En la prisión de mujeres de Barcelona, conocida como Wad-Ras, viven seis niños con sus madres. Algunos son recién nacidos. Otros tienen entre seis meses y tres años. También ellos se quedaron sin escuela durante el estado de alarma (14 marzo - 18 junio). Durante meses no pudieron salir a ver el resto de sus familiares. El coronavirus trastocó las rutinas de sus madres y de las 82 internas que viven en la cárcel en régimen ordinario. La comunicación con las familias, el contacto crucial con el exterior, se cortó de raíz. "Hemos sabido controlar la pandemia", relata la directora de Wad-Ras, Soledad Prieto, en una entrevista a Metrópoli Abierta. La conversación tiene lugar en la biblioteca Xavier Berenguel, enfrente de la prisión. Las actuales restricciones impiden la entrada de periodistas al centro penitenciario.
- Pregunta: ¿Cómo viven la pandemia las mujeres privadas de libertad?
- Respuesta: Al principio lo vivieron muy mal. No sabíamos a qué nos enfrentábamos, no teníamos datos. Se cortaron las comunicaciones de un día para el otro. No había vis a vis. Comunicarse con la familia es lo más importante para cualquier interno. Es lo que les une. A medida que la pandemia ha ido avanzando se han ido sintiendo un poco impunes. Han perdido el miedo, creen que aquí no se contagiarán, que están protegidas. De hecho en Wad-Ras no hemos tenido Covid-19. Sí que hemos hecho confinamientos preventivos. Llevan mascarilla, pero se sienten a salvo. Su versión ha ido cambiando y ahora que se acerca Navidad han aumentado las demandas para ampliar las comunicaciones.
- ¿Están obligadas a usar la mascarilla en todo momento?
- Sí, solo se la pueden sacar en la habitación que comparten con otras personas. En el patio, si mantienen espacio de seguridad o hacen deporte, se la pueden quitar.
- ¿Las habitaciones son individuales?
- No. Tenemos habitaciones de dos, cuatro, seis y hasta ocho personas. Ahora la población reclusa se ha reducido (de las 140 al inicio de la pandemia a las 82 actuales). Ahora hay tres o cuatro internas por habitación.
- ¿Cómo se organizan los comedores?
- Hemos reducido el aforo. Las internas deben comer siempre en la misma mesa. Intentamos que coman dos personas en cada mesa. Pueden superar ese número si son mujeres de la misma habitación.
- ¿Se han reducido las actividades?
- Hemos disminuido el aforo. Si antes en el gimnasio había 12 personas, ahora hay 6. El aforo es menor. Un equipo de prevención de riesgos laborales delimitó el aforo permitido en cada aula.
- ¿Cuáles eran los principales miedos de las reclusas?
- Las internas se preocupaban por sus familias, sobre todo aquellas que las tienen en el extranjero. En países como Venezuela o Brasil, la situación es terrible. Muchos familiares lo están pasando muy mal. Aquí tenemos ERTEs, pero la protección social en estos lugares es más deficitaria que en Cataluña. Muchas madres internas han renunciado a que vengan sus hijos a verlas. Hemos facilitado el sistema de videollamadas. Desde la secretaría se han comprado muchos móviles para facilitar el contacto con las familias.
- Desde la asociación de familiares de presos de Cataluña denuncian que faltó mucha información al inicio del estado de alarma.
- Creo que la sociedad no estaba preparada y las prisiones tampoco. Todo fue muy rápido. Nos volcamos en poner barreras sanitarias, en evitar que entrara el Covid-19. El posible contagio con dos internas que dieron positivo implicó que 16 personas tuvieron que hacer una vida muy restrictiva, como comer en un pasillo. Fueron medidas muy duras. Ellas están en una celda por mucho que tengan televisión. Los posibles brotes que ha habido se han gestionado con mucha rapidez. En aquel momento faltó mucho personal en los centros penitenciarios. Había personas de cierto riesgo. Nos quedamos con la cuarta parte de los equipos. Seguramente hicimos algo mal pero queremos corregirlo.
- ¿Cuántos contagios ha habido?
- Al principio tuvimos uno (Rosa Peral, la guardia urbano condenada por matar a su novio) que se detectó en el juzgado. Ya no volvió al centro y fue al hospital. Su compañera de celda tampoco volvió. La enviaron al hospital. Fueron los dos únicos casos. En régimen ordinario no hemos tenido ningún caso.
- ¿La Generalitat podría haber hecho más por reforzar la plantilla?
- La Secretaría de Medidas Penales tuvo que gestionar la compra de mascarillas porque no había. No es que las tuviéramos guardadas y fuéramos tacaños. Se hizo un concurso con 200 dinamizadores porque no había escuelas. Somos la administración, aunque sea por vía de la urgencia la contratación tarda unos días. Lo primero era hacer una barrera sanitaria, luego empezamos a hacer todo lo necesario como el incremento de personal o la compra de los teléfonos. La videoconferencia ha sido el gran descubrimiento. Es una de las cosas positivas que ha traído el Covid-19 y que beneficiará a casi el 50% de la población penitenciaria.
