El acosador pillado por una de las cámaras de seguridad de la vivienda

El acosador pillado por una de las cámaras de seguridad de la vivienda CEDIDA

Sucesos

El calvario de dos vecinas de Barcelona por un acosador que roba su ropa interior: "Como no hay allanamiento de morada sigue libre"

Las jóvenes aseguran que los Mossos d'Esquadra dicen "no ver indicios de este delito", aunque consta una detención por delitos de robo con fuerza, resistencia y desobediencia

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En un bajo del distrito de Nou Barris, en Barcelona, el silencio de la madrugada se ha convertido en sinónimo de miedo. Cuando el reloj marca las tres y media de la mañana, Abril y Laia se despiertan con el corazón en vilo si es que han logrado dormirse antes.

A veces es un ruido, otras un reflejo de luz en la terraza. Desde hace meses, un hombre encapuchado aparece a esa hora para robar la ropa interior que las jóvenes tienden fuera de casa.

Ya no duermo. Directamente, me quedo despierta a esa hora, porque sé que puede venir”, cuenta Abril. “Vivo con miedo constante, y lo peor es saber que no puedo hacer nada para que pare", asegura en conversación con Metrópoli.

Detención 'in fraganti'

Los hechos constan en la policía catalana. Los Mossos d’Esquadra explican a este medio que “el individuo fue detenido in fraganti el jueves 30 sobre las 03:50 horas por delitos de robo con fuerza, resistencia y desobediencia" y que ahora mismo "hay una investigación abierta.” Pero esto, para ellas, no es suficiente. 

La detención, según denuncian, no cambió nada. “En menos de una semana volvió. Lo vimos otra vez desde casa. Fue desesperante. Si lo detienen y vuelve, ¿qué sentido tiene todo esto?”, relata Abril con una mezcla de cansancio y rabia.

Del desconcierto a la certeza

El acoso empezó de forma confusa, casi anecdótica. A comienzos del verano, justo después de Sant Joan, un pedido inesperado de Uber Eats llegó al piso de Abril y Laia. “Era de Burger King, y yo soy celíaca. Ahí supe que algo raro pasaba", explica una de las afectadas.

Pedido de Burguer King que recibió la victima

Pedido de Burguer King que recibió la victima CEDIDA

Semanas después comenzaron las desapariciones de ropa interior. “Al principio pensábamos que era un descuido, pero cuando ambas notamos lo mismo, entendimos que no era casualidad.” Poco a poco, la incomodidad dio paso a la alarma.

Un día, entre su ropa, apareció un tanga nuevo con la etiqueta puesta. “Ahí se volvió perturbador. No solo nos robaba, nos dejaba un regalo. Fue como un mensaje", asegura la joven.

Las cámaras revelan la verdad

En agosto, las jóvenes instalaron una cámara de seguridad en la terraza. Durante semanas, no captó nada. Pero a principios de octubre, las grabaciones confirmaron las sospechas: un hombre encapuchado, con gafas de sol, merodeaba a las 3:30  horas de la mañana.

La primera vez se asustó al ver la cámara. Pero eso no lo detuvo. Volvió más veces, más confiado. En una ocasión incluso golpeó las persianas. Era como si quisiera demostrar que no le importaba ser visto", relata. 

Una detención que no trajo paz

El 30 de octubre, tras tres noches seguidas de visitas, el acosador regresó. Las jóvenes llamaron a la policía mientras observaban cómo intentaba colgar una prenda en la cuerda, cambiando su comportamiento habitual. “Era una provocación. Estuvo quince minutos delante de nuestra casa. Sentí que jugaba con nosotras", recuerda Abril.

Esa madrugada los Mossos lo detuvieron in fraganti. Pero la sensación de alivio duró poco.

"Trato con humanidad"

Las víctimas aseguran que la policía ha mostrado empatía en el trato personal. “Nos llaman para saber cómo estamos, nos han tratado con humanidad. Pero nos dicen que, como agentes, la ley no les permite hacer más", dicen. 

Esa impotencia es el mayor golpe: “Nos piden más pruebas, más imágenes. Que solo así el juez podrá aceptar una orden de alejamiento. Pero eso significa seguir exponiéndonos. Es absurdo tener que ponerle un cebo al acosador para que la justicia actúe". 

En los últimos meses, se han visto obligadas a cambiar cerraduras, reubicar cámaras y reforzar la terraza, pero el miedo sigue. “Llevamos cinco meses así. Hemos llegado a comprar más de cien tangas. No es una anécdota: es violencia", remarcan.

Braguitas con etiquetas que aparecieron en la terraza de las víctimas

Braguitas con etiquetas que aparecieron en la terraza de las víctimas CEDIDA

La amenaza dentro de casa

El hombre no solo roba ropa. En una ocasión, Abril y Laia encontraron la puerta principal de su piso forzada. “Denunciamos, pero sin imágenes no pueden hacer nada. No puedo tener cámaras en todas partes.”

Desde entonces, viven con la sensación de que la seguridad depende de su suerte. “Cada ruido me hace saltar. No duermo bien. Ni siquiera mi compañera se siente segura cuando vuelve tarde del trabajo. Esto ya no es solo miedo, es ansiedad permanente.”

Claudia, una amiga de las jóvenes, ha usado su perfil en redes sociales --con un amplio alcance-- para visibilizar lo que considera una violencia sexual invisibilizada.No hace falta sangre para que sea violencia sexual. Lo que están viviendo es una invasión constante a su intimidad. Un tipo que roba tu ropa interior no busca dinero: busca controlarte, marcar territorio", denuncia. 

"Sin peligro real"

El caso pone de relieve un problema estructural. Para la justicia, el hecho de que el individuo no haya entrado completamente en la vivienda impide considerarlo allanamiento de morada, y sin “peligro real”, no se puede dictar una orden de alejamiento.

Nos sentimos desamparadas. No hay una figura legal que proteja a mujeres en situaciones como la nuestra. Te dicen que esperes, que denuncies otra vez. Pero mientras tanto, él sigue viniendo. ¿Qué pasa si un día se le ocurre entrar del todo?”, plantea Abril.

Imagen de dos de las denuncias puestas por las víctimas

Imagen de dos de las denuncias puestas por las víctimas CEDIDA

Todo el mundo se escandalizará si pasa algo más grave. Pero nadie hace nada antes. No quiero llegar a ese punto. Quiero vivir tranquila, sin mirar cada noche por la ventana", añade. 

La herida invisible

Hoy, Abril y Laia siguen en la misma vivienda. Han "aprendido" a convivir con la ansiedad, a dormir con la luz encendida y a revisar las grabaciones cada mañana. “Ya ni nos planteamos mudarnos. No queremos que el miedo nos eche de casa. Pero no sé cuánto más podemos aguantar", lamenta.

La investigación policial continúa abierta y el sospechoso sigue libre. Cada noche, Abril observa el tendedero de la ventana, sabiendo que ese conjunto de hilos separan su intimidad del peligro.