En gran medida todos los movimientos políticos en España están relacionados con una dicotomía, la de Barcelona con Madrid, o la de la capital española con la capital catalana. El proceso independentista tuvo mucha relación con ello. La percepción, --con algunos hechos tangibles-- de que Madrid 'se iba', como había apuntado Pasqual Maragall, provocó un impulso en las élites catalanas para compensar esa situación con la reivindicación de un mayor poder político para Catalunya.
Lo señaló el propio Círculo de Economía, en 2001, con un documento que causó resquemor. Entonces bajo la presidencia de Salvador Gabarró, el lobby empresarial aseguraba que se había diseñado una España moderna a partir de Madrid, con fuertes inversiones del Estado. Si se debía competir en el mundo, lo primero era contar con una gran ciudad global, enfocada principalmente hacia Latinoamérica. Y es cierto que eso ha sucedido.
Ahora Barcelona, tras un periodo muy convulso, y todavía con algunas inercias, ha recobrado el pulso. Hay proyectos de transformación urbana muy potentes, y la idea de que la ciudad debe tener una mayor coordinación con el área metropolitana, con una gobernanza más atrevida y ambiciosa. Se quiere hacer real una gran urbe de cinco millones y medio de habitantes, que pueda ser una referencia entre las grandes metrópolis europeas.
¿Esa realidad, es reconocida en el conjunto de España, y lo es en concreto por parte de las grandes empresas españolas? El cuarto teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, y responsable del área económica, Jordi Valls --que ha combinado en su carrera profesional el sector público y el privado-- señala en una entrevista con Metrópoli que el IBEX no acaba de apostar por Barcelona tras haber superado el proceso independentista.
Es un icono, el IBEX, que utiliza Valls para señalar que no se trata de que se deje de lado el mercado catalán. Esa no es la cuestión. Si no de implicarse en lo que pasa realmente en Barcelona, en entender los mecanismos internos de una sociedad que desea relacionarse de igual a igual con los resortes económicos del conjunto de España.
Se trata, a juicio de Valls, de que los directivos de esas grandes empresas estén físicamente en Barcelona, que formen parte, de forma activa, de actividades y proyectos que se desarrollen en Barcelona.
Se podrá discrepar de Valls, al entender que ese no es el problema o el principal problema. Pero llama la atención que quiera subrayar esa 'no presencia', a su juicio, desde el convencimiento de que se sigue sin entender lo que ha pretendido el poder económico y político catalán. Lejos de esos proyectos independentistas --que nunca han sido reales-- lo que se ha buscado es una dualidad con igualdad de oportunidades entre Madrid y Barcelona.
Hay otras referencias en España, y centros económicos muy dinámicos, como Málaga en los últimos años. Pero lo que se ha pedido es esa España con dos grandes centros que colaboraran de forma estrecha.
En eso todavía está una parte del poder político catalán. Lo está Jordi Valls, y lo está el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, que mostró esa intención en una intervención reciente en Madrid. ¿Se está a tiempo de rectificar por parte de todos para dibujar esa España con dos grandes ciudades como Madrid y Barcelona?