Este mes de agosto ha entrado en servicio un carril habilitado, en exclusiva, para el transporte público en la B-23, desde Sant Feliu de Llobregat hasta la propia entrada a Barcelona. Con el veto a las motos para circular por él se extiende el impedimento del carril bus-taxi barcelonés al que debía ser un carril VAO metropolitano.
Atrás quedan las expectativas que la propia Generalitat generó cuando hace unos meses dejó abierta la posibilidad de que las motos circularan por este carril de la B-23. Una vez más, se impide a los motoristas poder circular con seguridad en estos viales, segregados o no.
Es incomprensible que, en Barcelona y a diferencia de las grandes capitales españolas, la moto no pueda circular por el carril bus-taxi. Hacerlo no afecta a la velocidad comercial del transporte público. De ser así, ¿cómo es que se permite que en ciertos viales urbanos puedan hacerlo las bicicletas?
Y, por cierto, se demora en exceso e injustificadamente la nueva normativa por la que las motos podrán discurrir por el arcén tornado en un precario carril-moto, eso sí, con su velocidad restringida a 30 kilómetros por hora y siempre en atascos o tránsito denso.
Para poner las multas de tráfico al servicio de la recaudación, el Ayuntamiento es el rayo que no cesa, y sigue multando a motoristas por circular por este carril reservado. No dudan en aplicar el artículo 15.1 de la Ordenanza de Circulación, y una sanción de 90 o de 45 euros si pagas sin rechistar.
El otro día un conductor me trasladó la multa recibida por circular en la avenida Diagonal una noche de julio a las 23.45 horas. Es decir, en la medianoche, en pleno verano y en un vial con doble carril bus. Ya me explicarán la traba al transporte público que representaba una moto en estas circunstancias.
Quizás no hay otras prioridades de seguridad y convivencia a las que atender desde el gobierno municipal y, por tanto, el consistorio se ocupa de instruir a nuestra Guardia Urbana para que persiga motoristas en la oscuridad de la ciudad.
Es exigible que las motos puedan circular por el carril bus-taxi, además de por los VAO, en todos sus accesos a Barcelona. Sin las motos, el caótico tráfico de la ciudad lo sería aún más. Las restricciones a la circulación, los improvisados carriles bici, la reducción de otros para vehículos privados de cuatro ruedas, las obras... Lo hacen más agónico.
Si la Barcelona rodada es cada vez más un laberinto desesperante, al menos, permítase que para las motos no sea una ratonera. Que circulen por el carril bus-taxi, los VAO o en el arcén de las calzadas embotelladas no perjudica a nadie. Miles de conductores de dos ruedas podrían circular más seguros y menos lentos por nuestra ciudad y sus accesos.