Jaume Collboni dirige el Ayuntamiento de Barcelona con solo 10 concejales de 41. Eso implica dedicación máxima en su equipo de Gobierno. Solo hay que ver sus agendas. Albert Batlle, como caso aparte. Si te descuidas a las 7 de la mañana -o antes- te envía un mensaje por WhatsApp o te llama por teléfono y mantiene contigo una animada conversación como si fuera la una del mediodía. Al margen de esta anécdota todos los concejales socialistas van a destajo para suplir la falta de números en el cartapacio municipal.

Y la cosa no se arreglará en esta legislatura. Solo cuenta Collboni con un socio preferente, ERC, que desahoga al equipo municipal en el pleno pero no en la actividad diaria.

Un ejemplo de esta multidisciplina laboral es Laia Bonet, la mano derecha del alcalde Collboni. Dirige una orquesta donde se incluye la Primera Tenencia de Alcaldía, Área de Urbanismo, Acción Climática, Movilidad, Plan de Barrios y Servicios Urbanos. Por si fuera poco es concejala de Distrito del complejo barrio de Gracia y presidenta del Instituto Municipal del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida y del Instituto de la Fundación Mies van der Rohe.

Poco tiempo debe tener la número dos del Ayuntamiento porque como periodista doy fe de que contesta los mensajes con preguntas y también las que contienen insinuaciones y rumores. Tiempo para su tiempo libre se antoja complicado ver donde lo ubica.

Bonet no es nueva en política. Es concejala desde 2019 pero aterrizó en unos momentos convulsos para el PSC. Llegó a ser secretaria general de Presidencia en el Govern de José Montilla y fue elegida diputada en 2010 donde estuvo hasta 2012. En esa época el PSC era una jaula de grillos que encadenaba crisis con crisis que para los agoreros eran el preludio de su desaparición. Visto lo visto, unos linces.

Nunca ocultó sus aspiraciones políticas pero siempre desde la honestidad. La prueba del algodón fueron las primarias en las que compitió contra Jaume Collboni. Era un momento heavy metal para el PSC. Obtuvieron en ese 2015 cuatro concejales. En aquellas primarias compitieron varios candidatos. Lo que pasó después es una radiografía del PSC. Carmen Andrés y Laia Bonet, fueron derrotadas. Laia en la primera vuelta, pero siguió ahí intentando echar una mano que siempre faltaban.

Se fue a la empresa privada pero nunca abandonó a su organización, ni a su rival Collboni. Tampoco Carmen de Andrés que lo acompañó en aquella legislatura calvario en pleno procés, donde Colau los utilizó como un Kleenex.

Otros candidatos no hicieron lo mismo. Jordi Martí abandonó el partido tras su revolcón en las primarias para ser la mano que mece la cuna de los Comunes. Ahora está bajo las faldas del ministro Urtasun pero en el PSC nadie lo echa a faltar. Y menos a Rocio Martínez Sempere que se marchó a Madrid como directora de la Fundación de Felipe González.  Y lo hizo después de ser una gran defensora del derecho a decidir. Eso sí, en Barcelona, en Madrid abrazó y recosió las costuras de la Constitución. Es lo que tiene perder sin vergüenza, o sinvergüenza, ustedes eligen.

Pero Bonet se quedó y en 2019 fue la dos de Collboni. Doblaron representación y ambos espalda con espalda hicieron frente a insidias y conspiraciones que no daban un duro por ellos y que se perdían en conversaciones de barra de bar proponiendo candidatos que nadaban entre lo imposible y lo esotérico.

Cuatro años después Collboni, contra pronóstico, se hace con la vara de mando y Bonet asume una tenencia de alcaldía más que compleja porque lidera todo lo que lleva encadenados problemas. Hay que reconocer que en materia de servicios urbanos le ha dado la vuelta a la situación como un calcetín, el plan de barrios es de nota, en movilidad ha puesto sentido común que ya es mucho, en urbanismo dará la campanada aunque ahora Barcelona es un caos de obras y en Acción Climática ha puesto orden.

No es una mala gestión sin duda. Incluso en privado lo deben reconocer los de la oposición. Bonet siempre da la cara, cuando vienen magras, pero rehúye el afán de protagonismo, y eso siempre es de agradecer. Honestidad, lealtad y trabajo personal y en equipo definen a este puntal de un gobierno municipal que la oposición reprueba cada vez que puede, y quiere, pero que en ocho años es el primero que gobierna.