Gobernar. Tomar decisiones, con áreas de responsabilidad. Una pereza en estos tiempos. Lo más satisfactorio es estar, sin asumir nada, lanzar reproches y señalar al adversario, para que apenas pueda respirar. A eso se dedica ahora Esquerra Republicana, atrapada por sus miedos y la falta de personalidad.

No se podrá negar que lo tiene difícil. Junts per Catalunya, que no deja de ser Convergència, con algunos añadidos, presiona todo lo que puede. Y el resultado es que la gobernabilidad, en el Ayuntamiento de Barcelona y en el Parlament de Catalunya, supone un gran esfuerzo. O es casi imposible.

En Barcelona, el alcalde Jaume Collboni puede exhibir que gobierna sin apenas oposición. Es cierto, como señalaba Metrópoli este lunes, que el primer edil llegará al ecuador de su mandato, en mayo de 2025, con cierta facilidad. En solitario. No tendrá socios hasta ese momento, y ya se verá si Esquerra decide o no entrar en el ejecutivo local. Pero lo lógico, lo razonable –en democracias sanas y estables—es que un gobierno tenga mayorías para aprobar presupuestos, para sacar adelante proyectos ambiciosos. Un gobierno que se forme a partir de la participación de varios partidos políticos. Y Collboni necesita esos posibles socios, porque el PSC sólo cuenta con diez concejales.

Gobernar es costoso. No se puede ni se debe contentar a todo el mundo. Hay intereses cruzados y está bien que así sea. Un partido es serio cuando asume la gestión del día a día, cuando sabe que no podrá satisfacer a su propio electorado, cuando entiende que debe dialogar y entenderse con su adversario ideológico.

Esquerra, que había superado esa barrera psicológica, y quería formar parte del equipo de gobierno de Collboni, ahora no sabe qué hacer. Sus miedos han aparecido de nuevo. ¿Lo debe supeditar todo a lo que suceda en el Parlament? Para Esquerra gobernar en Barcelona no debería ser anecdótico.

Por razones históricas, los republicanos saben que la capital catalana fue la gran base para el partido cuando gobernó la Generalitat en los años treinta. Los cuadros, los técnicos y las ideas surgían del Ayuntamiento barcelonés.

Para Collboni puede ser cómodo seguir así. Oriol Junqueras, líder, otra vez, de ERC, puede pensar que actuando de esa forma complica las cosas al PSC. Pero, en realidad, se las complica a su propio partido. ¿De qué le sirve a un barcelonés votar a ERC, si sus concejales no son visibles, si no defienden desde el gobierno local una determinada política?

Actuar en positivo debería ser ya la gran prioridad de los partidos políticos, dejando esa funesta práctica de poner todos los obstáculos al adversario, paralizando con ello la vida diaria de las instituciones. ¿Cómo se quiere a Barcelona o a Catalunya si se paraliza la gobernabilidad?