Elsa Artadi i Vila (Barcelona, 1976) es diputada en el Parlament de Cataluña desde la pasada legislatura. Durante el primer año de Quim Torra al frente de la Generalitat, fue consellera de la Presidència y Portavoz del Govern. Pero ante las elecciones municipales de mayo de 2019, dejó sus cargos en el Ejecutivo catalán para centrarse en la carrera al Ayuntamiento de Barcelona, donde también es concejala. Ahora se presenta de nuevo en las listas de Junts per Catalunya (JxCat) –la formación de la que además es vicepresidenta– en cuarto lugar para los comicios del 14-F. De las urnas espera que salga la primera presidenta mujer de la Generalitat, alejar la posibilidad de una reedición del tripartit –que traería el "desastre", dice– y la oportunidad de continuar dando pasos hacia la independencia. Atiende a Metrópoli Abierta en la sede del partido en el pasaje Bofill, junto a la Sagrada Família.
¿Cuál es su análisis de las encuestas que pronostican un triple empate entre JxCat, ERC y el PSC?
Las encuestas muestran una tendencia al alza de JxCat que tiene que ver con varias cosas. Hicimos el congreso fundacional en verano y desde entonces no hemos parado de crecer, vertebrando el partido, eligiendo candidata… Es muy difícil consolidar la fidelidad de voto cuando no tienes cabeza de lista y eres un partido nuevo. Y ahora estamos recuperando el momento en el que estábamos en 2017. Han sido tres años muy difíciles para nosotros, de reestructuración. Creo que las encuestas muestran la eclosión de todo esto. También que estamos a punto de hacer historia con Laura Borràs, la primera mujer presidenta de la Generalitat, una persona que genera ilusión, es dialogante y muy inteligente.
¿Avanzará el procés si el independentismo obtiene una mayoría en escaños pero no alcanza el 50% de los votos?
Seguiremos luchando por la independencia porque es la mejor manera de garantizar el progreso económico, el bienestar y una sociedad inclusiva, sostenible y de futuro. Además, ahora se ha añadido la ola represiva contra cosas tan básicas como los derechos democráticos que pedimos. Por tanto, el proyecto independentista seguirá vivo, haya el 50% o no en estas elecciones. Eso sí, no puede ser inocuo superar el 50%. En ese caso tiene que haber consecuencias. No podemos hacer ver que es lo mismo estar por encima que por debajo de ese umbral. Aunque si estuviésemos por debajo evidentemente no sería un fracaso. Continuaría siendo la opción mayoritaria, una opción masiva entre los catalanes. Y en cualquier caso hay otras mayorías que son aún más incontestables como que el 80% quiere un referéndum, no quiere una monarquía y está a favor de la amnistía.
¿Cuáles serán entonces esas decisiones que tomarán en el camino hacia la independencia?
Parece que esto solo se le pregunta a JxCat, a pesar de que muchos otros partidos se autoetiquetan como independentistas. Hemos presentado un documento con las lecciones de los últimos años. Hay momentos en los que hemos avanzado cuando decían que era imposible, como que Puigdemont, Comín y Ponsatí fuesen eurodiputados. Recuerdo cuando dijeron que en 15 días volverían a estar aquí y los meterían en la cárcel. También sabemos que hemos perdido ocasiones para avanzar por falta de unidad. Por tanto, conocemos los caminos.
La independencia no se hará desde la Generalitat, porque sabemos qué puede pasar con el 155. Nuestro documento habla de la bifurcación desde instituciones como el Consell per la República, organismos fuera del control de un estado demofóbico que nos reprime por permitir que la gente vote. No renunciamos a ningún camino mientras sea democrático y pacífico, porque eso sería renunciar a la independencia misma. Y por tanto nos oirán hablar de un referéndum acordado. Pero esto no vendrá solo por investir a Pedro Sánchez y hacer una supuesta mesa de diálogo que acaba siendo un reportaje fotográfico de un día al año. Las cosas se tienen que forzar, inducir. Esta tiene que ser la legislatura del “preparémonos”. Entre todos: sociedad civil, Parlament, Consell per la República, una acción conjunta en Madrid, haciendo política exterior desde la Generalitat, que ha sido poco ambiciosa esta legislatura. ¿Es lento? Claro que es lento…
Cuando dice que se podría haber hecho más, entiendo que hace autocrítica. Ustedes están en el Govern.
Evidentemente. Es que quién no sea autocrítico en la vida, no hace falta que sea político ni que sea independentista. Este es un partido que está en el Govern y en el Parlament, y yo no estoy particularmente orgullosa de cómo ha ido la legislatura. Pero la autocrítica en el independentismo ha estado desde el primer día, aunque no tiene que ir acompañada de frustración ni de autoflagelación, sino de lecciones aprendidas. Para seguir adelante nos tenemos que marcar objetivos compartidos.
