A finales del Siglo XIX, Carlos Perelló Novell, natural de Catllar (Tarragona), llegó a Barcelona con sus hermanos Juan y Ángel. Y tras diferentes trabajos, en 1912 creó una empresa que ha durado hasta el presente año y ha cerrado para siempre. 

Se llamaba Tuberías Perelló, situada en la calle Pallars del Poblenou. Allí patentó un sistema de acoplamiento de tuberías que evitaba fugas y rupturas y que todavía se emplea.

Durante los años prodigiosos y después de la Gran Guerra, la Exposición Internacional de 1929 le concedió la Medalla de Oro por la importancia de sus tuberías, que permitieron llevar agua corriente a 380 municipios.

Los hijos de Perelló, segunda generación, patentaron un pionero sistema de soldadura eléctrica que aún se usa actualmente. La República decomisó y expropió su empresa y durante la guerra civil le tocó reparar aviones de combate.

Acabada la guerra, construyeron y patentaron un sistema de gasógeno para vehículos. El primero se instaló en un taxi que consiguió subir hasta el Tibidabo. La tercera generación cambió el nombre de la empresa y se llamó Caldererías Perelló.

La cuarta generación continuó fabricando en el Poblenou. Y cuando se comenzó a excavar la futura Villa Olímpica, aparecieron las tuberías de 1929.

Todo iba bien hasta que, con motivo del llamado Foro de las Culturas y la consiguiente especulación, el Ayuntamiento del alcalde socialista Joan Clos les expropió su terreno. Entonces se exiliaron a una nueva planta en Martorell.

Ahora, Josep Maria Perelló se ha visto obligado a cerrar por jubilación, por falta de sucesión, por el aumento de la burocracia y “por los impedimentos y problemas causados por la Administración”, lamenta.

Calderas Perelló se suma a la desaparición de empresas familiares en Catalunya por causas parecidas. A pesar de que, como en este triste caso, contribuyeron al desarrollo industrial de España. Desde el entonces llamado Manchester Catalán.

Hace dos años, la mitad de los 38 empresarios catalanes que participaron en la fundación del Instituto de la Empresa Familiar en 1992, ya habían vendido sus empresas.

De los 15 presidentes del Instituto de Empresas Familiares, siete ha sido catalanes. Con apellidos emblemáticos como Rodés, Puig, Serra, Bosch, Andic, Moll, Guasch… Y en su junta otros siete: Daurella, Uriach, Planes, Torelló, Corts, Godó y Puig.

Tal y como escribió y advirtió Xavier Salvador, editor del Grupo de Medios Global, estamos asistiendo a “El ocaso de la empresa familiar catalana”.

“Las empresas familiares se construyen sobre sueños compartidos, donde cada revés es una oportunidad para fortalecernos juntos.”, dijo Robert Anderson, inventor escocés de carruajes eléctricos en 1832.

“Las empresas familiares no solo transmiten riqueza, sino también valores, tradiciones y el espíritu emprendedor.”, añadió la profesora estadounidense Susan Kline.

Pero casi nadie recuerda ya tantas empresas familiares como la saga Perelló cuando abre o cierra los grifos o las calefacciones. Mientras, sueños y esfuerzos de tantas generaciones de empresarios se van por las tuberías de la historia y la memoria.