
De baldosa funcional a icono urbano: así nació la flor que decora las aceras de Barcelona
De baldosa funcional a icono urbano: así nació la flor que decora las aceras de Barcelona
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El pavimento más icónico de la ciudad fue creado en 1906 y se ha convertido en un símbolo internacional.
El panot forma parte del paisaje barcelonés desde hace más de un siglo. Aunque muchas personas lo pisan cada día sin saber su origen, este adoquín con forma de flor tiene detrás una historia curiosa: fue diseñado para resolver un problema de barro en las calles de la ciudad.
Del barro al cemento
A principios del siglo XX, Barcelona arrastraba una mala reputación urbana. Las calles no estaban pavimentadas, y la humedad del mar agravaba la situación. Algunas revistas satíricas la apodaron “can Fanga” (“casa del barro”), debido a la suciedad de sus aceras.

Adoquín de una calle de Barcelona
Para solucionarlo, el Ayuntamiento apostó por unificar el pavimento con cemento hidráulico. En 1906 lanzó un concurso público para embaldosar las aceras con un diseño único. El objetivo: encontrar una baldosa que pudiera producirse localmente y a bajo coste.
Un diseño ganador
El concurso propuso varios diseños: una flor, una calavera, círculos concéntricos, cuatro pastillas y cuatro pastillas con círculos. La empresa Casa Escofet, fundada en 1886, ganó con la flor, que pronto se convirtió en el adoquín más usado del Eixample.
Aunque el diseño ganador fue el panot, los otros también se colocaron en distintas zonas de Barcelona. De hecho, en la calle Aribau todavía se pueden ver varios de estos modelos juntos.
Más allá del panot
Casa Escofet no se detuvo ahí. La empresa fue la responsable de crear el adoquín modernista del Paseo de Gracia, inspirado en la Casa Batlló. También diseñó el mosaico de la Rambla, obra de Adolfo Florensa, y fue pionera en España en el uso del hormigón vibroprensado en 1968.

Adoquines modernistas de una calle de Barcelona
El último diseño incorporado es de 2015: la flor de plátano, que se instaló en la Avenida Diagonal y homenajea al árbol más usado en entornos urbanos del sur de Europa.
Un icono global
Hoy, el panot no solo es símbolo de Barcelona. Con más de 28 millones de turistas pisándolo cada año, ha cruzado fronteras, convertidas en llaveros, posavasos y recuerdos.
Algunos visitantes se lo llevan en forma de souvenir. Otros, según se dice, lo buscan entre las obras para conseguir un ejemplar original. Más de cien años después, el panot sigue siendo parte viva de la historia urbana de Barcelona.