Un excelente diseño es siempre un valor añadido para la ciudad que lo incorpora en su mobiliario urbano. La vía pública se torna de este modo en un magnífico escaparate de distinción. Añade a su función social, el del decoro en papeleras, bancos, semáforos, señalización, contenedores, etc. sitos en nuestras calles.
Sin embargo, el diseño ha de tener una característica que debe primar sobre cualquier otra: su funcionalidad. En Barcelona, han proliferado bancos de gran estética sobre los que nuestros mayores se sentaban, pero después les costaba levantarse.
Barrios que fueron galardonados en arquitectura, Can Tunis, que después eran derribados por su marginalidad. Plazas públicas premiadas en las que el gris del cemento, la del Països Catalans, inhabilitadas para el disfrute ciudadano.
También se promovían parques y jardines sin sombra de verano o los belenes navideños en la Plaza de Sant Jaume. Son algunos de malos ejemplos de diseño sin utilidad, de mal gusto o de no servir al fin para el que eran dotados.
Me llama particularmente un elemento del mobiliario urbano barcelonés: las papeleras. Obviamente han de proliferar en toda la ciudad. Lo cierto es que son tan bonitas como ineficaces.
Se incorporaron en el paisaje urbano tras cautivar probablemente a algún responsable municipal por su estética quien a su vez debió ignorar cuál era su función y sobre todo como ser eficaz en el servicio urbano de limpieza que debieran prestar.
Las papeleras en Barcelona son hoy un cilindro expedito, agujerado y reversible. El problema es que están más diseñadas para lucir que no para acumular los desechos que a ellas arrojan los peatones.
Al carecer de tapa o semicubierta, cuando sopla un viento fuerte los papeles en ellas depositadas retroceden en el tiempo de antes de ser arrojados al contenedor en un “efecto sifón”. Así retornan al suelo o vuelan arrastradas por el aire intenso.
Por otra parte, al no estar protegidas de la lluvia, el agua caída en su interior desagua por los orificios de las papeleras multiplicando la suciedad. A lo anterior, añádase que el cubo descubierto de la misma favorece su incívica utilización como contenedor de bolsas de basuras que en ellas se depositan cuando esta no es su misión.
Son precisas nuevas papeleras de diseño, pero ante todo funcionales. Paris o Milán son referentes. Y con dos premisas básicas: con una cadencia de limpieza y vaciado que impidan su rebose y desborde, sanciones ejemplares y cobradas a los incívicos y no olvidar que el más limpio es el que ensucia menos.