Un tema de Ilegales, una banda icónica de los años ochenta, dejaba constancia de la desesperación del momento: Agotados de esperar el fin… Era el título, además, del segundo álbum del grupo liderado por Jorge Martínez. Hay que escucharlo de nuevo, cuando se alarga esa ‘a’ de “agotados”.

Esa sensación la comienzan a tener los miembros del grupo de Junts en Barcelona. En las asambleas locales reina el desconcierto, porque todo depende de Carles Puigdemont y éste no quiere entrar al trapo. No quiere saber nada hasta que, una vez resuelva la cuestión por parte del Tribunal Constitucional, tenga todas las garantías para volver a Catalunya. Y eso queda, todavía, lejos en el horizonte. Ese es el mensaje que ha trasladado a los suyos.

Agotados de esperar a Puigdemont, porque las convicciones entran en una densa niebla, y nadie es capaz de afirmar con autoridad que sigue siendo la mejor baza para el partido. ¿Suma o comienza a restar?

Habrá que designar a un candidato. Pero, ¿a quién desea el ex president? De eso no se habla, no vaya a ser que se enfade. Ese es el clima que se vive en Junts, aunque algunos dirigentes intentan sacar la cabeza.

Es el caso de Jordi Martí, el líder del grupo municipal, que conoce a la perfección la ciudad y que querría intensificar la oposición frente al alcalde socialista Jaume Collboni. Sobre la reforma de la medida del 30% de vivienda protegida, que quiere negociar el PSC, nada de nada. Martí quiere dejar claro que Junts es la alternativa a los socialistas en Barcelona, y que pactar algo tan importante sería un regalo al alcalde del todo inmerecido.

Otros buscan el momento propicio para poder ser elegidos. Es el caso de Jaume Giró, que no acaba de encajar en los planes de Puigdemont. Procede el mundo económico y podría ser el gran referente para los antiguos votantes de Convergència, en un momento en el que Barcelona se erige como el bastión de la clase propietaria, mientras los jóvenes se van para buscar vivienda en el área metropolitana.  

Hay más candidatos. Uno que se vería en el traje de alcalde es Josep Maria Argimon, el ex consejero de Salut. Tiene opciones. Pero la luz verde será cosa de Puigdemont.

El sometimiento a Puigdemont obedece también –al margen de la aceptación de la situación porque ‘es lo que hay—al convencimiento de que la presentación de candidaturas y la resolución a través de un proceso de primarias dejaría al partido muy dividido.

Pero persiste, al mismo, una idea: Junts sólo tendrá opciones en Barcelona si presenta un candidato ‘convergente’, que sepa contentar a esa clase propietaria, a los nacionalistas que albergan alguna idea parecida al sueño independentista –como señuelo—y a clases profesionales que hoy se decantan por el pragmatismo de los socialistas.

Es decir, nada de perfiles extraños, poco conocidos, que sólo sean la garantía de que no inquietarán al jefe. En ese caso, candidatos como Josep Rius, hombre de confianza de Puigdemont, tienen poco recorrido, a no ser que el ex presidente catalán decida que lo mejor es una larga travesía del desierto, y que lo más conveniente es mantener la ‘integridad indepe’.

En esa misma tesitura, sobre la necesidad de un ‘convergente’ –tras la experiencia de Xavier Trias, que ganó las elecciones en 2023, aunque no pudo ser alcalde—aparece la pregunta sobre la relación con los socialistas. ¿Qué hacer? ¿Abrazarse para demostrar que es mejor el original que la adaptación?

La paradoja es grande, porque siguiendo esa idea lo mejor que podría hacer Junts hoy es pactar la reforma del 30%, con una cesión por parte de los socialistas que resultaría del agrado del público convergente: la rebaja del IBI. Sin embargo, Martí y su grupo municipal han decidido que es mejor pasar al ataque y aprovechar la coyuntura, desde la convicción de que los socialistas pasarán malos momentos en los próximos meses, erosionados por los casos de corrupción en Madrid.

Agotados de esperar a Puigdemont. Pero nadie es capaz de decirle cuatro cosas al ex president y asumir, de una vez, la realidad. ¿Para qué sirve Junts, por lo menos en Barcelona?