El concejal de Ciutat Vella y de Memoria Democrática, Jordi Rabassa Massons, se empeña en negar lo que es evidente y asegura que Ciutat Vella es un distrito seguro. Justo cuando los vecinos denuncian las colas de la heroína en una calle del Raval. Personaje de demostrada y absoluta  incompetencia a la hora de frenar la degradación y la criminalidad del centro de Barcelona, le desmienten hasta las estadísticas del Barómetro Municipal. Procedente de la cueva de Alí Babá y los cuarenta observadores del Desc, Rabassa es también el prototipo de los antisistema y de los defensores de los violentos que atentan contra los agentes de la autoridad.

Su penúltimo caso de sectarismo y presunta dejación de funciones ha tenido lugar en la plaza Sant Felip Neri, cuando unos monitores de esplais agredieron a los guardias que les instaron a acabar una fiesta que molestaba a los vecinos. La actuación de Rabassa consistió en mostrarse “preocupado” por la intervención de la Guardia Urbana y en exigir una investigación sobre la conducta de los agentes. Exactamente lo mismo que exigió el diputado de la CUP, Xavier Pellicer, demuestra que los monitores cuentan con el apoyo y simpatías de la CUP y su frente de juventudes Arran. Esta coincidencia de criterio entre Rabassa y el diputado de un partido cuya candidata a la alcaldía, Basha Changue, propone “eliminar la policía, papeles para todos y apoyo okupa” retrata de qué pie cojea el concejal cuya obligación es cumplir y hacer cumplir la ley. Pero es otro actor de la Barcelona al revés.

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