La nueva normalidad casi está aquí. Las terrazas poco a poco se van llenando, no solo de gente, sino también de confianza hacia el espacio público y la recuperación económica. De peores hemos salido. La crisis del coronavirus nos ha hecho sacar lo mejor de nosotros. Levantar persianas, montar terrazas y en la medida de lo posible cuidar a nuestros trabajadores, estos han sido los mayores éxitos colectivos en materia económica. Mención aparte y creo que hablo por todos los barceloneses dar un agradecimiento profundo, sincero e infinito a quienes se han jugado la vida, el personal sanitario, y que ahora la Generalitat quiere reconocer a medias con una prima desigual, que llega tarde y que no corresponde al ingente desempeño de estos meses.

Que las aguas vuelvan a su cauce, especialmente en Barcelona y Cataluña. Tenemos un deber enorme con nuestros compatriotas. Tenemos que darles instrumentos y certezas para que vuelvan a confiar en nuestras instituciones. El Ayuntamiento ha perdido credibilidad en el sector industrial, con la marcha de Nissan, que deja 25.000 familias en la calle. No se puede declarar la guerra al coche, querer una Barcelona libre de empresas de la automoción, y a la vez alentar a los trabajadores de la multinacional japonesa para que sigan con sus protestas. No se puede estar en Misa y repicando.

También ha perdido transparencia, volviéndose un gobierno opaco, con contratos a dedo y amiguismo. El concierto de los balcones, el super cartel de Barcelona té molt poder, el amaño en la AMB, las licitaciones sin concurrencia ni publicidad, o incluso, los sueldazos de TMB. Y seguro que hay más, y es por eso que estamos al pie del cañón, ahora más que nunca, para defender el derecho de los barceloneses de ser informados y sobre todo de no ser engañados con lo que se hace y deja de hacer con sus impuestos.

Un Ayuntamiento que ha flirteado con los dueños del procés y que ha jugado más a la conveniencia que a la convivencia cuando le interesaba ponerse la estelada como insignia. Esta pandemia nos ha devuelto a la realidad. Mientras médicos, policías, bomberos y trabajadores se dejaban la vida para sacar cada ciudad y cada pueblo adelante, la camarada dirigida por el señor Torra se obstinaba en echar la culpa a “Madrid”. El mismo cuento de siempre, pero ahora ya nadie le compra su incompetencia y su delirio por denigrar Cataluña. Los que de verdad queremos esta tierra nos echamos las manos a la cabeza: millares de infectados, residencias con un 70% de contagios y Torra hablando pestes de España sin mirarse ni un minuto al espejo. El procés ha muerto, se acabó, hay que recuperar aquella Cataluña del seny, la del sentido común, que defienda los intereses de todos y no de unos pocos.    

Hace un año juraba mi cargo como regidor del Ayuntamiento, por Barcelona, Cataluña y España. Desde lo que podemos y con mucha humildad, estamos orgullosos del trabajo que hemos realizado, sé que hay mucho trabajo por delante y a pesar de tener a veces la sensación de nadar a contracorriente, estoy más fuerte que nunca. El proyecto es demasiado grande como para perderme en debates estériles. No hay tiempo que perder. La nueva normalidad conducirá de nuevo las aguas a su cauce, y aquí me encontrarán, con un proyecto sólido por defender, unos vecinos para representar y siempre con la misma ilusión, más si cabe que aquel primer día.