"Estoy a punto de firmar el contrato de mi nuevo piso", cuenta L.G., una mujer que deja el barrio de Sant Antoni después de muchos años viviendo en la calle Calàbria. Este último verano ha sido, para ella, un "infierno".
La "intensificación del turismo de borrachera" se ha convertido en una "pesadilla" y en la de muchos otros residentes, que temen que los pisos adyacentes a sus viviendas se conviertan en un "foco de desfase".
"Están echando a los vecinos", opina una de las afectadas. A su parecer, la "permisividad de las administraciones" en el barrio no solo "perjudica a la imagen de Barcelona", sino que "ahuyenta" a los residentes de un lugar que, cada vez, les "representa menos".
CAMBIO DE RUMBO
En el barrio de Sant Antoni, ubicado entre el Raval y el Poble Sec, los estragos del coronavirus han hecho que varios comercios tengan que bajar la persiana, situación que "entristece" a sus vecinos por "el miedo a perder la esencia de barrio que tanto le caracteriza".
No obstante, la principal preocupación va más allá de la "conservación del barrio". Durante todos los veranos –al tratarse de un punto muy céntrico– los turistas han acudido a esta zona de l'Eixample y, entre la gran variedad de visitantes, el conocido como turismo low cost siempre ha estado presente. No obstante, durante este 2021, el segundo verano marcado por la pandemia ha atraído, todavía más, "al tipo de turismo que no beneficia a Barcelona", mientras la inseguridad "sigue aumentando" en la zona.
Agentes de la Guardia Urbana durante una redada en Sant Antoni / METRÓPOLI
CAÍDA DE LOS PRECIOS
A pesar del veto a las habitaciones turísticas en Barcelona a instancias del gobierno de Colau, la crisis en el sector turístico ha potenciado la caída de los precios en hoteles y aparta-hoteles de la ciudad, igualando las tarifas a las anteriores alternativas más económicas.
Por ello, muchos turistas –"en su mayoría italianos y franceses"– han podido acceder a ofertas de alojamiento que, en otras condiciones, hubiesen atraído al "turismo de negocios", al que aspira el Gremi d'Hotels de Barcelona.
"NO TODO SON LOS BOTELLONES"
Con la llegada de este tipo de viajeros, las fiestas y las molestias "que se generan en los balcones de los hoteles" se incrementan. "Hay días que parece Lloret de Mar", explica a Metrópoli una afectada, que prefiere mantenerse en el anonimato al haber iniciado procedimientos legales.
"He llamado a la Guardia Urbana en varias ocasiones, y me ha notificado la complejidad de solucionar el asunto por la falta de efectivos", cuenta la misma. "Soy consciente de la importancia de disolver las concentraciones y los botellones masivos en puntos como la Barceloneta, pero no todo son los botellones", añade. La mujer, preocupada, hace referencia al "derecho al descanso" que, "por mucho que sea verano", no puede "pasarse por alto todos los días".
HOTEL AXEL
En el barrio de Sant Antoni, uno de los hoteles que más polémica ha generado en los últimos meses es el Hotel Two Axel. El conocido complejo por el colectivo LGTBI, que también cuenta con un edificio en la calle Aribau –el principal–, "concentra a numerosas personas a sus puertas durante las noches", asegura L.G., cuya vivienda comparte calle con el hotel.
"El ambiente que se genera no es bueno", explica. Las molestias, explicadas por L.G. a este medio, "no tienen nada que ver con el colectivo LGTBI", precisa. "Lo que no se puede permitir es que haya un ambiente de exhibicionismo, ruido y constantes faltas de respeto", denuncia. De hecho, desde su vivienda, ha podido ver estampas de todo tipo, que ejemplifica con clientes desnudos a plena luz del día. "Con unos balcones tan visibles, debería haber un control desde la organización", apunta. "Me he hartado a ver gente consumiendo cocaína", añade.
"VALORAR LO QUE TENÍAMOS"
Manel Casals, director general del Gremi d’Hotels de Barcelona, apunta a que esta situación "servirá para valorar el turismo que teníamos". Según ha explicado Casals a este medio, "la situación extraordinaria de la pandemia" ha hecho que, "lo que antes se camuflaba como una parte de los visitantes", se convierta en la "totalidad".
"Nos pensábamos que Barcelona como atractivo turístico era una ciudad que lo podía aguantar todo", añade. Para él, la solución sería que el Ayuntamiento, "que tan crítico ha sido con el sector durante años", aplique realmente las políticas "de las que habla" y Barcelona recupere su posición como atractivo turístico.
Respecto a la situación de los vecinos, Casals apunta que, "los pocos que eran críticos con el sector", ahora "valorarán lo que teníamos antes".