Imagen de archivo de recogida de una mujer trabajando en la limpieza de Barcelona

Imagen de archivo de recogida de una mujer trabajando en la limpieza de Barcelona Ayuntamiento de Barcelona

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Julia, la joven que dejó la fisioterapia para ser basurera en Barcelona: "Mi familia me apoyó, lo importante es la calidad de vida"

Tras encontrarse con un sector precario, Julia encontró en la limpieza un mejor sueldo y, sobre todo, más tranquilidad y tiempo para su día a día

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Cada mañana, cuando Barcelona aún despierta, Julia, que actualmente trabaja de basurera, avanza entre contenedores y camiones con la tranquilidad de quien ha encontrado su lugar.

Es de Llefià, en Badalona, y se describe como una chica joven, directa y sin artificios. Esa forma de ser ha guiado todos los giros de su vida.

Durante el bachillerato, su camino parecía escrito: soñaba con dedicarse a la medicina. Le fascinaba "entender el funcionamiento interno del cuerpo humano y la posibilidad de ayudar a otros a recuperarse".

Fisioterapia neurológica

Primero imaginó un futuro en la cirugía, pero la larga travesía académica la llevó a reconsiderarlo. La fisioterapia apareció como un destino natural: rehabilitación, anatomía, trato directo con pacientes. Todo encajaba.

La pandemia, sin embargo, trastocó esos planes. Lo que debía aprenderse tocando músculos y articulaciones reales acabó reduciéndose a pantallas y clases remotas. Aun así, en ese escenario difícil descubrió una vocación más concreta: la fisioterapia neurológica.

Trabajar con personas que habían sufrido un ictus, una lesión medular o padecían ELA le hacía sentir que estaba exactamente donde debía.

Un trabajador de la limpieza en Barcelona

Un trabajador de la limpieza en Barcelona Ayuntamiento de Barcelona

La realidad laboral: contratos precarios 

Pero la realidad laboral derrumbó pronto ese entusiasmo. Encadenó contratos de semanas, suplencias y ofertas que apenas compensaban los costes de ser autónoma. La estabilidad era una palabra lejana.

En ese contexto surgió una alternativa inesperada. Durante un verano empezó a trabajar como refuerzo en la limpieza, primero en el Masnou y después en Barcelona.

Lo que pensó que sería un empleo temporal se convirtió en su futuro: un ritmo más sereno, un sueldo que permitía respirar y una sensación nueva, casi olvidada, de bienestar.

Imagen de archivo de dos trabajadoras de la limpieza en Barcelona

Imagen de archivo de dos trabajadoras de la limpieza en Barcelona Ajuntament de Barcelona

El apoyo familiar, un pilar decisivo

En esa transición vital, su familia ha sido un apoyo absoluto. Nunca cuestionaron su decisión ni compararon profesiones.

Al contrario: la respaldaron sin fisuras, convencidos de que lo importante no es el título que se cuelga en la pared, sino la calidad de vida que proporciona un trabajo estable y bien remunerado.

Para ella, esa comprensión ha sido clave: “Al final, todo el mundo trabaja por dinero, lo importante es que también haya calidad de vida", explicaba en conversación con Metrópoli.

Hoy, Julia --la joven que un día imaginó un futuro entre bisturís y que ahora conduce un camión de basura-- no ve su trayectoria como una renuncia. Habla de elección. Una decisión propia, que le permite vivir con calma, sin prejuicios y con la convicción de que la dignidad no depende del uniforme, sino de cómo te permite vivir.

Lo más duro: el frío y el calor 

Sus jornadas empiezan temprano: revisar planos, preparar el camión, recorrer calles, barrer plazas, vaciar papeleras. El clima es lo más duro --el frío en invierno, la lluvia o el calor de verano--, pero incluso los días más complicados encuentra motivos para seguir.

Ver una plaza limpia después de horas de trabajo o recibir un simple agradecimiento de un vecino basta para recordar que su labor importa. Los prejuicios que aún pesan sobre su oficio no la inquietan. “El sector es diverso y digno; las etiquetas sobran”, afirmaba en conversación con Metrópoli.