Jaume Collboni empieza un año complicado. Presupuestos prorrogados -menos mal que incluyen los 3.800 millones que se incluyeron el año pasado-; gobierno en minoría sin previsión de una entrada inminente de nuevos socios; y la ciudad con un sinfín de obras en marcha que ponen en cuarentena la movilidad y la convivencia ciudadana. No será un año fácil si añadimos problemas endémicos como la vivienda o la seguridad.
Ya veremos como acaba la cosa pero ya les digo que pronto no acabará. Los más optimistas dicen que tendremos los números en primavera pero eso quizá es demasiado optimista porque tanto ERC como comunes quieren arrogarse la paternidad de los grandes números.
No toca otra que esperar y tener paciencia. De momento, el alcalde ha demostrado que tiene paciencia y va a lo suyo. Y algo ha conseguido. Según el barómetro de invierno, el 51,3% de los barceloneses piensa que la situación de la ciudad va a mejor y un 26% que la ciudad ha mejorado en el último año. En conclusión, para los barceloneses la ciudad ya no va al pairo.
Un pequeño detalle. El lío monumental con la seguridad de la Cabalgata de Reyes se solucionó de forma brillante porque no hubo que lamentar incidentes, a pesar de que la empresa hizo mutis por el foro para eludir sus responsabilidades laborales.
Podía haberse generado un caos. Y no fue así porque se reaccionó de forma eficiente.
Y hay que decirlo. Los servicios de limpieza tuvieron una nota excelente. Limpiaron el recorrido de los reyes magos de forma rápida y eficaz en poco tiempo. Parecía que por allí no habían pasado miles de personas, se habían tirado centenares de caramelos y una ingente cantidad de confetis, papeles y todo tipo de deshechos.
El martes por la mañana como diría aquel se podían comer sopas en las calles intransitables hacía unas pocas horas. O sea, el ayuntamiento funcionó y bien. A los periodistas se nos hace difícil reconocer los éxitos porque es más lucrativo -informativamente- el fiasco.
En el debe de la ciudad, el precio de la vivienda sigue subiendo y en todos los distritos. Sabemos que para el consistorio es una prioridad pero se necesitan triunfos en esta materia. Y con urgencia.
El tema de las obras es punto y aparte, pero la reforma de las Ramblas, Via Laietana, la Sagrera, la estación de Sants, la cobertura de la Ronda de Dalt, la Línea 9 del metro, la construcción de mercados o la biblioteca del Parc de la Ciutadella, deberían ir cerrando etapas.
Sin olvidar las obras del tranvía de la Diagonal. Son muchas, pero no son las únicas y tienen la ciudad patas arriba, empezando por la plaza de España. Las obras hay que hacerlas pero no eternizarlas.
Tenemos un proyecto de ciudad, un proyecto de futuro, pero en manos de un gobierno débil y un poco atado de pies y manos.
Cuatro años así no es una realidad deseable porque la unión hace la fuerza, y el egoísmo siempre es un lastre. Las elecciones son en 2027 y las prisas de algunos por ponerse medallas es una estrategia mediocre y con resultados dudosamente positivos para los interesados.
ERC y comunes están demasiado empecinados en tener protagonismo. No digo que no sea legítimo pero es contraproducente toda vez que ni siquiera tienen candidato y, si me apuran, una estrategia consolidada.
Los comunes van con aires de grandeza y ERC hace de los vaivenes su modus operandi. Mientras, la ciudad puede perder un tiempo precioso. Se ha invertido la tendencia. Del decrecimiento hemos pasado a la esperanza del “todo irá a mejor”. No desperdiciemos la fuerza de Barcelona en cuitas de medio pelo. Collboni tiene paciencia, pero a lo mejor los barceloneses no.