La alineación ideológica entre el Palau de la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y la Moncloa puede facilitar la solución de algunos problemas pendientes, como es el caso del impasse en el que había entrado la ampliación del aeropuerto de El Prat.
El hecho de que un militante del PSC con experiencia en el sector privado y en el público esté al frente de Aena, la empresa cotizada y de mayoría estatal que gestiona los aeropuertos, también ayuda.
Pero puede que el factor determinante que ha hecho posible el paso adelante que ha dado la Generalitat tenga más que ver con la cultura de los gobiernos en minoría a los que España empieza a acostumbrarse.
Las difíciles negociaciones entre la minoría mayoritaria y sus apoyos externos para cualquier proyecto suponen un riesgo de paralización de la gestión de gobierno, como vemos tan a menudo en los tres ámbitos de la Administración. Pero, en paralelo, esos equilibrios imposibles también son un acicate para que los gobernantes decididos asuman riesgos. Es lo que vimos ayer en Barcelona en relación a El Prat.
Con demasiada frecuencia la posición progre está en la inacción, en ampararse en las excusas ideológicas para huir de la apuesta y de las críticas. La izquierda ha caído en esta trampa desde hace años, y por eso es de agradecer que alguien se defina, defienda una decisión concreta y valiente asumiendo los costes que ello suponga.
El presidente de la Generalitat presentó ayer el proyecto de ampliación aeroportuaria insistiendo en que se trata de una decisión técnica, pero en realidad lo que se conoció fue el detalle de una decisión política y económica que deja la pelota de la respuesta y la colaboración en el tejado de una oposición reducida a una enorme minoría.
Ahora es inútil responder al envite con lugares comunes del estilo de “queremos una Aena catalana” o los revolucionarios de “daremos la batalla hasta el fin por defender el ecosistema”, como si la misma agricultura que ha permitido sobrevivir a nuestra especie sea otra cosa que una alteración profunda del equilibrio de la naturaleza.
Hay algo en el ambiente que deja ver la inconsistencia en que han caído los argumentos contra la modernización/ampliación del aeropuerto, una endeblez de la que los mismos partidos "radicalmente" opuestos son conscientes pese a que aún se atengan al guion vacío y desgastado. La cultura del no ha muerto o, por lo menos, no respira.