Josep Miquel Abad
Noticias relacionadas
Pasados treinta años, el cerebro de los Juegos Olímpicos del 92, Josep Miquel Abad, es el prototipo de “la ausencia de los mejores”, que escribió Ortega y Gasset. Aparejador, consultor y planificador, su biografía profesional pasa por empresas como Vueling, Planeta, El Corte Inglés, Racc… Con tanto bagaje de éxitos, mira su ciudad y la ve con mucho más que preocupación. Con madera de líder, recuerda que su principal satisfacción fue que todo el mundo hizo lo que debía hacer. En aquella ingente tarea no dilapidó recursos, no consta ni un caso de corrupción, no cayó en aires de grandeza, mantuvo la cabeza fría, no invirtió en obras faraónicas o inútiles y contagió entusiasmo a los barceloneses y a los habitantes de otras poblaciones donde también se celebraron competiciones.
Más allá del éxito mundial de aquellos juegos, de la transformación de Barcelona y de una repercusión que atrajo el turismo y amigos para siempre, su trabajo bien hecho comportó un legado físico y otro moral. El físico se contempla desde cualquier atalaya sobre la ciudad. Del moral no queda ni resto, porque, como resume, se demostró que como país no éramos ni más ni menos más que nadie, que se podían hacer grandes cosas si se renunciaba a viejos intereses y estigmas y que una vez demostradas tantas capacidades, “no teníamos derecho a volver a la mediocridad”. Sin embargo, en eso y en desastres mayores se ha caído en menos de diez años. Cuando comenzó la ausencia de los mejores.