El hallazgo se produjo el 29 de enero. Eliseo López y Antonio Moreno no daban crédito. Principalmente, porque pocas personas conocen mejor la montaña de Monjuïc, sus escondites y misterios, como Moreno, El Niño Lobo de Montjuïc. Así llama todo el mundo en el macizo al último ermitaño del monte, donde vivió durante décadas. Pero el descubrimiento era auténtico. Así lo confirman fuentes del Patrimoni de Cultura de la Generalitat a Metrópoli Abierta. Los dos amigos habían encontrado una lápida del antiguo cementerio judío de Barcelona, en pleno rendimiento, al menos, durante un período de tiempo comprendido entre el siglo XI y XIV d.C, cuando la masacre antisemita puso fin a la existencia sefardita en la ciudad.

En 1391, una turba de barceloneses asesinó a 300 miembros de la comunidad judía de la ciudad, formada entonces por unos 4.000 habitantes. Los que sobrevivieron se convirtieron al cristianismo, su única salida. El arzobispo de Sevilla espoleó unas revueltas antijudías protagonizadas por el pueblo, iniciadas en Castilla, y que también salpicaron a Aragón y Valencia. En Barcelona, tres días de matanzas (5-7 agosto) pusieron fin a la judería, ubicada en el actual Gòtic. Se terminaban cuatro siglos de historia de un pueblo que supo influenciar y dejar huella con grandes filósofos, juristas y médicos, entre los que se incluye algún consejero del rey Joan I. La necrópolis, silenciosa bajo tierra, es la prueba del paso de la comunidad hebrea.

ACTA DE MOSSOS

López hace sus cábalas. “O cayó rodando de algún modo en 1391 durante la revuelta, o bien se movió de sitio durante las excavaciones de los años 40”. Cuenta este gran aficionado a la arqueología y a la historia, que ese día iban andando por la montaña como han hecho tantas veces. “¿Pero como es posible? Si he pasado por aquí millones de veces”, se decía una vez tras otra el Niño Lobo, miembro de una familia de chabolistas. Esa misma tarde, López se dirigió al Museu Arqueològic de Catalunya para informar del hallazgo.

La lápida judía hallada por Eliseo López y Antonio Moreno en la montaña de Montjuïc / METRÓPOLI ABIERTA



 

El 1 de febrero, el Ayuntamiento de Barcelona conoce el hallazgo a través de un vídeo publicado en la cuenta de Youtube de este barcelonés. El 2 de de febrero, agentes de la brigada de Patrimoni Històric de los Mossos d’Esquadra visitan la zona y levantan acta con los dos descubridores presentes. El 5 de marzo, técnicos del Departamento de Cultura excavan el pequeño perímetro de tierra que rodea la tumba con inscripciones hebras y se la llevan al Arxiu Arqueològic del museo. "Es una lápida que en un momento indeterminado fue desplazada de su lugar original y que no está asociada a ningún entierro, pues los niveles arqueológicos inferiores presentan material contemporáneo", detallan fuentes del Servicio Arqueológico de Patrimoni, que trabaja para descifrar el significado de la inscripción.

BIEN CULTURAL DE INTERÉS NACIONAL

Consultados por este medio, tres expertos en la lengua y mundo hebreos trasladan dos posibles interpretaciones. La profesora de Filología Hebrea de la Universitat de Barcelona, Ana Bejarano, cree que la primera línea del epígrafe podría significa "el espíritu en alas de golondrina" y la segunda línea hace referencia a la palabra tevet, el cuarto mes del calendario judío, que en el calendario cristiano equivaldría al período comprendido entre diciembre y enero. 

Ofer Huergo, director del portal judío en España sfarad.es y Mínima Rozen, profesora de la Universidad de Haifa (Israel), van más allá y sitúan la fecha de la tumba en diciembre de 1334. Coinciden con Bejarano en identificar la palabra tevet, pero difieren en la interpretación. Bajo su juicio en la piedra se lee "espíritu del sabio dignificable". La profesora de la UB, no obstante, asegura que sin ver la tumba en persona no puede estar segura de su significado. Por su parte, Eliseo subraya la importancia de poder ubicar una fecha, un hecho muy poco común y, de aquí, la importancia de los restos.

Antonio, en primer plano, y Eliseo, en el lugar donde descansaba la tumba / METRÓPOLI ABIERTA





 

El hallazgo vuelve a poner sobre el mapa la existencia e importancia de la necrópolis judía de Barcelona, un perímetro de tierra protegido como un Bien Cultural de Interés Nacional, aunque sin ninguna señalización y ninguneada por la administración. Un cementerio a 100 metros sobre el nivel del mar que albergó miles de lápidas como la encontrada y que, según los expertos, dio el nombre a la montaña de Monjuïc (montaña de los judíos). "Siempre es importante encontrar una lápida para aprender sus costumbres. Es una riqueza para la montaña y nuestro pasado, que también es judío y musulmán", señala Maria Josep Estanyol, doctora (honorífica) de Filología Semítica de la Universitat de Barcelona (UB).

RECOMPENSA

López cree que la tumba es del siglo XIV, de la última etapa de la necrópolis. Como descubridores de los restos, él y Moreno tienen derecho a la mitad del valor de tasación del descubrimiento (la otra mitad corresponde al Gobierno). En su caso, sin embargo, les pertenece una cuarta parte, pues el parque donde descansaba la tumba es propiedad del Ayuntamiento. Estos dos amigos cederán la recompensa económica a la Fundación Arrels, entidad que ayuda a personas sin hogar en Barcelona y que, recientemente, ha encontrado un piso al El Niño Lobo.

Agujero que dejó la tumba judía después de la excavación ejecutada por Patrimoni / METRÓPOLI ABIERTA



Hacía 20 años que no se hallaba una tumba judía en el macizo, según se desprende de un artículo del investigador Jordi Casanovas en un artículo publicado en 2017 en el blog del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). Unas tumbas, recuerda Estanyol, que ya fueron usadas para la construcción de iglesias, conventos y otros edificios. El visitante atento detectará numerosas piedras con inscripciones hebreas en el palacio del Lloctinent, uno de las construcciones levantadas con lápidas de la necrópolis. En la última excavación de 2001, debido a las obras para acondicionar los Jardines de Joan Brossa, los arqueólogos hallaron restos de 500 sepulturas. Medio siglo antes, en 1945, durante la construcción de nuevos pabellones del Club Deportivo de Tiro Olímpico se encontraron 171.

HERENCIA JUDÍA

La herencia del pueblo judío en Cataluña está muy viva. Una prueba son los apellidos Astruch, Bofill, Maimó y Salom, muy frecuentes a día de hoy, apunta Estanyol. Pero el antiguo cementerio hebreo carece de un recorrido cultural o turístico, o señalización que informe al visitante del pasado hebraico de la ciudad. Una campaña en Internet iniciada el pasado 22 de marzo impulsada por la comunidad judía ATID de Cataluña pide apoyos para "visibilizar" el cementerio judío. El hallazgo de la tumba reafirma, tozudamente, el legado del pueblo hebreo en la Ciudad Condal. Los autores del hallazgo piden que la lápida no se olvide en los sótanos de un museo y desean que la tumba retorne a la montaña. "Queremos que repose en un lugar digno en el interior de la misma necrópolis judía".

Ubicación de la necrópolis judía señalizada en rojo / PATRIMONI



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