Una corredora se queja de dolor en un tobillo
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Esguince de tobillo: una lesión pequeña que esconde grandes riesgos
Esta dolencia puede parecer un accidente banal pero una mala recuperación abre la puerta a un dolor persistente, inestabilidad y lesiones crónicas que condicionan la movilidad para siempre
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Los esguinces de tobillo se cuentan entre las lesiones más habituales, sobre todo en personas activas o deportistas. Pero detrás de su aparente sencillez se esconde un riesgo mayor: la cronificación del dolor y la inestabilidad articular.
Son dolencias tan comunes que a menudo se subestiman. Una torcedura durante un entrenamiento, un mal apoyo al bajar un escalón o un giro brusco sobre suelo irregular bastan para que los ligamentos cedan. Sin embargo, lo que parece un accidente menor puede condicionar la movilidad durante años.
Una torcedura nunca es algo insignificante. En realidad, implica un estiramiento excesivo o pequeñas roturas en los ligamentos que sostienen la articulación. “Lo que más nos preocupa no es el dolor agudo inicial, sino lo que ocurre después, cuando el paciente cree que ya está bien y vuelve demasiado pronto a la actividad”, advierte el doctor Eduard Rabat, Jefe de Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología de la Unidad del Pie del Institut Rabat de Hospital Quirónsalud Barcelona.
Por eso, el reposo, la fisioterapia y la supervisión médica son piezas clave en el proceso de curación. ““La prisa por volver a la actividad es el peor enemigo de un tobillo lesionado”, reitera. “Un esguince mal tratado deja secuelas invisibles al principio, pero con el tiempo se transforman en dolor crónico y nuevas lesiones”, advierte el doctor Rabat.
El descanso como aliado, la prisa como enemiga
En los primeros días tras el accidente, la inmovilización parcial permite que el ligamento cicatrice en buena posición. “En un primer esguince, lo más recomendable es inmovilizar con una bota ortopédica durante dos o tres semanas y, acto seguido, iniciar una rehabilitación intensiva”, señala el especialista. Saltarse este paso supone, en palabras del Dr. Josep Torrent, jefe clínico, experto en cirugía mínimamente invasiva de esta unidad “perder la única oportunidad de que el ligamento cicatrice correctamente”.
El problema aparece cuando, incluso meses después, el dolor persiste. Esa molestia sorda o punzante es una advertencia clara. Según el doctor Torrent, “si tras dos o tres meses el tobillo sigue doliendo, es urgente consultar a un especialista, porque puede ser el inicio de una lesión crónica”.
Cuando el tobillo nunca vuelve a ser el mismo
Uno de los riesgos más frecuentes es que los ligamentos cicatricen con exceso de laxitud, dejando el tobillo débil y propenso a recaídas. “Un ligamento es como una cuerda: si pierde tensión, deja de sujetar, y el tobillo queda inestable”, añade el Dr. Torrent. Esa inestabilidad, unida a la falta de trabajo muscular y propioceptivo, abre la puerta a nuevas torceduras.
En pacientes con múltiples esguinces previos, el tratamiento debe ser más dinámico. “En estos casos no tiene sentido una inmovilización estricta; lo que buscamos es mantener la musculatura activa y recuperar la movilidad lo antes posible”, explica el cirujano. El objetivo ya no es solo sanar, sino reeducar el tobillo.
El precio de la inestabilidad crónica
La llamada laxitud ligamentaria no es un simple inconveniente: puede derivar en complicaciones más serias, como lesiones osteocondrales del astrágalo. “Cuando el dolor es profundo, constante y se irradia a la articulación, no estamos ante un simple esguince, sino ante una patología que puede requerir cirugía”, advierte Torrent.
Por eso, cada señal de alerta merece atención. Una sensación de inseguridad al caminar, un dolor que regresa tras un esfuerzo o una torpeza inesperada al apoyar el pie son síntomas que no deben ignorarse.
La pisada como espejo del tobillo
Una herramienta preventiva muy valiosa es el estudio de la pisada. Pequeñas alteraciones en la forma de apoyar el pie delatan desequilibrios o inestabilidades que, de no corregirse, multiplican el riesgo de recaídas. “Con un simple análisis de la marcha podemos detectar si el tobillo aún no está preparado para volver a su nivel de exigencia habitual”, apunta Rabat.
En definitiva, los esguinces de tobillo nunca deben tomarse a la ligera. Como resumen ambos especialistas: “La ausencia de dolor no significa que el tobillo esté sano. Solo una recuperación completa, con reposo, fisioterapia y supervisión médica, garantiza que no se convierta en un problema de por vida”, concluyen.