
Mirjam Maarleveld, fundadora de Barcelona Expat Life
Mirjam, la neerlandesa que fundó una plataforma para 'expats' en Barcelona: "A veces me dicen que si no hablo catalán no tengo derecho a estar aquí"
¿Dónde empieza el privilegio y dónde la pertenencia? La historia de quien intenta tender puentes entre mundos popularmente concebidos como paralelos
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“Creo que ahora mucha gente sueña con Barcelona como antes soñaban con Nueva York”. Lo dice Mirjam Maarleveld, neerlandesa afincada en la ciudad desde hace más de una década y fundadora de Barcelona Expat Life, una de las plataformas de referencia para recién llegados internacionales.
Y lo dice con la claridad de quien ha vivido la cara más brillante y más gris del fenómeno que hoy divide opiniones en la capital catalana: la transformación de Barcelona en un imán para nómadas digitales, trabajadores remotos y jóvenes profesionales globales.
En Meetup, en Reddit, en cafeterías de brunch, en oficinas compartidas del Poblenou o en fiestas de rooftop con vistas al mar, se mueve una comunidad internacional cada vez más numerosa, visible… y a veces desconectada del día a día de los vecinos de toda la vida.

Un grupo de internacionales residentes en Barcelona medita en la playa de Sant Sebastià de Barcelona Barcelona
Mientras unos la ven como símbolo de modernidad y proyección global, otros la asocian con gentrificación, subida de precios y pérdida de identidad.
“Barcelona es maravillosa”, insiste Maarleveld. “Pero si los que nos acogieron empiezan a sentirse desplazados, es señal de que algo no está yendo bien”.
¿Dónde empieza el hogar?
“Al principio, todo es un lío: empadronarse, entender el sistema fiscal, abrir una cuenta o simplemente alquilar un piso sin caer en una estafa”, recuerda Maarleveld.
Su propia experiencia con la desinformación y la fragmentación de los recursos disponibles fue lo que le llevó a montar la plataforma. “Había mucha información, pero desactualizada o contradictoria. Y eso genera una enorme frustración”.

Captura de pantalla de la página de inicio de Barcelona Expat Life
Barcelona Expat Life nació en 2020, durante la pandemia, con el objetivo de acompañar a los nuevos residentes más allá de la guía práctica. “No solo queremos explicar cómo hacer un trámite. También hablamos de castellers, de cocina catalana, de historia e identidad. Porque conocer la cultura del lugar al que llegas es tan importante como tener los papeles en regla”.
Un manual de supervivencia
La plataforma funciona como una brújula para quienes aterrizan en la ciudad. Contiene desde un tablón de empleo multilingüe hasta listados de empresas y profesionales que atienden en inglés, catalán o francés.
Pero también aborda situaciones vitales que trascienden lo administrativo. “Si te enamoras, si decides casarte, si tienes un hijo, si un familiar fallece… En cada etapa de la vida, necesitas entender cómo funciona todo aquí. Y eso no siempre es evidente”.

Muchos usuarios llegan con un contrato de trabajo y una mudanza planificada. Otros lo hacen sin red. “Hay quien piensa que todos los ‘expats’ vienen con dinero y privilegios, pero no es cierto. Hay personas que vienen a buscarse la vida y se enfrentan a los mismos problemas que los locales: sueldos bajos, alquileres imposibles, precariedad”, advierte.
“¿Cuándo pasamos de ser ‘expats’ a ser vecinos?”
Aunque el término “expat” sigue presente en su proyecto, Maarleveld no oculta su incomodidad con la etiqueta. “¿Qué es ser un expat? ¿Y cuándo dejas de serlo? Si hablas catalán, pagas tus impuestos y llevas diez años aquí, ¿sigues siéndolo?”, se pregunta.
Esta identidad ambigua, dice, es un reflejo de los nuevos tiempos, en los que millones de personas viven entre culturas, lenguas y marcos normativos distintos.
“Para mí, el concepto de hogar es fluido. Pero también necesitamos sentirnos aceptados. No es solo cuestión de hablar el idioma, sino de sentir que formas parte”.
Hacia un nuevo equilibrio
Maarleveld no es ajena a las tensiones sociales. A medida que su plataforma ha ganado visibilidad, también han aumentado los ataques en redes sociales. “Dicen que me vuelva a mi país, que si no hablo catalán no tengo derecho a estar aquí. A veces es muy duro. Pero lo entiendo. Entiendo el malestar. La ciudad ha cambiado muchísimo”.
Lejos de adoptar una posición defensiva, insiste en que hace falta más diálogo y menos trincheras. “Tenemos que dejar de hablar unos sobre otros y empezar a hablar entre nosotros. Solo así encontraremos un equilibrio nuevo y más justo”.
"No todo es blanco o negro"
“Hoy mismo estaba en una cafetería de brunch en el Eixample —de esas que se critican por ‘gentrificar’ el barrio— y a mi lado había dos abuelos catalanes con sus nietos tomando algo”, relata. “No todo es tan blanco o negro. Las ciudades están llenas de matices”.
Maarleveld recuerda también que en cualquier parte del mundo, las comunidades migrantes tienden a agruparse. “Los catalanes en Nueva York también forman círculos para mantener su idioma o cultura. No es algo exclusivo de los guiris”.
Ella misma se resistía al principio a relacionarse con otros neerlandeses, hasta que llegó la pandemia. “Durante el COVID, sentí la necesidad de estar conectada con la comunidad holandesa, con gente con mis mismos orígenes. Había mucha confusión, y buscabas respuestas donde sabías que las encontrarías”.
"Descubrimiento" del catalán
Otra de las realidades que refleja el ecosistema de la ciudad son las familias mixtas y las casas donde se hablan tres idiomas. “A veces el padre es sueco, la madre es argentina, viven en Barcelona y el niño va a una escuela catalana. ¿Qué idioma hablas en casa? ¿A qué escuela lo llevas si solo vas a quedarte dos años? Son decisiones difíciles”.
Además, Maarleveld apunta que muchas personas llegan sin saber la relevancia del catalán en la educación pública, lo que les provoca sorpresa —y a veces incomodidad— al toparse con una lengua que no esperaban tener que aprender.
“No puedes aprender todos los idiomas a la vez, y eso genera dilemas, sobre todo en familias que vienen para estancias cortas”.
Ni solo para guiris, ni solo en inglés
Pese a todo, Maarleveld no pierde el compromiso ni la gratitud. “Barcelona me ha dado tanto que lo mínimo que puedo hacer es devolver algo. En mi campo, en mi proyecto, hago lo que puedo por contribuir y sumar”, afirma con convicción. Por eso descarta expandirse a otras ciudades: “Mi red está aquí. Aquí es donde puedo ser útil”.

Mirjam Maarleveld, fundadora de Barcelona Expat Life
En sus eventos ya no solo participan extranjeros. También acuden cada vez más catalanes que hablan inglés o buscan oportunidades laborales en un entorno diverso. “Queremos que todos se sientan bienvenidos. Que esto no sea solo para ‘expats’, sino para cualquier persona abierta al mundo que quiera formar parte de esta ciudad”.
Crecer sin romperse
Barcelona es hoy un punto de encuentro global, pero necesita una conversación profunda sobre hacia dónde va y cómo se construye comunidad.
“La cultura no es una postal: se construye entre todos. Hay que proteger la lengua y la identidad, sí, pero también hay que crear espacios reales de convivencia”, concluye.
Para Maarleveld, la clave está en escuchar y colaborar: “No tengo la solución al problema, pero creo en las soluciones pequeñas. En tratar a los demás como te gustaría que te trataran. En hablar. En mirar a los ojos”.