Tengo la impresión de que la decadencia evidente de Podemos, que no ha pillado ni un triste ministerio en el nuevo gobierno de Pedro Sánchez, puede evolucionar en paralelo a la de los comunes, que fueron su delegación catalana hasta que Ada Colau descubrió que le salía más a cuenta pasar de Pablo Iglesias (que no deja de ponerla verde últimamente) y acercarse a Yolanda Díaz y su comunismo sonriente y elegante (por detrás y por delante, que diría la llorada Carmen de Mairena).

Durante un tiempo, incluso, dio la impresión de que, a base de incrustarse en el yolandismo, nuestra Ada iba a pillar cacho a nivel nacional, pues parecía estarse poniendo a tiro para uno de los ministerios que dependieran de Sumar. No sé si algo se torció por el camino, pero el ministerio no llegó jamás. Ada insiste en que nunca lo quiso, pero resulta difícil creerla. A fin de cuentas, estamos ante la mujer que aseguraba no aspirar a nada más que dirigir la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y acabó de alcaldesa, donde acabó saltándose las normas del partido para eternizarse en el cargo. Cuando dijo que no aspiraba a ser ministra de España, le concedimos la misma sinceridad que cuando dijo que no quería ser alcaldesa, y ahora no sabemos si, como ella misma dice, se le llegó a ofrecer un ministerio que ella rechazó o si, como insinúa el resentido Echenique, nunca se le ofreció nada (solo Yoli Sonrisas lo sabe, pero no parece dispuesta a aclarar la situación).

Desposeída de la alcaldía y sin futuro ministerial, la situación de Ada (y de sus comunes y corrientes) no parece muy estimulante, a no ser que Collboni los necesite para incrementar sus fuerzas municipales, aunque tiene donde elegir, pues ahí están el doctor Trias i Vidal de Llobatera y la sustituta del Tete Maragall, Elisenda Alamany, con ganas de pillar cacho en el ayuntamiento de Barcelona. Para colmo de males, Ada ha perdido a su número dos, Jordi Martí, esa especie de sub Mascarell que lleva media vida en el ayuntamiento, fue socialista antes que común y ahora, en cierta medida, vuelve a sus orígenes yéndose a Madrid a ejercer de segundo de a bordo del nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que ha recurrido a él porque la cultura no es lo suyo, por mucho que cite a Montserrat Roig y hasta a Jorge Semprún (que no están vivos y, por consiguiente, no pueden decirle que no se sienten muy bien representados por él, aunque el muchacho es de lo más presentable que corre por Sumar y se le nota que es de buena familia y que ha ejercido la diplomacia).


Todo parece indicar que se produce un vacío de poder en el mundo de los comunes barceloneses. Martí, que servía para un barrido y para un fregado porque se conocía el ayuntamiento a fondo, se va a hacer las Españas. Ada, no se sabe si era ministrable o no, pero su destino inmediato consiste en aparentar que pinta algo, o puede pintarlo, en la administración Collboni (del que se deshizo cuando el 155 y del que es lícito y verosímil esperar cierto lógico rencor). Al mismo tiempo, no es descartable que, perdido el poder, empiecen a salir a la luz pasadas salidas de pata de banco y cacicadas varias de Ada y sus más funestos secuaces (véase Eloi Badia, por poner un ejemplo flagrante de ineptitud y sobradismo), lo cual incidiría negativamente en el posible futuro de la formación. Podemos y los comunes han llevado vidas paralelas en su auge y su caída. Pueden intentar morir matando, pero yo diría que futuro, lo que se dice futuro, no les queda mucho.