En una nueva muestra de sus habilidades como trilero, Pedro Sánchez les ha vuelto a dar gato por liebre a los independentistas catalanes.

O eso deduzco de la siempre atenta lectura de los digitales del Ancien régime, indignados ante el destino final de la comisaría de la policía nacional en la Vía Layetana barcelonesa.

El lazismo llevaba tiempo pidiendo (perdón, ¡exigiendo! Esa gente nunca pide nada, ¡lo exige!) la reconversión de la comisaría de marras en centro de memoria histórica con el que rememorar la represión franquista llevada a cabo tras sus muros.

El gobierno español tenía dos opciones: acceder a los deseos del independentismo o darles con la puerta en las narices (mi opción favorita, por cierto). Pero se acabó sacando de la manga una tercera respuesta, consistente en mantener la comisaría en su sitio, pero añadirle un pegote de memoria histórica consistente en un par de placas y lo que imagino que será el equivalente policial del Tren de la Bruja (igual hasta hay una reproducción del despacho del infame comisario Creix, célebre torturador de rojos y separatistas).

Evidentemente, la engañifa no ha sido del agrado de nuestras fuerzas más o menos vivas del patriotismo reprimido, a las que no ha gustado nada esta maniobra para intentar quedar bien con todo el mundo.

Lo que se pedía (perdón, ¡se exigía!) era que todo el edificio estuviera dedicado a la memoria histórica, opción ruinosa a más no poder, pues ya me dirán ustedes a quién le apetecería visitar una serie de despachos y mazmorras re significados.

Por regla general, los espacios de memoria histórica son un aburrimiento monumental que traen malos recuerdos a los locales y carecen de interés para los turistas. Se exigen espacios de memoria histórica sin calcular cuánta gente está dispuesta a ejercitar esa memoria.

De hecho, yo creo que la población, puestos a re significar la comisaría de Vía Layetana, preferiría que se convirtiera en un Ikea, un Mango o un Zara. O que se le diera una utilidad oficial, como hicieron en Madrid convirtiendo la Jefatura de la Puerta del Sol en la sede del gobierno autónomo. Hasta utilizar la comisaría barcelonesa para instalar la hacienda catalana sería más razonable que convertirla en un espacio de memoria histórica.

Pero lo mejor sería, en mi opinión, mantenerla en su sitio, dedicada a lo que sirven las jefaturas policiales en todas las ciudades del mundo: defender la ley y el orden. Cualquiera entiende (menos los lazis, por la cuenta que les trae) que la policía democrática no tiene mucho que ver con la franquista y que en algún sitio tienen que desarrollar su labor.

Sí, la comisaría de Vía Layetana fue un centro de represión franquista, pero (muerto el perro, se acabó la rabia) hace años que es una dependencia policial como cualquier otra. Y en una ciudad como Barcelona, donde se concentraron las principales algaradas del prusés, lo mejor es tenerla en un lugar desde el que sea posible desplazarse a repartir estopa donde sea necesario.

Cuando el sindiós del prusés, muchos agradecimos que la policía nacional estuviese en el centro de la ciudad. Si llegan a estar en el extrarradio al que pretende desterrarla el lazismo, cuando hubiesen llegado a la plaza Urquinaona, ya habría ardido media Barcelona.

Lo normal es que las exigencias de los indepes hubiesen sido rechazadas de un plumazo, pero con el gobierno de Sánchez se ha optado por ese espacio multiusos que seguirá siendo una comisaría con una especie de pop up museum en su interior para tranquilizar a los devotos de la memoria histórica (o histérica).

Huelga decir que no se ha conseguido tranquilizar a nadie, como se deduce de las airadas columnas de los plumíferos del antiguo régimen.

¿Se ha hecho el ridículo? Pues bastante. Pero la verdad es que ya estamos acostumbrados.