Germàn Domínguez, agricultor de Sant Boi en el Parc Agrari del Baix Llobregat Barcelona
Germán Domínguez, el joven agricultor de Sant Boi que dejó la venta mayorista: "Ahora sirvo a chefs de Michelin"
El empresario del Baix Llobregat asegura que "se puede vivir del campo" a pesar de las "normas imposibles" que "ahuyentan" a la gente joven que se interesa por un sector envejecido
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En el Parc Agrari del Baix Llobregat hay espacio para los agricultores jóvenes. En Sant Boi, a pocos kilómetros del bullicio de Barcelona, Germán Domínguez, un campesino de 30 años, cumple una década con su explotación agraria de El Nano Farinetes a pleno rendimiento.
Este santboiano ha recuperado productos tradicionales del Parc Agrari a base de apostar por la calidad y abandonar la venta mayorista en Mercabarna.
En sus tierras, entre otros, cultiva numerosas variedades de tomates de colores, alcachofas de El Prat de la variedad Tudela – el producto estrella– y flores de calabacín para algunos de los restaurantes más exclusivos de la capital catalana.
Pero su historia va mucho más allá del producto. Germán es una rara excepción en un sector envejecido, sin relevo generacional y asediado por amenazas externas que ponen en riesgo la supervivencia de este espacio único de la huerta metropolitana.
Se alejó de la ciudad
Cuando muchos jóvenes de su generación apostaban por la ciudad, Germán hizo justo lo contrario: regresó al campo.
Germàn, agricultor del Parc Agrari del Baix Llobregat Barcelona
“Mi abuelo era agricultor, mis padres decidieron no seguir con la tradición, y ahí quedó un vacío. Pero yo, cuando él se jubiló, decidí recuperar desde cero lo que se había perdido”, explica.
Con solo dos hectáreas heredadas. Así nació Nano Farinetes, la empresa que hoy ya gestiona 13 ha en el corazón del Parc Agrari del Baix Llobregat, con tierras en Sant Boi y en Santa Coloma de Cervelló.
“Quería llevar la contraria”
Su vocación no fue una aparición repentina. Desde niño, los veranos los pasaba entre cultivos con su abuelo, recogiendo fruta y soñando con la vida al aire libre. Pero en casa nadie quería seguir con el legado familiar.
Sus progenitores se desvincularon del “duro trabajo” del campo conscientes del sacrificio que implica. Pero todo cambió cuando Germán, con entonces 19 años, decidió dar un giro radical a su futuro. En aquel momento estaba haciendo las prácticas en su ciclo formativo de electromecánica.
En plena adolescencia se dio cuenta de que estaba formándose en un sector que no era con el que había soñado en dedicarse.
"¿Por qué me tengo que meter en este mundo si tenemos las dos hectáreas en propiedad en casa?”, se preguntó antes de dar el paso y volver a cultivar unos terrenos que llevaban diez años sin uso.
Vista desde el interior de la masía en el Parc Agrari del Baix Llobregat Barcelona
“Nunca fui buen estudiante. Pensaba que en el campo no haría falta estudiar... y luego descubrí que sí, que había mucho que aprender. La experiencia del abuelo era oro, pero también había que coger libros”, asegura.
“Yo quise llevar la contraria. Empecé a plantar en verano un poco. Me fue enganchando y vi que podía dedicarme a vivir del campo”, relata sobre sus inicios.
Oposición de su madre
Cuando le comunicó a su madre que quería ser agricultor, la noticia no fue bien recibida. “Para ella fue una decepción. Lo había pasado mal de pequeña, con un padre siempre ocupado en verano. No quería que yo pasara por lo mismo”, explica.
El que sí se alegró fue su abuelo, que le ayudó desde buen principio. Sus conocimientos fueron fundamentales para dar los primeros pasos en un mundo desconocido para él.
"La sabiduría de lo que había hecho durante su trayectoria era de gran ayuda", relata.
Estudió agricultura en Tàrrega por indicación de su abuelo, que también le forzó a unirse al sindicato agrario, Unió de Pagesos, donde hoy ejerce de coordinador territorial en el área metropolitana.
Su mismo abuelo se había convertido en uno de los promotores para que en 1997 se creara el Consorci del Parc Agrari del Baix Llobregat.
Desde entonces, vela por la supervivencia de este espacio agrícola en la metrópolis ante la amenaza constante del desarrollo urbanístico.
Germàn, agricultor de Sant Boi durante la entrevista con Metrópoli Barcelona
De dos a trece hectáreas: una década de aprendizaje
Nano Farinetes empezó con solo dos hectáreas familiares. Al principio, reconoce, todo fue más difícil de lo esperado.
“Tenía 18 años, empezaba a ganar dinero y me lo gastaba como si todo fuera beneficio. Me costó entender que había que reinvertir para crecer. Durante los primeros años fui un poco cabra loca”, explica.
"Empiezas a tocar dinero y hay que controlarlo, pero aprendí que si llevaba ese ritmo no era bueno para la empresa. Por eso me puse un sueldo fijo y todo empezó a irme mejor", añade.
Colaboración entre agricultores
La empresa fue creciendo "con mucho picar piedra y buscarme la vida". La ayuda de otros agricultores fue clave.
“Siempre que llamé a un vecino, me echaron una mano. Me dejaron maquinaria, me dieron consejos... nunca me sentí solo, aunque era el más joven”, cuenta.
En paralelo, Germán apostó por la venta directa en un mercado semanal, iniciativa que acabó involucrando incluso a su madre, reticente al principio, pero convencida tras el primer día. “Me dijo: ‘Te ayudo, pero déjame hacerlo como si fuera mío’", dice.
