El calendario, a veces, es cruel. Este lunes lo fue con Jaume Collboni. El alcalde de Barcelona acudía al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza a presentar su balance de ecuador del mandato en Madrid. Y lo hacía en medio del tsunami político provocado por las revelaciones de la UCO. Con la sombra de Koldo, Ábalos y Santos Cerdán sobrevolando inevitablemente la sala, Collboni defendió su condición de socialista y las deudas contraídas con el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero también dejó clara su voluntad de trascender las siglas socialistas para ser, ante todo, alcalde de Barcelona.
Cuando el suelo se abre bajo sus pies, los socialistas catalanes suelen volver a su mejor referente, el alcalde Pasqual Maragall -del president Maragall conservan una memoria más controvertida-. Es lo que hizo Collboni este lunes al reclamar la unidad de las ciudades y defender su buena relación institucional con el primer edil de Madrid, José Luis Martínez Almeida.
Una comprensión de la competencia bien entendida que se aleja de los nacionalismos -tanto el catalán como de ese cierto nacionalismo madrileño que parece empeñada en construir Isabel Díaz Ayuso- y que le llevaba a concluir su conferencia con una frase para la reflexión: “Si hace 25 años alguien dijo ‘Madrid se va’, -ese alguien fue el propio Maragall- hoy decimos, Barcelona ha vuelto”.
Collboni se alienaba así a la perfección con el discurso de Salvador Illa, que hace apenas unas semanas protagonizaba una intervención similar en Madrid para anunciar que Cataluña ha vuelto. Collboni e Illa, Illa y Collboni. El binomio del nuevo poder del PSC que ve con aprensión la crisis abierta en el Gobierno y el PSOE, del que ambos son deudores.
Proyectos como la ampliación de El Prat, la mejora de la red de Rodalies o las políticas de vivienda que abandera el alcalde de Barcelona no se podrían plantear con un Gobierno de PP y Vox, y lo saben. Pero la crisis reputacional provocada por los audios de Koldo García aconsejan alejarse de la órbita de Pedro Sánchez, aunque sea con una encendida defensa de su obra de gobierno como la realizada por Collboni en el Thyssen.
El PSC de Illa y Collboni representa un poder más frágil, lejos de las mayorías municipales de los socialistas catalanes de otros tiempos. Pero ha tomado la Plaza Sant Jaume con la experiencia acumulada de las coaliciones -propias y extrañas- y los ejercicios de geometría variable de los últimos años, imprescindibles en la política actual.
Quizá por eso ambos han optado por acomodarse a los gobiernos en minoría, pero en solitario, y hacer bandera de su decisión política para sacar a Barcelona y Cataluña de la “década perdida”.
“Barcelona ha vuelto porque ha vuelto a creer en sí misma y ha decidido decir sí a los proyectos y oportunidades” proclamaba este lunes el alcalde de la capital catalana, confundiendo intencionadamente la parálisis política provocada por el procés con la herencia de Ada Colau. Lo hacía enumerando proyectos “bloqueados durante años” como el futuro Museo Carmen Thyssen en el antiguo Cine Comedia. Pero también esas nuevas infraestructuras que tienen la ciudad al borde del colapso pero que son imprescindibles para garantizar la conectividad metropolitana, como las obras del metro en la calle Urgell.
Una presentación en sociedad en la que Collboni no se olvidó de la política con mayúsculas. Esa que crea relato y va más allá de la gestión del día a día, por importantes que sean la seguridad y el acceso a la vivienda. El alcalde quiere recuperar el orgullo barcelonés, y puesto que no es la capital de un estado, propone esas capitalidades alternativas, en cultura, ciencia o tecnología, que permitan a Barcelona volver a descollar. Volver a ser referente pese a no ser capital. Ese es el reto.