En cualquier debate serio sobre la vivienda, lo primero que se plantea es la seguridad jurídica, sobre todo la de los propietarios, la que más incide en la nefasta situación que vivimos.
Con los números bien hechos, el rendimiento de un piso turístico en Barcelona no supera al de un alquiler residencial, según los cálculos del economista y catedrático José García Montalvo, que ha tenido muy en cuenta la tributación de ambas rentas.
Un aliciente poderoso del alquiler turístico es precisamente el escaso riesgo de impago; o sea, la certidumbre del rentista, el elefante en la habitación, como también coinciden expertos tan distanciados como la presidenta de Hàbitat3, Carme Trilla, y el presidente de los promotores catalanes, Xavier Vilajoana.
Esa es la razón por la que muchos propietarios de inmuebles optan por vender o alquilar a turistas y huyen del alquiler tradicional.
Esos testimonios se pudieron oír en un debate de la semana pasada en las jornadas del BCN Desperta!, donde se abordó la cuestión de la vivienda desde varias perspectivas.
Otro aspecto de la cuestión que suscita un acuerdo generalizado entre los especialistas es la necesidad de aumentar la densidad de las zonas residenciales cuando sea posible y razonable.
Se trata de un mecanismo de resultados no troncales, como es la construcción de pisos, pero sí muy útil. Es interesante porque su recurso permite hacer vivienda digna, como dice el alcalde de Cornellà, Antonio Balmón, sin necesidad de aumentar en la misma proporción la inversión pública en estructuras de movilidad, educación y sanidad.
Se puede conseguir por distintas vías; a través de un modelo de construcción en el que se establezca un mínimo de viviendas por hectárea, como el que se aplica en Holanda y que tanto gusta a Balmón; agilizando la transformación de bajos comerciales en viviendas; o dividiendo pisos de grandes dimensiones en varias viviendas.
Otro sistema que puede ayudar es lo que se conoce como la verticalidad, aunque tiene sus peligros. Uno de ellos es la remonta, la ganancia de altura en edificios ya construidos que produce monstruos muy visibles –ofensivos--, como los que encontramos tan a menudo en Barcelona.
José María Porcioles, el histórico alcalde franquista de la ciudad, fue generoso al permitir que los inmuebles agotaran toda su edificabilidad a posteriori. De ahí los adefesios a los que antes aludía y las reservas de vuelo que se han quedado algunos promotores por si un día pueden sacar el último duro a la obra.
Mucho cuidado con las remontas, que solo son tolerables si se hacen con gusto y respeto a inquilinos y vecinos: la buena remonta es la que no se nota.
El caso más conocido de esa rara avis es el de la Casa Dolors Salvadó, donde estuvieron las oficinas de Perlas Majórica y el bufete Cuatrecasas, en Diagonal con Córsega.
En 2001, se subió una planta respetando el estilo del arquitecto Enric Sagnier, la cúpula esquinera y la ornamentación de la azotea. Cuando desaparecieron las lonas, nadie pudo apreciar la diferencia.