- ¿Un posible contagio obliga a confinarse durante 10 días?
- Son cuatro o cinco días. Primero pasan 48 horas aisladas y se hacen la prueba PCR cuyo resultado llega en un plazo de entre 24 y 48 horas. Los nuevos ingresos sí que deben permanecer 10 días confinados, se hagan o no el test. Los nuevos ingresos se derivan a la prisión de Brians I porque la estructura de nuestro centro se colapsaría. Desde que empezó el estado de alarma hemos hecho 50 cuarentenas al detectar síntomas o al regresar de un permiso penitenciario.
- ¿El confinamiento en la cárcel implica no salir al patio durante 10 días?
- Es un tema controvertido debido a las condiciones del centro. En algunos centros han creado unidades Covid-19. El problema de Wad-Ras es que no hay ningún lugar especial para llevar a esa gente. El patio es el mismo que usan las internas. Es complicado garantizar la limpieza del patio en cada uso. En función de su infraestructura, los centros han podido matizar este aspecto, pero los que marcan las pautas son los sanitarios y ellos han dicho que no pueden salir. Tenemos que proteger al resto de la población porque hay madres con niños y gente mayor.
- ¿Qué le preocupaba como directora?
- Que no hubiera contagios. Tenemos internas inmunodepresoras, consumidoras de drogas de larga duración. No es lo mismo que una persona sana tenga coronavirus que lo tenga una persona que es inmunodeprimida. Fuera hay un porcentaje tan elevado de contagios y aquí hemos logrado controlar la situación. Algo habremos hecho bien también. El pasado jueves fue el primer día que no tuvimos a nadie confinado desde que estalló la pandemia.
- ¿Se facilitó a las personas en tercer grado (obligadas solo a dormir en la cárcel) que pudieran pernoctar en sus casas?
- Sí, pero primero con el permiso ordinario. Se ha facilitado a personal de riesgo. No hemos tenido graves incidentes. Quizá la pandemia ha provocado que sacudamos el sistema, a lo mejor teníamos demasiado miedo al artículo 86.4 del reglamento penitenciario. Valoro muy positivamente las salidas y los permisos.
- ¿Alguna presa se ha aprovechado de esta circunstancia especial?
- Claro que tenemos internas que vuelven a delinquir cuando están en un tercer grado, pero no han aprovechado la circunstancia de la Covid-19. No hemos tenido más regresiones de grado por mala conducta o comisión de delito.
- ¿Qué consecuencias psicológicas tiene la pandemia en las internas?
- Creo que el hecho de que no reclamen tanto las comunicaciones con las familias no es bueno. Ellas están muy concienciadas y lo entiendo. Yo también quiero ver a mi madre, pero el hecho de que sean tan conscientes de que existe el peligro hace que una interna no quiera salir. De ser así estaríamos fracasando. No puede ser que alguien no quiera salir de la cárcel. No puede ser que alguien no reclame ver a la familia. Quizás también pasa en la sociedad en general y, tal vez, tenga algo que ver con una resignación cristiana.
- Llama la atención que esa resignación provenga de personas sin libertad. Seguramente las ganas de ver a sus familiares son más fuertes que el resto de personas.
- No sé como valorarlo, si como algo positivo o negativo.
- ¿Ha habido refuerzo psicológico?
- Todos los profesionales saben que esto es muy importante. Hay crías muy jóvenes que son muy inconscientes, también gente mayor que lo está pasando mal. Todos trabajamos con una visión en la que el Covid siempre está presente. También no es lo mismo trabajar en este centro pequeño que en otro con 1.500 personas. No se llega de la misma manera.
- ¿Es difícil garantizar los derechos de las presas y a la vez hacer cumplir las medidas sanitarias?
- Existen unos protocolos y no podemos ser creativos. Desde que empezó la pandemia los voluntarios no pueden entrar. Es un riesgo enorme de contagio. Si alguna cosa hemos hecho bien es controlar la pandemia. Esto [el coronavirus] no había pasado nunca. De todos modos el sistema penitenciario está muy vigilado y fiscalizado por los jueces. Los magistrados han vigilado que se respeten los derechos fundamentales. Cada vez que hay un confinamiento lo notificamos al juez de vigilancia, de igual modo que las medidas coercitivas. Estamos obligados a notificarlo en 24 horas.
- ¿Se compensarán los permisos que se congelaron durante el estado de alarma?
- No tenemos tanta gente que salga dada la dificultad de hacer la cuarentena. Una persona que esté 48 horas fuera después estará cuatro días encerrada. Es importante que salga porque a la hora de valorar o pedir el tercer grado o la libertad condicional es importante. El reglamento marca unos límites: 36 días al año en régimen de segundo grado, divididos en dos semestres son 18 días. Podemos pedir o justificar que superen los 18 días de la segunda mitad del año siempre que no superen los 36, pero es una entelequia difícil de conseguir porque los juzgados también están colapsados. Tenemos permisos pendientes desde septiembre. Sí hemos incrementado los permisos de 48 horas para realizar gestiones.
