Barcelona está recuperando músculo. Lejos quedan aquellas sonrisas, estúpidas por cierto, de Janet Sanz pidiendo no “reactivar” la industria del automóvil ante el cierre de Nissan y lejos queda aquel impresentable conseller de infausto recuerdo, hoy caído en desgracia, llamado Toni Comin, que por sus errores, y las del procés, la Agencia del Medicamento buscó acomodo lejos de la capital catalana.

Barcelona entre la política de decrecimiento y las veleidades del procés perdía fuelle económico a costa de perder, sobre todo, peso industrial. En las últimas semanas las noticias, por fin, son buenas noticias. Ha vuelto Criteria Caixa y la Fundación La Caixa, Cementos Molins y el Banco de Sabadell y el president Salvador Illa puede “fardar” de lograr una importante inversión extranjera de 1000 millones.

Pero además de los grandes titulares, el alcalde Collboni está arrimando el ascua a su sardina uniendo esfuerzos con la Generalitat.

Así, la tecnológica Microsoft ha escogido Barcelona para ubicar un nuevo centro operativo que dará servicio a 13 países europeos. El nuevo centro de ventas digitales ha contratado ya a 44 personas y la plantilla llegará a 250 personas.

Este centro, según publica la compañía estadounidense, será clave en Europa, Oriente Medio y África. En esta senda, la farmacéutica Sanofi traerá a Barcelona su nuevo hub de investigación internacional. La capital catalana ha ganado la partida a ciudades como Dublín, Lisboa o Varsovia.

El centro, todavía sin ubicación, supondrá la creación de 1000 puestos de trabajo de alta cualificación que se suman a una multinacional que larga trayectoria en España y en Barcelona donde cuenta con un centro digital y una planta de producción en Riells. Según algunas informaciones, Sanofi España contribuye con 716 millones al PIB español. Hay es nada.

Con este movimiento, Sanofi vuelve a apostar por Barcelona. En 2004 casi se marcha de la ciudad pero el trabajo compartido del conseller Castells y del alcalde Clos impidió que se le hiciera un siete a Barcelona, lugar donde recalan más del 70% de la industria farmacéutica.

Hoy la colaboración entre la Generalitat y el Ayuntamiento está dando sus frutos porque además de Sanofi, AstraZeneca apuesta por Barcelona instalándose en el edificio Estel con una inversión de 1300 millones y la creación de 2000 puestos de trabajo que revitalizará, y dinamizará, el barrio donde estuvo ubicada la sede de Telefónica, sin olvidarnos de Glovo que tiene su centro tecnológico en Barcelona dando empleo cualificado a más de mil personas.

La economía no solo es turismo ni actividad constructora. El pulso de la ciudad es la industria. Una industria moderna y competitiva en sectores punteros y estratégicos. Este año también, por fin porque arreglar el cierre de Nissan que estuvo a punto de descarrilar en varias ocasiones fue todo un dolor de cabeza, la fábrica de Ebro y Chery empezará su producción de los nuevos modelos de coches eléctricos en una Zona Franca que ha revitalizado y puesto en el mapa Pere Navarro.

La Barcelona que apuesta por la colaboración con la Generalitat, y con el Gobierno, la Barcelona que escucha y pone facilidades a inversiones de futuro, con empleo asociado, y la Barcelona que abandona el declive y el decrecimiento como modelo económico, ha vuelto con Jaume Collboni.

Es de agradecer porque en momentos de incertidumbre y de desasosiego como estamos viviendo tras la llegada de Trump, el expansionismo ruso y el gigante chino agazapado pero controlando la economía mundial, se haga una apuesta por el valor añadido en economía y empleo.

El turismo es importante, las ferias son un expositor también importante, la construcción es un pulmón expansivo, y redistributivo en el reto social de la vivienda, pero sin industria Barcelona no batega.