seguridad, Albert Batlle, ya no convence al sector del comercio ni al lobby Barcelona Oberta. Y en el vecindario rural, la alcachofa es lo más robado. 

Los ladrones de ciudad van a pie, en moto, bicicleta o monopatín. Los de campo “vienen en coches de lujo y se llevan la cosecha”, denuncia en este diario Mauri Bosch, agricultor de Viladecans.

La organización agrícola española Asaja va más allá: “Se roban tractores, maquinaria, herramientas, gasóleo, cobre, canalizaciones, cosechas, colmenas, terneros, ovejas, cerdos… 

Calculan que en el campo español se cometen más de 20.000 robos anuales. En el Baix Llobregat ya han rapiñado más de una tonelada de alcachofas. Al por mayor, las bandas organizadas. Al detall, ciclistas, excursionistas y paseantes.

El año pasado la Guardia Civil detuvo a tres mil ladrones rurales. En el Baix Llobregat no hay Guardia Civil. La Diputación de Barcelona, responsable del Parque Agrario, deja la insuficiente vigilancia en manos de una empresa privada.

Tanto en la seguridad pública como en la privada, la legislación no protege a los afectados. Los delincuentes sólo son acusados de hurtos y pequeños robos, o soltados por falta de pruebas. 

En Andalucía los robos han obligado a cerrar explotaciones agrarias. En el Baix Llobregat, Bosch vaticina: “lo que va a desaparecer es la actividad agrícola profesional”.

Aquí y allá, piden más vigilancia y penas más duras para los rateros. En Catalunya aún esperan ayudas económicas de la Generalitat. Pero “la Administración se hace trampas al solitario”.  

Ya en la antigüedad clásica, Esopo escribió la fábula El Ratón de Campo y el Ratón de Ciudad. Sus enseñanzas y sus moralejas pueden aplicarse a los rateros rurales y a los rateros urbanos.

Según los diccionarios, los rateros son “ladrones que hurtan con maña y cautela cosas de poco valor”. No obstante, entre sus sinónimos aparecen los adjetivos: “Bajo, vil, despreciable”.

Igual los que roban al por mayor como los que lo venden a restaurantes llamados de proximidad. 0 los que se llevan tres o cuatro alcachofas a casa. Son especies dañinas en las calles y en las huertas. 

La moraleja de Esopo es que más vale una vida campestre modesta en paz y sosiego que los lujos, peligros y preocupaciones de la vida urbana. Y no siempre el que más tiene es el más feliz.

El problema es que los atractivos del campo y los de la ciudad son iguales para las personas honradas que para los malhechores. Y la inseguridad en las zonas campestres puede degenerar en crímenes que han sido históricos.

Trece de ellos los han recopilado Estela Cebrián y Virginia de la Cruz en el libro Crimenes rurales (RBA, 2025). Van desde un monte andorrano hasta un cortijo sevillano. Es la tendencia que se llama   Rural Terror.

Si en algunos casos se mató por un manojo de cebollas, cabe desear que no pase nada igual por cuatro alcachofas.