Los partidos políticos tienen en cuenta a la opinión pública, a los electores, incluso a los propios, sólo de forma relativa. Impera la lucha interna por el poder y el juego táctico para intentar fastidiar al adversario. Es así. ¿Sería preferible otra cosa? Claro, pero la propia lucha competitiva, la que alienta la democracia de partidos, lleva a esa situación. Se podría actuar en diversas direcciones para mejorar la calidad de la democracia, pero nadie quiere dar el primer paso.

En Barcelona se puede apreciar de forma clara esa forma de entender la política. Un grupo municipal, que ganó las elecciones pero no supo conseguir la alcaldía, como es Junts per Catalunya, ha decidido ejercer una dura oposición contra el gobierno municipal que lidera el socialista Jaume Collboni. Está en su derecho claro, lo que sucede es que va en contra de sus propios electores, de lo que votaron a Xavier Trias con la ilusión de que se podría fomentar en la ciudad una dinámica económica positiva.

Porque sólo se puede entender que Junts no secunde la reforma de la medida del 30% de vivienda pública en las promociones inmobiliarias –que votó junto al PSC y ERC en el anterior mandato—por el propósito de no apoyar nada a los socialistas.

Sin embargo, lo que dibuja el partido de Carles Puigdemont –que sí apoya al PSOE en Madrid, pero no al PSC en Catalunya—es que sea Collboni quien renuncie a los votos de Junts un año antes de las elecciones municipales.

Es decir: impera la táctica. Si Junts ofrece su mano al PSC a lo largo de 2026, con el argumento de que la ciudad debe avanzar, en temas tan importantes como la vivienda, es para hacer ver que es Collboni quien no quiere saber nada. El PSC no querrá llegar a las elecciones de la mano de Junts.

Muy interesante. O muy patético, claro. Pero esa es la relación que realmente importa a los dirigentes de los partidos: intentar vulnerar al adversario, hacerle daño, con la quimera de que los electores sabrán valorar esos golpes bajos.

También es verdad que hay mucho cálculo en el otro lado, en el PSC, que espera que la bolsa de los comunes se vaya, al menos en parte, al bando socialista

Y ello lo que lleva es a la parálisis. ¿Se podía esperar algo diferente cuando se inició el mandato de Jaume Collboni, gracias al voto del PP que lidera en Barcelona Daniel Sirera? En la entrevista de Sirera en Metrópoli deja claro que no podía, de ninguna manera, dejar el Ayuntamiento en manos de Junts y de ERC.