Se le imputa el atraco de unos 150 bancos, pero Dani El Rojo (Barcelona, 1962) reconoce que la cifra probablemente supere los 500. ¿El botín? Unos 10.000 millones de las antiguas pesetas (60 millones de euros). Nos reunimos con él en el Hotel Pol & Grace de Sant Gervasi para que nos explique qué hizo con el dinero que robó en los 80. “Me lo gasté todo en putas, coches y drogas; el resto lo malgasté”, contesta El Millonario (como le conocía la policía) parafraseando a George Best.
La suya es una vida de película. Hijo de un empresario del Guinardó y educado en los maristas del Passeig de Sant Joan, descubrió pronto que su vida iba a torcerse. A los 11 años ya le dio un “manotazo” a su profesor de dibujo, el Padre Vidal, porque le había “rozado” el muslo. Quiso dejarle claro que no era de esos chicos a los que podía “tocar”. La educación religiosa y los últimos coletazos del franquismo le marcaron la infancia. Tenía que rezar el rosario a diario y cantar el Cara al Sol cada vez que iba al patio: “¿Cómo no iba a rebelarme contra eso?”
A los 13 años empezó a perpetrar pequeños hurtos en estancos y papelerías; y a “fumar droga” -como decía entonces- en los lavabos de la Academia Febrer. Con la llegada de la democracia dejó de leer a Luis de Góngora y Miguel de Cervantes para descubrir a William Burroughs, Charles Bukowsky o Robert Crumb; y a escuchar a Lou Reed, Patty Smith y David Bowie. “Mis ídolos se ponían hasta el culo de heroína y no tenía una percepción negativa de las drogas; ellos eran triunfadores, estrellas del rock y se pasaban el día follando... ¡Quise ser como ellos!”.
Barcelona era en 1977 una ciudad de bandas callejeras. Junto a su amigo Loquillo formó una pandilla de rockeros en una época en la que empezaba a sonar a todo trapo The Clash y Ramones. Y el espíritu punk se apoderó de ellos: “Nos pegábamos con otras bandas casi cada noche, pero éramos nobles y nunca utilizábamos armas. ¡Dar puñaladas era de cobardes!”, cuenta Daniel, que admite que el Loco no era bueno en las peleas: “Siempre tenía que salir a defenderle”.
LOS PRIMEROS ATRACOS
Pero aquellas peleas entre bandas eran un juego de niños comparado con lo que vendría. Daniel, que ya había empezado a juguetear con la heroína, quiso ir un paso más allá para poder pagarse sus vicios. Y de los estancos pasó a los bancos. “Teníamos unos 16 años y con mi amigo Ataúlfo, que era bajito pero con muchos cojones (era cinturón negro de kárate), formamos un equipo infalible”, recuerda orgulloso. “No había banco que se nos resistiera”.
En poco más de dos años saquearon media Barcelona y tuvieron que salir de Catalunya para buscar nuevos horizontes. Todavía recuerda aquella semana en la que atracó hasta tres veces una misma oficina del Banco de Madrid en Santa Eulàlia (Hospitalet): “Fui el lunes, el miércoles y el viernes; estoy seguro de que aún se acuerdan de mí, porque íbamos a cara descubierta".
Atracar bancos engancha tanto como la heroína. Cuenta Dani El Rojo que la sensación es parecida a la seducción: "Disfrutas con todos los previos, segregas adrenalina cuando estás en pleno acto y al llegar al clímax tocas el cielo". A diferencia del sexo, El Millonario conseguía con los atracos un botín que le proporcionaba todo aquello que deseaba: más mujeres, más coches y más drogas. Muchas drogas.
20 GRAMOS DIARIOS
Dani El Rojo estaba metido de lleno en un espiral sin salida. Necesitaba dinero rápido ya que ingería a diario entre 5 y 6 gramos de heroína y unos 15 gramos de cocaína. Y siempre por vía intravenosa. "Fui probando todo tipo de drogas y me fueron gustando; ese fue mi problema", reconoce. Reta en este sentido a Keith Richards, Axel Rose y a cualquier otro a mirarle a los ojos: "Entre todos no han tomado lo que me metía yo. ¿Quién hace eso y sigue vivo?". La zona alta de la ciudad, curiosamente, es donde más vicio ha visto: "Yo me piqué el primer pico de heroína aquí, al lado de la Vía Augusta".
Los coches fueron otra de sus obsesiones. El primero que se compró fue un Lancia Beta 2000, "un auténtico cochazo en aquellos tiempos". Después vinieron un Fiat 131 Abarth, un Porsche 911S... "Ya he perdido la cuenta de los coches que he tenido, ya que casi todos los acabé estrellando". El Porsche 911S, de hecho, no le duró ni 24 horas.
LA MODELO, SU NUEVA CASA
Pero la vida del delincuente tiene las alas cortas y las primeras visitas a La Modelo no tardaron en llegar. Reincidía cada vez que le liberaban hasta que en 1991 le sentenciaron a 32 años. "He pasado 14 años de mi vida en la prisión y no quiero que suene pedante, pero me lo pasé bien allí dentro". La cárcel, dice, es dura cuando eres inocente y la sufren sobre todo los familiares, pero "el delincuente sabe que acabará allí dentro, así que no le queda otra que seguir su camino".
En La Modelo encontró la ayuda que no había tenido en la calle. Los psicólogos le dieron "recursos" para desengancharse de las drogas y pasaba los días con un libro en la mano. "Me quité del caballo, aprobé la selectividad para mayores de 25 años e incluso estudié el primer curso de Psicología", explica orgulloso. Un nuevo Dani El Rojo estaba preparándose para reinsertarse en la Barcelona postolímpica.
[La reinserción de Dani El Rojo, su carrera como asistente de artistas y escritor, y su visión de Barcelona se tratan en la segunda parte de este reportaje, que puedes leer aquí.]
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