El poeta Joan Maragall

El poeta Joan Maragall WIKIPEDIA

Vivir en Barcelona

Oda a Barcelona (y a la vida) de Joan Maragall

La vigencia de las palabras del poeta sobre la capital catalana, recogidas en un artículo publicado en 1907, conmueve al barcelonés

11 noviembre, 2023 23:30

“Hoy he visto el semblante de Barcelona ligeramente aterrorizado. Como a una persona querida, le hubiera dicho: ¿Qué tienes? ¡Estás pálida! Aunque yo bien sé lo que tiene: una inquietud, una incertidumbre, una pequeña cosa que hiela la sangre”.

Así empieza Ésta es mi fe, el sobrecogedor artículo de Joan Maragall publicado en 1907. Una oda a Barcelona y a la vida cuya vigencia y riqueza poética llega a nuestros días, en tanto que debate de altura, a través de la última versión de Epistolario (Miguel de Unamuno, Joan Maragall) de Editorial Comba. Una composición cambiante como el tiempo en el mes de mayo, capaz de transitar todos los estados de ánimo, como la sinfonía Heroica de Beethoven, y pasar de la tormenta a la calma en un párrafo, en una palabra. Viva.

‘DÉJÀ VU’

El inicio del siglo XX, tal y como refleja Maragall en su escrito, es convulso. Viene marcado por la pérdida de los últimos enclaves coloniales (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), el auge de la Liga Regionalista de Cambó, Prat de la Riba y Puig i Cadafalch, y el mismo ambiente de confrontación social que caracterizó a la sociedad barcelonesa durante finales del XIX y durante la segunda década de los 2000.

“No es un terror de temblar fuertemente ante un gran peligro que amenaza de frente y que pide aprestarse para la lucha arrostrando una muerte gloriosa; no es el de Port-Arthur el otro año, ni siquiera el de San Petersburgo ahora; no es el de una guarnición aislada frente a un ejército poderoso que empieza a descubrir sus formidables máquinas de guerra en orden de batalla, ni tampoco el de una ciudad que siente el sordo subir destructor de una marea de odio en su seno, no; es una pequeña espina en las entrañas. Una punzada de cuando en cuando. El médico, los amigos, uno mismo, se dice: Quizás no sea nada. ¡Quizás!”.

¡POBRE BARCELONA!

“¿Qué se proponen? ¿Qué quieren? ¿Contra quién o contra qué van… esos? ¿Esos? ¿Quiénes? ¿O quién?”, interpela Maragall al lector antes de perderse por las calles desiertas de su ciudad.

“¡Pobre ciudad! ¡Pobre Barcelona mía! Hoy te he visto un poco pálida. Todo está igual, si se quiere; las tiendas bien abiertas, las gentes por las calles a sus quehaceres, ni más aprisa ni más despacio, el ruido igual de tantos carruajes… Pero, no sé, parecía que se veían más hombres… o menos mujeres… no sé… y en las plazas faltaban muchos niños. ¡Cómo se encuentran a faltar los niños en las plazas! ¡Ver niños en la vía pública da una confianza, una alegría! Pero cuando los niños no están, su vacío parece llenarlo el miedo”.

“¿QUÉ CULPA ESTÁS PAGANDO?”

“Y ayer no pasó nada; ni hoy tampoco… puede ser. Sin embargo, a cada instante parece que va a oírse el triste estruendo”. Pero no se escucha: hay, todavía, fe en el porvenir.

El poeta Joan Maragall

El poeta Joan Maragall AJUNTAMENT BARCELONA

“¡Pobre Barcelona! ¿Qué culpa estás pagando? Eres un poco jactanciosa, sí, un poco fachandera -ya te lo han dicho, te está bien-; pero por esto mismo da más pena verte así, mustia y alicaída. Mejor te sientan las grandes conmociones, cuando negrean las plazas y brillan los sables, y se cierran las puertas con estrépito, y la muchedumbre grita y corre... y ríe a veces, en el terror, a grandes carcajadas un poco histéricas; cuando las calles quedan bien desiertas al paso de las patrullas, y las plazas tomadas militarmente en sus bocacalles, con el blanco vacío en medio; pero las cabezas asoman por todas partes sonriendo y a la esperanza de que todo ello va a pasar, y la ciudad quedará. Hay siempre en esta ciudad una gran fe en el porvenir. Es ésta su jactancia”. Y el eco, social y político, resuena hasta el presente.

