Catalunya alberga un impresionante legado arqueológico que nos conecta directamente con la época romana. Esta región, que fue clave para la expansión del Imperio en la península ibérica, está repleta de restos que nos permiten imaginar cómo era la vida hace más de dos mil años. Desde los acueductos que llevaban agua a las grandes ciudades hasta las villas rurales donde la élite romana disfrutaba de su vida privada, cada piedra cuenta una historia de poder, comercio y cultura. Tarragona, conocida en la antigüedad como Tarraco, fue uno de los principales núcleos administrativos de Hispania y su centro arqueológico es hoy Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Los vestigios romanos en Catalunya no solo son testigos de una era pasada, sino que también se han convertido en un imán para turistas e investigadores de todo el mundo. Lugares como el anfiteatro de Tarraco o las ruinas de Empúries nos sumergen en un tiempo en el que los gladiadores luchaban por su vida y los mercados rebosaban de productos exóticos. Además, los descubrimientos arqueológicos continúan ampliando nuestra comprensión de la presencia romana en la región, revelando nuevos hallazgos que enriquecen nuestra visión del mundo antiguo.
Un yacimiento desconocido
A medida que exploramos estos sitios, es imposible no reflexionar sobre la influencia que la cultura romana aún tiene en nuestra vida cotidiana. Desde el urbanismo hasta las infraestructuras, los romanos dejaron una huella imborrable que ha perdurado a lo largo de los siglos. Visitar estos restos arqueológicos en Catalunya es más que una experiencia histórica; es una oportunidad para conectar con una civilización que, en muchos sentidos, sigue siendo parte de nosotros hoy en día.
Entre los muchos vestigios no tan conocidos y, por ello, no saturado de turistas y curiosos, se encuentran los restos de la Villa Romana de Sant Amanç, en la localidad de Rajadell. Se trata de una antigua edificación ubicada al lado de una vía romana contemporánea.
Los secretos de la villa
El yacimiento romano actual refleja la distribución típica del Bajo Imperio. La carretera que lo atraviesa divide la villa en dos zonas diferenciadas. En el sector norte, se encuentra la pars urbana, donde se ubicaban las habitaciones nobles y un complejo termal bien conservado. Este área residencial, de estructura alargada, era el corazón de la vida cotidiana de la élite romana. En cambio, el sector sur, más llano, estaba destinado a funciones industriales y agrícolas, conocido como la pars rustica. En el extremo occidental de la villa, las termas incluían diferentes espacios con agua a distintas temperaturas: caliente, templada y fría, junto al horno que generaba el calor.
El cuerpo principal de la pars urbana estaba compuesto por tres estancias, una de ellas decorada con un mosaico policromado. Este mosaico original, que hoy se expone en el Museo Comarcal de Manresa, ha sido parcialmente reproducido en el Ayuntamiento de Rajadell. Elaborado con la técnica de opus musivum, el mosaico mide 430 cm de largo por 200 cm de alto y presenta una decoración con motivos geométricos, animales y vegetales. Entre los detalles vegetales, destacan las representaciones de viñedos, que confirman la tradición milenaria del cultivo de la vid en la comarca del Bages.
Este yacimiento no solo es una ventana al pasado romano de la región, sino que también destaca por la calidad de los elementos conservados, como el mosaico, que simboliza la rica herencia cultural y agrícola de la zona.
Cómo llegar
En coche, se puede llegar en algo menos de una hora desde Barcelona. Solo hay que coger la C-58 saliendo de la ciudad y luego hacer el cambio a la C-16. Una vez allí, tomar la salida 50 a la C-25 y seguir hasta la N-141g.
Finalmente, habrás llegado a Rajadell y solo tendrás que seguir esa misma vía hasta los restos arqueológicos. Si lo prefieres, el mismo pueblo contempla varias rutas de senderismo de dificultad variable que te permiten no solo ver el yacimiento, sino también disfrutar del paisaje del interior catalán.