- ¿Ha cambiado la relación entre los funcionarios y las presas?
- Mantenemos más las distancias. Wad-Ras siempre ha sido una prisión muy abierta y con muchas actividades. Las mujeres son muy efusivas. Cuando los niños salen para ir al colegio saludan a todos con el codo. Pasan por los pasillos de las oficinas, el ambiente es muy humano.
- ¿Se ha roto ese calor humano?
- Hay gente que está muy asustada. En mi caso intento entrar menos en el departamento de madres. Quizá a la mujer no le gusta que toques a su niño. Podemos poner en riesgo la salud de todos.
- ¿Cuántas madres hay en la cárcel?
- Seis. Esta mañana [el pasado viernes] se marcha una y la semana que viene entra otra. Tenemos niños de entre seis meses y tres años. A partir de tres años ya no pueden estar. Trabajamos para que, en ese tiempo, la madre ya esté en libertad o en sección abierta, con una familia extensa. El objetivo es evitar una ruptura a causa del ingreso de la madre.
- ¿Estar acompañada de sus pequeños ha hecho que la pandemia sea más llevadera?
- Debe ser muy agobiante. Antes los niños iban a la escuela, ahora se han quedado todo el día con ellos. Imagina a una madre que está meses sin poder dejar el niño en el colegio. Estaban acostumbradas a que regresaran del aula a las cinco de la tarde. Teníamos una educadora que trabajaba con los niños que no estaban escolarizados y eso también se cortó. Creo que ha debido ser muy duro para ellas.
- ¿Los niños tampoco podían ver a nadie más del exterior?
- Si salían tenían que hacer una cuarentena. Se quedaron.
- ¿Hubo algún tipo de refuerzo psicológico para los pequeños?
- Durante los tres meses del estado de alarma se quedaron solo tres mamás. Sacamos a todas las que estaban en situación de pasar a tercer grado. El departamento de madres tenía voluntarios y, de repente, desaparecieron. Ha sido duro para todos. Para las mamás por tenerlos demasiado tiempo y, si no los tenían, porque no los podían ver.
- ¿Han reactivado las visitas?
- Las familias pueden ir a visitar a las internas, disponen de un a vis a vis al mes. Pueden venir hasta dos familiares por persona. De momento no hemos tenido ningún problema. Las familias son muy responsables. Se recomienda que en caso de duda no vengan. No ha habido contagios después de un vis a vis. Antes tenían dos al mes. Hemos reducido el aforo del locutorio a la mitad.
- ¿Las videollamadas conlleva que los presos tengan más comunicación con sus familiares?
- Las internas que no hacen vis a vis tienen 20 llamadas telefónicas (cabina) y una videollamada a la semana. Las que hacen vis a vis tienen dos videollamadas al mes. Si tienen hijos en el extranjero también les facilitamos videollamadas. Son comunicaciones de un máximo de 20 minutos. Antes eso era inconcebible.
- ¿Han reaccionado de manera diferente las mujeres que los hombres?
- Las mujeres son más participativas, más disciplinadas a la hora de ponerse la mascarilla. Con los jóvenes es una guerra, pero no podemos poner multas. También tenemos personas con problemas de salud mental que intentamos que tomen conciencia con otras estrategias. Los hombres de Wad-Ras (303) se encuentran en régimen abierto, es diferente.
- ¿Psicológicamente lo gestionan igual?
- Las mujeres presas son más resistentes y aguantan mejor la frustración.
- ¿También durante la pandemia?
- Creo que sí. Tampoco es que tengamos más incidentes con hombres, pero lo hemos visto en la adaptación. El otro día que tuvimos un acto después de mucho tiempo las veí muy participativas.
- ¿Qué se aprende conviviendo con personas que no tienen libertad?
- A ser más humilde, a no pensar que estas cosas solo les pasan a los delincuentes y que hay circunstancias en la vida que te sobrepasan. Aprendes a ser más tolerante y luchar por cambiar algunas cosas. Las prisiones no deben convertirse en centros de salud mental. Los psiquiátricos cierran y tenemos en prisión a personas con medidas de seguridad y no nos escandalizamos. Deberíamos recuperar esa energía de cuando éramos mayores y sacudir el sistema, mover a la sociedad y no decir: te molesta el vecino, pues a la cárcel. La cárcel no es el lugar ideal para tantas personas con problemas de salud mental.
- ¿Ha aprendido algo de las reclusas durante la pandemia?
- Sí. Hay que dedicarles más tiempo. Hemos tenido menos tiempo porque la situación nos ha obligado a trabajar muchas horas, pero hay que dedicarles más horas porque no tienen a la familia y tampoco tienen tantos profesionales que les atienden. Debemos dedicarles más tiempo para que nos cuenten cómo se sienten. Salir al patio es bueno, ves el ambiente, si hay alguna tensión. A veces se acercan para decirte algo de su hija. En estos momentos difíciles ellas están doblemente confinadas.