“LA HERMOSA FACULTAD DE OLVIDAR”

Y Maragall se pierde, nuevamente, en deliciosas y elocuentes y poéticas reflexiones sobre el paso del tiempo: “Ciérrase el porvenir, que es la juventud perpetua; cualquiera edad es entonces la vejez; la muerte está en puerta, no hacemos testamento sólo por miedo a hacer testamento”.

Hasta tomarse un descanso, hacer una elipsis y volver a la ciudad, su ciudad, Barcelona. “Sin embargo, una ciudad es otra cosa… ¡Una ciudad! Si de esta cuartilla que ahora empiezo a escribir a la que concluí con el párrafo anterior han pasado veinticuatro horas, mis palabras, siendo sinceras, sonarán muy diferentes de las de ayer. La hermosa facultad de olvidar tiene, en los seres colectivos, una fuerza portentosa, y de ahí su perpetua juventud. Porque la juventud consiste no sólo en mirar el porvenir, sino también, y tal vez principalmente, en no tener pasado. Y hoy, al salir a la calle, me ha parecido que ya nadie se acordaba de ayer; y en vista de ello yo también lo he olvidado”.

ODA A BARCELONA…

Olvido y redención antes de la oda a Barcelona y a la vida del poeta de la palabra viva. “¿Veis la virtud de la ciudad? Si yo me hubiera quedado hoy en casa resolviendo en mí aquellos humores, estaría ahora augurando males y maquinando remedios seguramente desproporcionados; y me habría hecho muy viejo en veinticuatro horas. ¡Pero no! Me he lanzado a la calle a vivir con mis conciudadanos y muchos otros han hecho como yo, y nos hemos inspirado una mutua confianza. Y nos ha parecido que, en el mero hecho de renacer la alegría entre nosotros, ya habíamos vencido espiritualmente al mal. Y tal vez sea verdad. Además, hoy hacía sol…”.

“Esta mutua inspiración de confianza, esta propagación de una alegría entre tristes... (¿de dónde sale?), esta victoria espiritual, este sol en la calle... esto es lo que hace la ciudad: a pesar de la herida de ayer y a pesar de la herida de mañana; a pesar de los que se van, y a pesar de los que quedan para mal. Todo está en que también quede el principio de la ciudad --¿me entendéis?--, el principio de confianza, el principio de amor, el principio de calle, alegría, victoria... Y también en que, tras un día tétrico, haga un buen sol. Con todo esto se vence. Y contra el espíritu no hay bombas”.

…Y A LA VIDA

“Las bombas pueden matarme a mí y al vecino y al primer magistrado, y a mil vecinos y magistrados; pero a la ciudad no la puede matar sino Dios. Caerán, si queréis, todas sus piedras en ruinas al estruendo de una maquinación monstruosa; pero si sobre ellas queda flotando el espíritu que las levantó, este espíritu volverá a levantarlas en más altas torres, porque en todo renacimiento hay un impulso de ir más allá. ¡El espíritu se venga!, ¡el espíritu se venga!...”.

“Y ahora me diréis si no hice bien en lanzarme a la calle esta mañana dejando mi escrito a medias. Ved cómo ahora se me ha vuelto un término bueno. ¡Ah!, siempre deberíamos hacer así con las cosas tristes: no darlas por terminadas hasta que se volvieran a su natural fin de bien por ellas mismas: es decir, por nosotros, que las hacemos cuales somos. Y que somos a un fin de bien, el corazón nos lo dice. ¡Al menos ésta es mi fe!...”. Esta es la joie de vivre de Joan Maragall, un romántico, un humanista, un hombre de fe en el otro y en su ciudad: Barcelona, ¡viva!