“Todavía no he llegado a sentir odio, pero tengo miedo a lo imprevisto. Estoy horrorizada”. La barcelonesa Anna (nombre ficticio del testimonio) todavía está en estado de shock. La madrugada del pasado viernes, paseaba por el Club Nàutic de Cambrils. Estaba con R.H.G., a escasos metros del tiroteo entre los Mossos y los terroristas yihadistas. Tras la primera ráfaga de disparos, recuerda que gritó “¡al suelo, al suelo!” a su compañero. Lo siguiente que recuerda es que “él cayó lentamente” y pronto vio que sangraba “por la boca, la nariz y las orejas”. Una semana después, R.H.G. se recupera de las graves heridas causadas por un arma punzante que Anna no sabe identificar. Este jueves, él abandonó la UCI del Hospital Juan XXIII de Tarragona y pronto será trasladado a Barcelona, el otro escenario de la barbarie terrorista.
Anna vive momentos muy difíciles. Momentos que no sabe ni se atreve a calificar. R.H.G. se recupera satisfactoriamente después de una intervención de cinco horas realizada por un cirujano maxilofacial para recomponer la lengua y las amígdalas, pero ella no olvida a la mujer aragonesa, de 61 años, que falleció tras el atentado de Cambrils. En el hospital compartió momentos muy tensos y emotivos con el sobrino de la fallecida, quien recibió muchas muestras de afecto y palabras de ánimo de las autoridades.
Anna, que ha sufrido dos crisis y ha precisado asistencia, compartió sus peores momentos con Camí Mendoza, la alcaldesa de Cambrils, y Olga, una trabajadora social del Ministerio de Interior. También ha hablado en dos ocasiones con la cónsul de Argentina (nacionalidad de R.H.G.). Y, sobre todo, ha prestado su testimonio, en siete u ocho ocasiones, a los Mossos d'Esquadra.
En una conversación mantenida con este medio, Anna explica que temió por la vida de R.H.G. “'Me estoy muriendo, me estoy muriendo', me decía mi compañero, mientras sangraba y sangraba”, relata Anna con mucha tranquilidad, conteniendo sus emociones. Después, una pareja, “de unos 60 años”, le socorrió casi instantáneamente. “Él se identificó como médico y nos dijo que la herida no era de bala, sino de arma blanca y que el corte era muy profundo”, explica Anna. “Se sacó su chaqueta y me pidió que se la apretara en la mejilla. Al instante, desapereció”, añade.
MINUTOS ESPANTOSOS
Los siguientes minutos fueron espantosos. La policía les pidió que abandonaran inmediatamente la zona por miedo a que hubiera explosivos y, a corta distancia, se producían nuevos disparos. Tambaleándose, la pareja pidió refugio en un chiringuito, donde fueron auxiliados con sábanas para taponar la herida. Y cuando el sonido de las balas cesó, llegaron los bomberos, “que hicieron las primeras curas en Cambrils antes de que nos enviaran a un Centro de Asistencia Primaria”.
Las heridas eran profundas y él tuvo que ser trasladado al Hospital Juan XXIII de Tarragona. La noche fue angustiosa, pero R.H.G., “una persona sana y fuerte”, se recupera satisfactoriamente. Lo peor, dice, "ya ha pasado". Anna, muy activa en Facebook, notificó la misma madrugada del viernes que ella y su pareja se encontraban bien. Tres días después, escribió: “Gracias de todo corazón a los Mossos, y especialmente al héroe de Cambrils, a los bomberos y a la Cruz Roja”.
Alojada en un hotel muy próximo al hospital, Anna espera regresar muy pronto a Barcelona. Ella y R.H.G. nunca olvidarán la pesadilla vivida en Cambrils y quieren empezar una nueva vida. En libertad y, sobre todo, sin miedo.
Noticias relacionadas
- Barcelona, una semana después del fatídico día
- El Daesh amenaza con nuevos atentados en España
- Los terroristas planeaban atentar contra la Sagrada Familia y otras iglesias
- El imán de Ripoll, potencial cerebro del atentado
- "La islamofobia se combate con educación"
- “Barcelona seguirá siendo un objetivo del terrorismo islamista”
- Cinco presuntos terroristas abatidos en un tiroteo en Cambrils
- El yihadismo ataca el corazón de Barcelona