¿Dejará su puesto en el Ayuntamiento para ir a la Generalitat, en caso de victoria de JxCat?
Yo ahora mismo ya soy diputada en el Parlament, nunca lo he dejado. Doy por hecho que llegaremos a la Generalitat, igual que estamos ahora.
Ya me entiende, para ir al Govern. Usted ahora mismo no tiene cargos de responsabilidad en la Generalitat.
No, porque voluntariamente los dejé para dedicarme a la trayectoria municipal. Y el hecho de que yo esté en política municipal y el Parlament es un hecho muy normal, porque nuestro espacio político tiene una fuerte implantación territorial. De hecho, Puigdemont llegó a president porque era diputado a la vez que alcalde. Y tenemos grandes alcaldesas: Marta Madrenas, Anna Erra… También hay grandes concejales que están en el Parlament al mismo tiempo que en sus ayuntamientos.
¿Entonces debo entender que sí que formará parte del próximo Govern, o que no?
No, formaré parte del Parlament de Cataluña.
¿No estará dentro del Govern?
No puedo estar en el Govern y en el ámbito municipal.
Por eso le pregunto si dejará el Ayuntamiento. Fuentes de su partido han trasladado a Metrópoli Abierta esa posibilidad.
No, mi responsabilidad está en Barcelona 2023 y lo que sí que mantendré es mi trabajo como diputada, representando los intereses de los ciudadanos de Barcelona en el Parlament. Dudo que fuese alguien informado dentro del partido. Yo soy vicepresidenta y con una vinculación muy estrecha con Laura Borràs y el president Puigdemont, y la formulación del Govern no pasa por aquí ahora mismo.
La otra opción de gobierno que muestran las encuestas es una reedición del tripartit entre ERC, el PSC y los comunes. ¿Cree que en el Ayuntamiento ya existe de facto este tripartito, con PSC y comunes gobernando y el apoyo externo de ERC?
El independentismo sumará, la cuestión es quién queda primero. Si gana Salvador Illa, puede pasar que un tripartit de izquierdas también sume. Ya hay un tripartito de facto en el gobierno del Estado, con un apuntalamiento claro –investidura, decretos de alarma y presupuestos–, y hay un tripartito de facto en el Ayuntamiento, que ha sido más visible con el presupuesto, pero que lo vemos en cada comisión y cada plenario. En Cataluña ya sabemos cómo acabó el anterior tripartit. Ahora también hemos visto qué políticas hace en Madrid: abandono absoluto del tejido productivo y del comercio, los autónomos, la cultura, los deportes, las pyme, etc. El mismo desastre que en Barcelona. Aquí sufrimos dos tragedias: la pandemia y el gobierno de Colau, el peor de la historia en el momento más difícil. Otro de los objetivos de JxCat es ganar para evitar que estos gobiernos desastrosos lleguen a la Generalitat. Somos los responsables de que los que están destrozando Barcelona no estén en el Govern.
En este sentido, ¿el papel de ERC en el Ayuntamiento la ha decepcionado?
Me ha sorprendido, porque cuesta creer que hayan decidido hacer esta apuesta acrítica con un consistorio que ni defiende los derechos ni exige nada ante el gobierno de Madrid, con la complacencia de que todo se ha hecho bien, cuando cualquier institución internacional sitúa a España al frente de muertos y a la cola de las ayudas. Es una tragedia absoluta lo que están haciendo a nivel económico, humano y social. ERC está dando margen a un gobierno municipal acrítico, cero exigente y que, además, en plena crisis solo se ha dedicado a pintar las calles de colores, su gran solución.
¿A qué cree que se debe la falta de crítica que achaca a ERC y la imposibilidad de tejer una alianza independentista en la ciudad?
Es sorprendente porque la falta de unidad del independentismo es lo que ha llevado al señor Maragall a no ser alcalde. Con una unión del independentismo, que nosotros le ofrecimos –el mismo Quim Forn se puso al frente para intentar tejer una estrategia conjunta–, hoy sería alcalde. Y en cambio han cogido una deriva de tripartit en Barcelona que es hiperacrítica, pero incluso en cosas que son de cajón, como que no se puede dedicar el dinero del presupuesto de 2021 a ejecutar obras en lugar de hacer frente a la crisis ayudando al tejido productivo. Me parece devastador, van en la dirección contraria.
Ha mencionado a Ernest Maragall. ¿Si hubiese otro líder republicano en Barcelona, habría sido más fácil el entendimiento?
