Desayunos, comidas, cenas o copas. Cualquier momento del día es bueno para la restauración en la calle Enric Granados. Y los restauradores lo celebran. Después del golpe que ha supuesto –y sigue haciéndolo– la crisis del coronavirus para el sector, es un "milagro" ver las terrazas llenas día sí y día también en esta vía de Barcelona.
Pero no todos celebran la situación que vive esta céntrica calle de l'Antiga Esquerra de l'Eixample. Un viernes por la tarde, alrededor de las 20:00 horas, una pareja está "tomando el aire" en un banco de Enric Granados. Son vecinos de la zona. "Preferimos estar en un banco que en una terraza", explican a Metrópoli. "Pasear es imposible, y salir a tomar algo y estar tranquilos es muy difícil con esta saturación", añaden.
DOBLE CARA DE LA MONEDA
Hace unos seis años surgió una asociación vecinal que vio peligrar su "estilo de vida" en la zona ante la construcción masiva de terrazas, SOS Enric Granados. Una organización que, desde que empezó la recuperación post-covid ha intensificado su actividad ante un nuevo "obstáculo" que les genera una "gran preocupación": la concesión extraordinaria de terrazas para poder cumplir las distancias exigidas para combatir la propagación de la pandemia.
No obstante, su "lucha anti-terrazas" choca con los restauradores de la zona, que aseguran que su situación es aún más preocupante. "Las terrazas están salvando a la restauración, generando empleo y recuperando la economía de la ciudad. Lo que menos necesitamos son más impedimentos después de estos meses tan difíciles", asegura el encargado de un concurrido restaurante de la calle.
EL CORAZÓN DE LA RESTAURACIÓN
Enric Granados ha conseguido despuntar entre la amplia oferta gastronómica de la ciudad y ya se presenta en las guías como un eje exclusivo de la restauración. Y es que, en los últimos años, han desaparecido la mayoría de establecimientos ajenos al sector y los bares y restaurantes de la vía se han multiplicado: actualmente hay alrededor de 80 locales hosteleros en esta calle semipeatonal.
Desde los restaurantes más clásicos de la vía, como Ponsa o La Palmera, hasta innovadores establecimientos como la cafetería Cosmos, que destaca por su actividad cultural, en esta calle barcelonesa hay respuesta para las demandas de todos los clientes: brunch, japonés, mexicano y todas las variantes imaginables.
Pero también hay una importante oferta que "incordia" a los vecinos a diario: los locales que ofrecen copas y cócteles, que se han convertido en el nuevo foco de ocio de los más jóvenes. "No es la actividad lo que molesta al vecindario, es el ruido y la invasión del espacio público que hacen las terrazas", asegura Josep, un hombre que observa con resignación las "terrazas postizas" que "invaden Barcelona" desde el post-confinamiento.
INVASIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
En la línea de protesta de Josep, la Asociación Enric Granados recrimina que "el Ayuntamiento ha estado meses haciendo oídos sordos a sus quejas". Un miembro del grupo, que prefiere mantenerse en el anonimato, ha explicado a este medio que, "cuando consiguieron la suspensión de licencias, ya era demasiado tarde".
El representante explica que, a diario, reciben "numerosas quejas de distintos vecinos" por la imposibilidad de descansar por las noches en la vía. "El peor momento fue hace aproximadamente un mes y medio, antes del estallido de la quinta ola", cuenta. "Cuando cerraban los establecimientos, el ruido continuaba en la calle, y no había ningún tipo de actuación", añade.
SALVAJE
Pese a que el líder del grupo vecinal asegura que su lucha se debe a un "incumplimiento generalizado" de las normas auditivas y espaciales de distintos bares y restaurantes, gran parte de la lucha se ha concentrado entorno un popular restaurante que se inauguró el pasado mes de mayo: Salvaje.
Este restaurante reemplaza al Bellavista del Jardín del Norte, el ruinoso restaurante de Messi y el Grupo Iglesias que dejó de operar en 2018. El Salvaje nació para convertirse en un "club lúdico y desenfadado para los amantes de la noche barcelonesa". Según los vecinos de la zona, el establecimiento se ha "adelantado a la relajación de las restricciones" y ha adaptado la noche a "cualquier otra del día" para organizar "ruidosas fiestas". Según otro movimiento llamado Afectats Restaurant Salvaje, "el restaurante abrió sus puertas sin las paredes insonorizadas" y la situación fue insostenible en las primeras semanas de apertura:
"ASPIRAN A UNA CIUDAD SIN VIDA"
Por contra, el Gremi de Restauració ve, desde su perspectiva, una "imagen maravillosa" en el éxito de los locales de Enric Granados. Y su director, Roger Pallarols, tiene respuesta a la lucha vecinal que "carga obsesivamente contra el sector de la hostelería". Según cuenta a Metrópoli, "son plataformas que siempre tienen la misma queja" y que, además, toman como referencia "la ciudad sin vida que dejó la pandemia".
A su parecer, este tipo de organizaciones "no refleja en absoluto" la realidad de los vecinos de Barcelona. Opinión que comparten varios grupos de jóvenes –y no tan jóvenes– que se desplazan cada semana al eje por el "buen ambiente" que se observa. "Es una suerte ver la ciudad llena de vida después de tantos meses apagados", comenta Laura, una chica de la zona que asegura ser "cliente habitual" de los locales.
"ANSIAMOS RECUPERAR LA NORMALIDAD"
Respecto a la queja por la expansión de las terrazas, Pallarols presume, con orgullo, de ser el responsable de la "iniciativa que permitió ganar 45.000 sillas en la ciudad". Para el director, el impulso económico que ha conseguido el proyecto ha permitido "salvar miles de empleos y empresas" y, por ello, considera que juzgarlo se resume a una "conducta obsesiva" contra los mismos.
Además, remarca que no le parece correcto "que asociaciones como SOS Enric Granados hablen en nombre de un colectivo de vecinos". A su parecer, se trata de grupúsculos que, por un motivo u otro, no quieren ver crecer el potencial económico de Barcelona que, para Pallarols, "no puede concebirse sin la restauración".
Mientras la calle Enric Granados se consolida como la "apuesta segura" de los restauradores barceloneses, los vecinos de la zona temen al "efecto huida" que puede provocar la situación. Las dos caras de una misma moneda que chocan en un momento crítico en la ciudad: la recuperación económica de uno de los principales sectores, cuando parecía "estarse adaptando a todos los obstáculos que se ha encontrado", se enfrenta a uno nuevo que Pallarols describe como una "cuestión minoritaria".