Una mujer se queja de un dolor en la mano
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Cuando abrir un tarro duele: la artrosis del pulgar, un problema más común de lo que parece
La rizartrosis, ese desgaste en la base del pulgar que limita los gestos más simples tiene hoy una solución eficaz y duradera. Gracias a las prótesis trapeciometacarpianas, los pacientes pueden recuperar movilidad, fuerza y calidad de vida en pocas semanas
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El pulgar es el arquitecto de la destreza manual. Permite oponer los dedos, sujetar, escribir o acariciar. Sin embargo, esta misma versatilidad lo convierte en vulnerable. La rizartrosis, también llamada artrosis trapeciometacarpiana, es el desgaste del cartílago que recubre la articulación entre la base del primer metacarpiano y el hueso trapecio. Su forma en ‘silla de montar’ le concede un rango de movimientos excepcional, pero también una gran inestabilidad, y con el paso de los años, esa movilidad se paga con dolor, rigidez e inflamación.
“Es una patología muy frecuente, sobre todo en mujeres de mediana edad, y tiene una clara influencia hormonal”, explica el doctor Sergi Alabau, director de la Unidad de la Mano de ICATME en Hospital Universitari Dexeus. “La disminución de los estrógenos tras la menopausia parece incrementar la sensibilidad del cartílago al desgaste”, añade. A ello se suman factores como la genética, la laxitud ligamentosa o ciertos hábitos profesionales que someten al pulgar a un esfuerzo repetido.
Cuando lo cotidiano se vuelve doloroso
El primer aviso suele ser un dolor punzante en la base del pulgar, especialmente al realizar la pinza: girar una llave, abrir un frasco, sujetar una taza o escribir. Con el tiempo, la molestia se vuelve constante, aparece una deformidad visible y la mano pierde fuerza. “Es una enfermedad que limita la vida cotidiana de forma notable. Los pacientes sienten que ya no pueden confiar en su mano”, comenta el doctor Alabau.
El diagnóstico suele realizarse con una exploración física detallada y radiografías en tres proyecciones, que permiten determinar el grado de desgaste según la clasificación de Eaton-Littler. En fases iniciales puede recurrirse a pruebas complementarias como la ecografía o la resonancia, pero no suelen ser necesarias salvo sospecha de lesiones asociadas.
Tratamientos conservadores: aliviar y proteger
El primer paso, señala el especialista, es educar al paciente. “Cambiar algunos hábitos o utilizar utensilios ergonómicos puede reducir notablemente el dolor”. También se recomienda el uso de férulas termoplásticas personalizadas, que inmovilizan parcialmente la articulación y disminuyen la carga mecánica.
Los antiinflamatorios, ya sean orales o tópicos, alivian en periodos cortos, y las infiltraciones –de corticoides, ácido hialurónico o factores de crecimiento–, aplicadas bajo control ecográfico, pueden mejorar la función. Sin embargo, cuando el dolor persiste y la calidad de vida se ve comprometida, la cirugía se convierte en la mejor opción.
La era de las prótesis trapeciometacarpianas
Durante décadas, la solución quirúrgica más común fue la trapeziectomía, una técnica que consiste en extraer parcial o totalmente el hueso trapecio. En casos más leves, la artroscopia permite retensar ligamentos y limpiar la articulación. Pero hoy, una alternativa más moderna y eficaz está ganando terreno: la artroplastia total trapeciometacarpiana, o prótesis del pulgar.
“Se trata de una prótesis en miniatura, comparable a una de cadera, pero adaptada al tamaño y las fuerzas del pulgar”, explica el doctor Alabau. “Implantamos un pequeño vástago metálico en el primer metacarpiano y una copa en el hueso trapecio. Ambos se unen mediante una cabeza de polietileno y un cuello de titanio, que devuelven al dedo su movilidad natural”. En ICATME utilizan la prótesis Maïa (Medcomtech), una de las más avanzadas del mercado.
Movilidad recuperada, dolor eliminado
Las ventajas son evidentes: recuperación rápida, mantenimiento de la longitud del pulgar y preservación de la fuerza de pinza. “En la mayoría de casos, el paciente no necesita inmovilización postoperatoria. Solo un vendaje ligero durante 48 horas”, detalla el cirujano. La rehabilitación comienza a los pocos días y la mejoría del dolor se nota en las primeras seis semanas. La recuperación completa puede tardar entre tres y seis meses, dependiendo de la fuerza y la actividad de cada persona.
Además, las nuevas prótesis de doble movilidad han reducido prácticamente a cero una de las complicaciones mas temida, la luxación. Según el director de la Unidad de la Mano de ICATME, “los estudios muestran una supervivencia del implante superior al 90% a los diez años con las prótesis estándar, pero seguro que la supervivencia aumentará mucho más con el sistema de doble movilidad. Es una solución eficaz, duradera y segura, que cambia la vida de quienes padecen esta enfermedad”.
Un futuro prometedor para la cirugía de la mano
La implantación de estas prótesis no solo elimina el dolor: restaura la confianza en la mano, esa herramienta esencial de la vida diaria. Los pacientes vuelven a abrir frascos, escribir, cocinar o coser sin miedo al dolor. “La satisfacción es altísima. Muchos pacientes me dicen que sienten que han recuperado su mano de antes y, además, de forma fácil y rápida”, comenta el doctor Alabau.
Aunque como toda cirugía no está exenta de riesgos –como el aflojamiento o la necesidad de revisión–, la experiencia acumulada y las mejoras en los materiales hacen de esta técnica una auténtica revolución en cirugía reconstructiva de la mano. En palabras del especialista: “La prótesis trapeciometacarpiana no solo devuelve la movilidad, sino también la autonomía y calidad de vida. Es, sin duda, una de las grandes conquistas de la cirugía de la mano moderna”.