El debate sobre el hecho metropolitano ha entrado de pleno en la esfera pública y se ha convertido en un tema central en muchas de las agendas políticas de todo el mundo. Podríamos decir que este debate se ha convertido casi en un “tópico” atendiendo al peso social, demográfico, económico y de efectos ambientales de las concentraciones urbanas y al peso político y articulador de juegos de poder, posicionamientos, y alianzas entre los diversos actores en estos entornos. Al ser un espacio territorial donde actúa el mundo local, las entidades de la aglomeración urbana --sea con la denominación que corresponda-- y los gobiernos regionales y/o estatales, según el caso, generan un debate que se debe observar en una perspectiva de diversas escalas y diferentes pertinencias.
Pero en ese debate, si algo se nota a faltar, es la entrada, como vectores analíticos y de propuestas de revisión de modelos, de los grandes temas que recorren hoy en día las nuevas agendas públicas: desigualdades, descarbonización, incertidumbres sobre el futuro mercado de trabajo, nuevos modelos productivos (industria 4.0), nuevos retos de movilidad y logística, crisis demográfica, nuevas necesidades de planificación de la vivienda, identidades e integración cultural, por indicar los más relevantes.
¿Podríamos interrogarnos sin rubor que esta es la agenda de prioridades real – no declarativa – de las áreas metropolitanas? El grado de concentración y densidad poblacional y de recursos de muchas urbes a todo el planeta genera la necesidad de hacer una reflexión sobre qué retos se producen en estos territorios y cómo articular respuestas a la escala adecuada y respondiendo a ellos de manera coherente. Y le podríamos sumar productividad y competitividad, ocupación, innovación, participación de la ciudadanía, espacio público, seguridad, políticas alimentarias, estructuras comerciales, políticas de género... El otro tema que no podemos despreciar es que siendo una agenda tan diversa, estos temas centrales han de ser tratados dadas las diferencias entre naturaleza de cada realidad, la temporalidad de ejecución de las medidas, las competencias y normativas a aplicar y, por descontado, los sistemas de gobernanza de las temáticas que no son homogéneas ni de tratamientos siquiera similares.
En la Barcelona metropolitana se dan todas y cada una de las problemáticas apuntadas. Es cierto que algunos de los aspectos son singulares y responden a una naturaleza y realidad propias, pero no son sustancialmente diferentes a las problemáticas que existen en otras urbes. El peso político y el papel de los entornos metropolitanos exige abordar con máxima urgencia estos nuevos desafíos. Recordamos que en 2050 el 70% de la población mundial vivirá en un entorno urbano y el 50% en aglomeraciones urbanas asimilables a metrópolis.
Ahora bien, el futuro “metropolitano” necesita un proceso de actualización conceptual que se ha de leer a la luz de las transformaciones enumeradas. Cuando se piensa en el territorio metropolitano, ¿se está pensando en las claves actuales o las de futuro? ¿Realmente esta área metropolitana asume realmente las dificultades que se ciernen sobre el territorio? ¿Sus planteamientos ambientales o de movilidad están en línea con los retos actuales? ¿Los retos demográficos de envejecimiento, sustitución de trabajadores o reducción severa de la tasa de nacimientos son previstos en los efectos sociales o de vivienda que generarán? ¿La economía se está adaptando a los cambios productivos y de modelos de servicios? ¿Los nuevos retos sociales, especialmente de desigualdades, se atajan con la celeridad que se requeriría?
Es por eso que se proponga lo que se proponga, lo primero que seguramente se debe asumir es el reto que plantea el contexto actual. En ese cambio y actualización de enfoques cabe abordar el debate metropolitano, la cual cosa significa identificar cuáles son los problemas principales, cómo se resaltan, cómo se describen, cómo se abordan, cómo se gobiernan y cómo se gestionan.
Si bien en otros países de Europa, los debates sobre la gobernanza metropolitana ha cogido dimensión “de Estado” y ha cristalizado en legislación y normativas específicas, no por eso se plantean cambios adaptativos a los nuevos retos. Está claro que en una primera instancia asumir que hay problemas, realidades y retos que tienen otra escala que la estrictamente local es un avance, pero cabe pensar que, casi en paralelo, se habrán de asumir en las agendas públicas metropolitanas los nuevos desafíos emergentes.
Por último, el debate ya no es solo sobre el modelo político y de gobernanza. Se deben prever las prioridades sin soslayar el poder de cada territorio, la cesión de competencias de los ayuntamientos hacia la metrópoli, la asignación de recursos “metropolitanos”, la representación territorial y su peso en las decisiones colectivas.
De hecho la metrópolis funciona, ¿pero es su agenda actual la hoja de ruta de futuro? En cualquier caso, las nuevas estrategias requerirán una renovación de los acuerdos que dibujen la “cohabitación” de las administraciones en el marco de una ruta cimentada en el diálogo, negociación, acuerdo y propuesta. Una primera aproximación se podría construir sobre cinco prioridades que gobernar y gestionar en nueva óptica:
-Descarbonización, sostenibilidad y cambio climático, sumado a necesidades energéticas y de recursos hidrológicos.
-Movilidad y transporte sostenible, por una planificación única para la red de comunicaciones que sume el sistema de transporte colectivo con los ferrocarriles, tanto pasajeros como mercaderías – por ende logística – y se complemente con atacar los efectos contaminantes de la densidad y circulación del transporte privado.
-Vivienda, elemento central de la planificación urbanística y de la cohesión social, que debe actuar de manera coordinada entre el AMB y la región, por los efectos perversos sobre el mercado que puede tener un no entendimiento entre ámbitos contiguos no coordinados, también entendido como ha de ser el futuro atendiendo a los cambios demográficos.
-Desarrollo económico de la región, con promoción coordinada del suelo y usos, con una revisión de la óptica desde la industria 4.0 (especialmente efectos de la IA, la robótica, los nuevos materiales, los nuevos productos), que contemple la transferencia de tecnología, de la formación, y de los espacios destinados a la innovación.
-Revisar la gobernanza sin apriorismo ni prejuicios, replanteando modelos de coordinación multinivel con todos los actores, ayuntamientos, AMB, Diputación y Generalitat, y desde este espacio comenzar e identificar cuáles son las principales dificultades de actuación, y cuáles y con qué modelo de gobernanza (incluyendo elección de autoridades si fuere necesario) sería la forma más efectiva de intervenir en el territorio.
-Cabe, pues, intentar avanzar en una perspectiva que amplíe al máximo las coincidencias, que supere los recelos y que permita abordar la compleja realidad futura en una perspectiva acorde con los grandes retos que se avecinan. Solo desde esa ecuación conformada por un proceso abierto de diálogo, negociación y acuerdo, será posible desencallar los principales problemas avanzando hacia la construcción de un modelo metropolitano que aborde y asume los retos actuales desde la inclusión, la sostenibilidad y la igualdad de oportunidades.