Elegir como candidato a la alcaldía de Barcelona a Xavier Trias, que es, básicamente, una persona de orden, no se acaba de entender muy bien desde el punto de vista de la nueva Convergencia que, controlada a distancia por Puigdemont desde Waterloo, parece haberse convertido en un partido más antisistema que la CUP. Convergencia ha cambiado, pero Xavier Trias i Vidal de Llobatera no. O no hay banquillo en Junts x Puchi o se ha optado por tragarse el orgullo indepe y recurrir a un convergente de toda la vida, de los del peix al cove, de los fans de Jordi Pujol, quien hace unos días arropó al candidato Trias en un acto de presentación de campaña y, además, lo hizo acompañado por su delfín de antaño, Artur Mas, de profesión, sus embargos.

Entre los representantes de aquella máquina de ganar amigos e influir en la sociedad (como diría Dale Carnegie) que fue la Convergencia de los buenos viejos tiempos parece haberse optado por prescindir de la nueva toma de posición del partido, hablando lo menos posible de independencia y lo máximo del orden cartesiano que va a regir en Barcelona en cuanto Trias recupere el sillón de alcalde. Y así es como hemos llegado a la extraña coyuntura en que el representante de un partido oculta sus siglas como si le avergonzaran (cosa comprensible en este caso) o se presentara a las elecciones municipales por su cuenta (lo cual le permite, eso sí, aspirar a robarles votos a ERC, el PSC y hasta el PP).

Las contiendas electorales suelen enfrentar a los partidos políticos basándose en la respectiva ideología de cada uno. En ese sentido, lo de Trias es de traca porque representa a un partido, CDC, que teóricamente ya no existe, aunque muchos de sus figurones se hayan instalado confortablemente en la versión made in Puchi del asunto. Así nos encontramos con la siguiente paradoja: Junts x Cat solo piensa en la independencia del terruño, pero a su alcaldable por Barcelona se la sopla, o eso aparenta. Lo único que vende Trias es una vaga llamada al orden tras el supuesto sindiós de Ada Colau y los comunes. Y lo hace a solas, a las bravas, motu proprio, como si en vez de ser un convergente de la primera hornada (que lo es), hubiese aparecido de repente debajo de un repollo o fuese una especie de extraterrestre que solo se representa a sí mismo, pero tiene unas ideas pistonudas sobre su ciudad.

La incoherencia entre la actual ideología de los post convergentes y la elección de Trias para aspirar a la alcaldía de Barcelona resulta muy notable. Es como si los fabricantes del iPhone 24 se empeñaran en venderte el iPhone 3. ¿O es que lo que cuela para Cataluña no cuela para Barcelona? Y lo más curioso es que la jugada no parece estar saliendo nada mal. La gente contempla con cierta simpatía al sensato señor Trias y se olvida, porque el propio candidato se encarga de ello, de que pertenece a un partido que ha evolucionado rápidamente del autonomismo a la independencia, renunciando a dejar el tema para el Tete Maragall, quien, a su vez y puede que influido por el doctor Trias, cada día habla menos de la independencia del terruño y más de lo mal que lo hace todo Ada Colau y de la obligación moral de desalojarla (con una grúa, si hace falta) del consistorio barcelonés.

En cualquier elección, todo candidato a lo que sea suele blasonar de las siglas de su partido, que en la campaña de Trias no aparecen por ninguna parte, como si fuesen una vergüenza y un motivo de bochorno (que lo son, pero resulta un pelín extraño que lo reconozca un pez más o menos gordo del partido en cuestión). Así pues, para las elecciones de mayo, todo el mundo representa a un partido determinado, menos Trias, quien parece representarse únicamente a sí mismo en su condición de alcalde llamado a restaurar el orden en una supuesta ciudad sin ley (olvidándose convenientemente de su actitud pusilánime con los okupas durante su primer mandato, cuando les cedió Can Vies para ahorrarse algaradas y problemas).

Yo diría que en Barcelona nunca había pasado algo igual. Ningún partido había presentado nunca a nadie que no tuviera nada que ver con su línea ideológica en curso. A Pujol y Mas les parece muy bien. A Puigdemont no lo sé, ya que evita el tema siempre que puede. Igual se trata de intentar ganar a cualquier precio, lo cual no resulta especialmente coherente, pero se entiende en un partido que, desde que se salió del gobiernillo, cada día pinta menos. Desde aquí felicito a quien corresponda por haberse inventado la figura del candidato enmascarado, que suena a súper héroe de cómic.