Una de las derivadas más frecuentes de las victorias políticas ajustadas es que no permiten dar carpetazo a las campañas electorales.

Lo vemos en el caso del Gobierno español, que dirige el PSOE pese a no haber ganado los comicios del 23J; y también en el Ayuntamiento del Barcelona, que preside el PSC con 10 concejales, uno menos que JxCat.

En el caso barcelonés, es Ada Colau, que perdió la alcaldía y cuya candidatura quedó a solo 342 votos de la de Jaume Collboni, la que encabeza esa lucha negativista. El objetivo rumoreado de ocupar un cargo en un organismo internacional ha quedado en nada, más allá de la Fundació Sentit Comú que tiene la sede donde están las oficinas de Barcelona en Comú.

Tardó más en dejar el Ayuntamiento que Xavier Trias. Año y medio a pesar de que desde el principio era sabido que no ejercería de oposición (dentro del consistorio).

La ejerce desde fuera para desespero de sus compañeros de grupo municipal. Su participación hiperpublicitada en la flotilla de Gaza es el último movimiento de esa estrategia extraparlamentaria.

Antes de partir ya exhibió en Instagram a su hijo menor, que proclamaba consignas propalestinas aprendidas en las manifestaciones. Ahora, cuenta desde alta mar que el niño le ruega que vuelva con él.

Zarpó a bordo del Alma, un yate que tras ser confiscado en 2018 a unos traficantes en aguas de Baleares, había sido puesto en alquiler para turistas por quienes se lo quedaron en subasta y del que finalmente se desprendieron. La exalcaldesa y los organizadores de la flotilla le cambiaron el nombre por Family para romper con esa pista deshonrosa una vez Crónica Global publicó su historia.

Pero el Alma está gafado y ha terminado por petar en Grecia, donde ha dejado tirada a la dirección del Global Sumud Flotilla y a Colau. Ahora, navegan en el Sirius, más modesto.

El viaje a Gaza ha ido acompañado de invectivas al Gobierno español, al que ha acusado incluso de ser cómplice del genocidio de Gaza, olvidando que España reconoció al Estado de Palestina hace un año.

La situación es complicada y recuerda los lances del Pablo Iglesias vicepresidente. El rendimiento político de la participación de Colau en la flotilla está vinculado al desgaste del PSOE, con el que su partido gobierna en coalición. El titular de Cultura, Ernest Urtasun, sin ir más lejos, milita en Catalunya en Comú.

Pero la mujer no tiene mucha suerte, la verdad, porque en lo que se refiere a Palestina, Pedro Sánchez lo había visto mucho antes como bandera de defensa de los derechos humanos y como trampa para sus oponentes.

Lo acaba de demostrar de nuevo cuando Colau, erigiéndose en portavoz de la flotilla, demandó protección públicamente al Gobierno español. "Toma Furor", le contestó el presidente con unos reflejos envidiables, exhibiendo una vez más un olfato político y un sentido de la oportunidad de los que sus adversarios carecen.

Lo peor del episodio es que el noble gesto de ayuda a Gaza queda seriamente mermado si se utiliza más en clave de política interna que como auxilio efectivo a los palestinos.