Depende de quién. Históricamente ha habido en ERC personas con tendencias distintas y parece que en este momento han apostado por alguien más próximo a los comunes y no de otro perfil. Para nosotros es algo cuestionable por dos motivos. El primero, si tú quieres avanzar hacia la independencia no puedes tener un gobierno que no sea independentista. Es de lógica. Y segundo, el modelo Barcelona está llevando a una capital maravillosa a la decadencia.
También se ha referido a las calles pintadas "de colores". En el programa electoral de las pasadas municipales, desde JxCat mencionaban su intención de replantear el urbanismo y recuperar Barcelona para el viandante. ¿No es lo que ha intentado hacer Colau?
Los bloques de hormigón son una barbaridad, y eso es lo que ha hecho. Cada alcalde que ha habido en Barcelona –habíamos tenido buenos alcaldes hasta ahora– ha intentado tener una ciudad más verde, más amable para el peatón, más viva… y más naturalizada. Evidentemente lo necesitamos. Estar caminando entre bloques de hormigón, que son peligrosos para las personas, las bicicletas y las motos, no es hacer una ciudad más acogedora. Se pueden hacer las cosas bien, con consenso, trabajando con los barrios para que no lo sientan como una imposición, como ocurrió en El Poblenou. Exactamente el modelo contrario al del norte de Europa. En Barcelona se ha impuesto un tema ideológico desde los despachos. Ahora pinto por aquí, luego por allá... y de un día para el otro no sabes ni por dónde tienes que pasar. Lo veo en Vía Laietana, los ciclistas circulan por donde no deben porque han pintado la calle del mismo color que un carril bici.
¿Falta un nuevo plan de movilidad?
El que hay ahora no es consensuado. Se ha decidido, como siempre, que hay unos que son buenos, que están en sus despachos y que lo saben todo. Falla la actitud de "no quiero coches" o "no quiero motos" y por tanto elimino las plazas de aparcamiento para motos. Vamos a ver, la moto es un vehículo de poco impacto y de sostenibilidad, que genera movilidad muy fluida en Barcelona, que tiene una industria catalana de motos eléctricas detrás que se tiene que ir potenciando, o de sharing, etc. Pero no, Colau tiene una actitud de "ahora no quiero esto". ¿Y que solución das? "Nada, simplemente no lo quiero". ¿Y el resultado cuál es? El caos. Y esto lo ves en la actividad económica, en el tráfico y cualquiera de las políticas que están haciendo.
Habla también de los bloques de hormigón. Por este motivo llevaron al Ayuntamiento a los tribunales en noviembre. ¿En qué situación se encuentra la querella?
Lo último que ha ocurrido es que se han comprometido a retirarlos. Nosotros queremos ir más allá porque creemos que tenían un informe que demostraba que eran peligrosos. Aquí ha habido, como siempre, una falta de transparencia brutal. Como concejales teníamos derecho a ver los expedientes y se nos impidió. Y los que se nos dieron –siete meses más tarde– no están completos. Así que hacemos una doble denuncia. Primero, un elemento que en las carreteras se había eliminado porque no era seguro, de pronto lo hemos visto de nuevo en Barcelona. Pero también hay que denunciar las maneras. Porque esto que han hecho con los bloques de hormigón lo hacen con todo. Deciden una cosa, y los que eran los de la participación y la transparencia son los menos participativos y los más opacos y no rinden cuentas ante nadie. La querella esta ahora en el juzgado y tenemos que ver hacia dónde evoluciona y si realmente retiran los bloques de hormigón.
¿Cómo explica la polémica de la retirada de carteles electorales de JxCat en Gràcia?
Es inédito. Ahora mismo tenemos carteles de la señora Colau, de hace dos años, colgados. Aún no los han retirado. Bajando de Montjuïc los puedes encontrar. Y en cambio, en una campaña electoral dificilísima para todos, en plena pandemia, se cuelgan esos carteles y tienen una celeridad –que no hemos visto limpiando la ciudad–, para quitar los de Laura Borràs y el president Puigdemont. Quitarlos para que en 20 minutos haya carteles de los comunes colgados.
Esos carteles también los retiraron pocas horas después…
Claro, después de la polémica que hubo en todos lados. Pero pasea por Barcelona y verás que está llena. No han tenido ningún interés. De hecho, todavía hay carteles de Xavier Domènech de hace tres años colgados por la ciudad, completamente descoloridos, de cuando se presentó en 2017. Y Colau, que como alcaldesa los tiene puestos desde hace dos años, ¿viene a quitárnoslos a nosotros?
Desde que se fue Xavier Trias en 2015 y llegó Ada Colau, ¿cómo ha evolucionado Barcelona?
