El asalto al barrio del Eixample por parte de fondos de inversión y toda clase de especuladores lleva desarrollándose ya desde hace cierto tiempo, pero ha quedado más claro que el agua con el caso de la Casa Orsola, cuyos inquilinos resisten numantinamente desde hace tres años las presiones del nuevo propietario del edificio, que quiere deshacerse de ellos para incrementar los alquileres y todas esas cosas a las que se dedican los especuladores.
Acogiéndose al derecho de tanteo y retracto, Ada Colau pudo comprar la Casa Orsola en su momento, pero se le antojó un despilfarro, aunque ahora su heredera, Jessica Albiach, le mete prisa al alcalde Collboni para que haga lo que no hizo su jefa cuando le tocaba.
Se calcula que, en estos momentos, hay unos 44 edificios en la misma situación en la izquierda del Eixample, y bastantes más en la derecha. Uno de ellos, situado en la calle Mallorca, es en el que uno lleva viviendo desde 1992, pagando religiosamente su alquiler cada mes y encajando con resignación el desinterés por el mantenimiento del edificio que practicaba el dueño, que en paz descanse.
Una vez fallecido el buen hombre, el edificio fue adquirido por un fondo de inversiones (empresas conocidas por un nombre menos elegante) que pretende echarnos a todos y vender los apartamentos a precios absurdos. El ejemplo más sangrante es el del ático, que se quemó hace un montón de años y quemado se quedó, pues el propietario no era un hombre dado a rascarse el bolsillo en reformas (ni en nada: hasta los ochenta y tantos años, te lo podías encontrar por la escalera cambiando personalmente las bombillas de los rellanos). Ese ático, convenientemente churruscado y sin el más mínimo arreglillo, ha sido puesto a la venta por la atractiva suma de dos millones y medio de euros (el pitorreo en las redes ha sido de campeonato).
Si no nos salva el ayuntamiento con lo del tanteo y retracto, lo más probable es que acabemos todos en la calle. Y lo mismo está sucediendo en un montón de edificios de nuestra querida ciudad, donde el propietario cree estar en posesión de un tesoro con el que pretende forrarse un poco más el riñón.
Vivimos en una sociedad globalizada y todo nos acaba llegando. Me acuerdo de amigos míos en Nueva York que, un mal día, tuvieron que trasladarse de Manhattan a Brooklyn, de Brooklyn a Harlem, de Harlem a Nueva Jersey y, en algunos casos, de Nueva Jersey a Pensilvania.
Los casos de París o Londres son parecidos. Y la plaga llegó hace años a Barcelona, una ciudad en la que los locales cada vez lo tienen peor para alquilar un apartamento: los propietarios prefieren sablear a extranjeros con monises o recurrir a Airnbn antes que poner sus tesoritos en manos de tristes pelagatos barceloneses como quien esto firma.
¿Cómo hemos llegado a esto? En parte, por el típico contagio que se da en las ciudades donde a casi todo el mundo le apetece vivir. En parte, por la desidia municipal y las falsas promesas del ayuntamiento, que en la era Colau eran muchas y constantes.
Empezamos hace años con el incremento desquiciado de los alquileres (en el que los políticos, siempre tan business friendly, no quisieron meterse). Seguimos con la supuesta construcción de vivienda protegida que se ejecutaba, si se ejecutaba, a una velocidad de tortuga. Continuamos con la fiebre del oro de los alojamientos temporales para turistas. Y acabamos con los fondos buitre entrando a saco en cualquier edificio que les parecía propicio a la hora de lucrarse.
Es contra los fondos buitres donde debería emplearse a fondo nuestro ayuntamiento, si no queremos que se siga echando de sus casas a la gente que lleva treinta años viviendo en ellas. Se impone un poco de orden si no queremos que nuestra ciudad se convierta en lo que ya empieza a ser, un decorado para turistas, un escenario en el que no se representa ninguna obra. Pensemos, una vez más, en Nueva York. Desde que es una ciudad para millonarios, la presencia de artistas y creadores en general ha caído en picado (y encima están volviendo los navajazos y la inseguridad de los años 70, cuando la ciudad, arruinada, daba asco, pero acogía lo más estimulante de la vanguardia mundial).
La vivienda es ya uno de los principales problemas de los barceloneses (hay alquileres que superan a muchos sueldos), y de alguna manera habrá que solucionarlo para que esto no se convierta en una especie de Poble Espanyol. Los de la Casa Orsola han demostrado la verdad de aquel refrán que afirma que el que no llora, no mama. Así que más nos vale ponernos a llorar en masa si no queremos acabar todos en la puta calle.