Un ingeniero trabajando en una imagen de archivo
Un joven ingeniero de Barcelona, sobre su salario: "Después de siete años estudiando, no supera los 1.700 euros"
Entre jornadas largas y proyectos exigentes, asegura que el sueldo no refleja la responsabilidad que tengo ni la formación que me costó tanto esfuerzo
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Barcelona vive una paradoja que afecta a muchos jóvenes profesionales. A pesar de la formación y la especialización, muchos sienten que su esfuerzo no se refleja en su salario.
Un ejemplo claro es el de David, un joven ingeniero de 26 años que trabaja en la ciudad.
La frustración de años de estudio
“Llevo más de cinco años estudiando ingeniería y dos años de máster. Cuando miro lo que cobro ahora, sinceramente pienso que no merece la pena estudiar tanto”, confiesa con cierta resignación.
Y es que, su sueldo a penas llega a los 1700 euros y con eso, asegura, "no puedo ni independizarme solo".
Un ingeniero de telecomunicaciones en una imagen de archivo
Entre jornadas largas y proyectos exigentes, asegura que el sueldo no refleja la responsabilidad que tengo ni la formación que me costó tanto esfuerzo.
“Me esfuerzo todos los días, resuelvo problemas complejos y trabajo horas extra, pero mi salario apenas cubre mis expectativas mínimas”, añade.
Mirando hacia el extranjero
El joven ingeniero admite que está evaluando opciones fuera de España. “He estado viendo oportunidades en Suiza y Alemania, y allí el salario es más del doble que aquí. La diferencia es brutal”, comenta.
“Si sigo así, me temo que voy a tener que hacer las maletas en el próximo año o dos. Me duele, porque me gusta Barcelona, pero también tengo que pensar en mi futuro”, añade.
Según él, estos países no solo ofrecen mejor remuneración, sino mayor valoración profesional y posibilidades de crecimiento: “Allí sienten que tu formación y experiencia valen algo. Aquí muchas veces te quedas atrapado en la rutina y nadie reconoce tu esfuerzo.”
Más allá del dinero
Aunque el salario es un factor clave, también destaca la falta de reconocimiento profesional y la limitada proyección de carrera en su empresa actual.
“Me gusta mi trabajo, me apasiona la ingeniería, pero no puedo vivir con la sensación de que mi esfuerzo diario no cuenta para nada”, comenta.
Imagen de archivo de un informático
Además, reconoce que el entorno laboral en Barcelona puede resultar desmotivador para muchos jóvenes con alta formación: “Ves colegas que han estudiado igual que tú, hacen lo mismo y aún así sus contratos y condiciones son muy distintos. Es frustrante.”
La decisión está cerca
A sus 26 años, la idea de emigrar se está consolidando. “Si surge la oportunidad en Suiza o Alemania, no lo dudaré. Es un riesgo, claro, pero uno necesario para crecer profesional y económicamente”, explica.
“Barcelona siempre será mi hogar, pero si quiero avanzar, necesito un lugar donde mi trabajo y mi preparación tengan el valor que merecen”, concluye.