"Le di carta blanca, le dije, "Haz lo que tú quieras, solo quiero que disfrutes y que vendamos el producto y que la gente le guste", le respondió. Y desde entonces, ambos llevan siete años vendiendo juntos.
Los tractores de Germàn en su finca en Sant Boi de Llobregat Barcelona
El crecimiento de su empresa ha sido impresionante en un sector sobre el que desde hace tiempo se vierten palabras de crisis y de riesgo de desaparición. De las dos hectáreas de su abuelo, ha pasado a cultivar 13.
Del Delta al plato de un Michelin
El punto de inflexión para la explotación agraria de Germán fue en 2020. En plena pandemia, la necesidad obligó a reinventarse.
Con el mercado cerrado por las restricciones sanitarias, Nano Farinetes empezó a repartir cestas a domicilio y encontró en la crisis una oportunidad que le permitió crecer.
"Estábamos haciendo casi 100 pedidos a la semana", relata. "Tenemos que estar muy agradecidos a toda la gente que confió en nosotros en ese tiempo", agradece a los clientes que le permitieron seguir vendiendo pese a la situación adversa.
Uno de los tomates que cultiva en su finca Barcelona
Fue entonces cuando conoció a Pau Santamaría, hijo del chef Santi Santamaría, quien le propuso cultivar productos de calidad para su red de restaurantes Michelin.
Su aparición fue fundamental para cambiar el modelo de venta, dejando atrás un gran distribuidor como es Mercabarna y apostar por un proyecto centrado en la producción específica.
“Él me giró la tortilla. Me dijo: tú plantas esto y te lo pago a este precio. Así pude planificar, saber que valía la pena plantar ciertas variedades”. Hoy, el 70% de su producción va destinada a esos restaurantes, a través de Pau.
“No sé a cuáles exactamente sirvo, pero sé que están en lo más alto”, asegura Germán.
Entrada a la fina de Germàn en el Parc Agrari del Baix Llobregat Barcelona
Recuperar la mejor alcachofa
En Nano Farinetes, recuperar los productos tradicionales del Parc Agrari ha sido su seña de identidad.
Entre sus productos estrella destaca la alcachofa blanca de Tudela, una variedad tradicional que ha ido desapareciendo en favor de híbridos más resistentes como la Green Queen.
Sin embargo, Domínguez ha decidido apostar por conservar este símbolo agrícola, adaptando su cultivo a los efectos del cambio climático. "La calidad ha bajado mucho, sobre todo por las temperaturas extremas de julio y agosto", explica.
Método pionero para retrasar la plantación
Para revertir esta situación, ha desarrollado un método pionero que consiste en retrasar la plantación a finales de agosto y controlar la temperatura en vivero.
“Hemos reducido las bajas de planta del 50% al 5% modificando el calendario de plantación y controlando la temperatura. Es tres veces más caro, pero vale la pena para tener el campo a máxima producción”, afirma.
Además de la alcachofa, desde sus fincas Germán se ha propuesto recuperar el sabor original del tomate, apostando por variedades antiguas y de colores diversos.
Germàn, uno de los agricultores del Parc Agrari del Baix Llobregat con un tomate en la mano Barcelona
También ha ampliado su oferta con productos identitarios de la gastronomía catalana como el calçot, que han empezado a exportar a diferentes países de Europa.
"Se puede vivir del campo"
A pesar de la imagen de precariedad que arrastra el sector, Germán lo tiene claro: “Se puede vivir del campo. Hay épocas malas, sí, pero también hay buenas. Hay que enfocar bien tu negocio, saber si te conviene la venta directa, a quién vendes y cómo”.
No duda que el campo “es sacrificado”, pero lamenta el planteamiento que se ha hecho en los últimos años desde el sector agrario.
"Normas imposibles de cumplir"
“Es un problema del sector. Siempre hemos enfocado que no se puede vivir y que hay muchas pérdidas. Existe y pasa. Es crítico y complicado, pero si tan malo fuera no habría nadie, se hubieran ido a la fábrica a trabajar”, justifica.
Pero también lanza una crítica directa a las administraciones, a quienes pide más trabajo: “Desde los despachos creen que hacen mucho, pero deberían salir al campo, hablar con nosotros", reclama.
"Hay buenas iniciativas, como el Espai Test en Sant Vicenç dels Horts, pero si se ponen normas imposibles, se pierde a la gente joven que quiere empezar. Y no estamos como para perder oportunidades”, remarca.
Interior de la masía que está reformando en la finca Barcelona
El futuro: abrir la finca para compartir el conocimiento
De cara a los próximos años, Germán quiere consolidar su modelo de producción, abrir más la finca al público y seguir mejorando la calidad.
“Queremos que la gente venga, que vea cómo trabajamos, que pruebe nuestros productos y que entienda lo que hay detrás. Solo así se puede valorar el trabajo del agricultor”, asegura.
Ya ha dado los primeros pasos: reformar la parte superior de la masía que tiene en Sant Boi para acoger visitas de grupos escolares y enseñar a los más pequeños cómo se trabaja en el sector agrícola para que los productos acaben llegando a su mesa.
Este último año ya ha participado en un proyecto educativo apadrinando una aula de un colegio de Corbera de Llobregat, donde ha enseñado a alumnos su labor.
“Me gustó mucho porque los alumnos tenían una idea de cómo va a ser el agricultor antes de conocerme a mí: habían dibujado a una persona mayor con una camisa de leñador", relata. "Cuando me vieron a mí, un chaval joven, les descuadraba”, bromea.