Ha ido solo en una dirección, que es la decadencia. Solo ha conseguido aguantar por la fortaleza de la sociedad civil, de su tejido económico, de su gente, los vecinos y las vecinas que hacen esta ciudad tan fantástica y tan única en el mundo. Todo lo que ha podido hacer, lo ha hecho mal.
¿Cuál es para usted el principal problema de la ciudad a día de hoy?
Ahora mismo, la supervivencia del tejido productivo y el impacto que esto tiene en puestos de trabajo, y por tanto en la protección de las familias.
En el último barómetro municipal, los ciudadanos situaron el principal problema de la ciudad de nuevo en la inseguridad.
También. Ada Colau es la alcaldesa de la inseguridad. Se tiraron los primeros cuatro años asegurando que la policía no servía para nada. Luego hicieron fuegos de artificio cuando entró Albert Batlle, pero ha durado lo mismo que una botella de cava cuando sube la espuma y vuelve a bajar. No hay políticas preventivas ni una buena coordinación como la que había con Joaquim Forn. Los datos son muy claros. Y lo que no puedes es salir con ese tono autocomplaciente, como hace Jaume Collboni diciendo que los datos han bajado, cuando no hay turistas y vemos una degradación en el civismo y la seguridad. En verano de 2019, el Gremi de Restauració informó de que la facturación por las noches había bajado por primera vez, reflejo de la inseguridad. La ciudad sería más segura si apoyasen a los profesionales, si hicieran las promociones necesarias en la Guardia Urbana…. La semana pasada hubo un apuñalamiento mortal en El Guinardó, ahora el incidente del Gimnàs Social Sant Pau… no son casos anecdóticos.
Sobre el homicidio del Guinardó, el Consulado General de China ha presentado una queja oficial ante los Mossos d’Esquadra por la inseguridad en Barcelona.
Es evidente que la reputación de la ciudad queda manchada fuera, pero sobre todo perjudica a la vida de todos nosotros cada día, que somos los que estamos aquí siempre. Los narcopisos del Raval, la pedrada del otro día al centro LGTBI… se está extendiendo la inseguridad y lo que hay que hacer es actuar y trabajar con firmeza, sin estar acomplejados como está la alcaldesa.
Como concejal de Ciutat Vella, ¿qué actuaciones, que no esté haciendo ya el Ayuntamiento, son necesarias para acabar con la situación de precariedad en el distrito?
Hace falta una mejor coordinación, estar en el terreno, acompañar a los vecinos, poder denunciar desde el primer día… Nosotros hemos insistido en que haya también un seguimiento claro de los pisos que quedan vacíos para evitar okupaciones y trabajar la prevención. Los vecinos se sienten absolutamente desamparados. Tiene que haber más presencia policial. Lo que no puede ser es que, encima, se sientan amenazados por las personas que gestionan un narcopiso y que no se sientan protegidos por la Administración. El comercio y la restauración también se sienten abandonados. Las políticas del sinhogarimo están dejadas.
Y ahora como concejal de El Eixample. Usted dijo en 2019 que la conexión del tranvía por la Diagonal era una “imprudencia”. Pero cuando el Ayuntamiento presentó la propuesta a la Generalitat, el Govern del partido del que usted forma parte aceptó el proyecto y en 2021 empezarán las obras. ¿Mantiene esa opinión?
Nosotros nos reafirmamos en que uno de los problemas más grandes que tiene El Eixample es la movilidad, que está afectando negativamente a la recuperación y la reactivación del tejido comercial en este momento. Hay consenso entre esos comerciantes de que, con todas las urgencias que tenemos para reactivar Barcelona, lo último que necesitamos es enterrar 400 millones de euros para hacer posible un tranvía. Después podremos discutir –y es cierto que hay diversidad de opiniones en nuestro espacio político– sobre el cuándo, el cómo y de qué manera. Pero ahora mismo, en 2021, que estamos luchando por la supervivencia del tejido productivo y el comercio de nuestra ciudad, no es necesaria una obra faraónica y que este dinero vaya destinado a una infraestructura no urgente.
¿Y cómo explica que la Generalitat lo tirase para adelante?
Porque era previo al covid, en una institución que es la Agència del Transport Metropolità (ATM), que tiene sus objetivos. Pero aquí hay quien tiene que tener una visión mucho más elevada del conjunto de la ciudad, la alcaldesa, pero que es la última persona que la tiene. Nosotros hemos analizado el impacto del tranvía en la eliminación de vehículo privado, hemos defendido la B-30, los autobuses eléctricos de gran capacidad… Ahora mismo debemos estar por otras cosas. No es el momento de hacer obras faraónicas.