Igual ya es excesivo. Hay una ola de malestar que podría ir a más, y las autoridades no acaban de ser conscientes de ello. Juegan. Está muy bien que las ciudades busquen una proyección internacional, que sean atractivas, pero todo tiene un límite.

Lo hemos podido comprobar en Sant Adrià, con el reportaje de Metrópoli:

Organizar un cine al aire libre en el escenario de las Tres Chimeneas no podía ser más excitante. Si Barcelona había perdido ese cine de verano, el de Montjuïc, la recuperación de la iniciativa en Sant Adrià había albergado muchas ilusiones.

Pero todo está pensado para el mismo cliente. Y es importante esa definición: cliente, porque no se piensa en el ciudadano, sino en el consumidor, al que se le ofrecen ‘chuches’ y la posibilidad de colgar fotografías espectaculares en las redes sociales.

Veamos. Para ver la película, --que es lo de menos—se vendían productos ‘veganos’ y vegetarianos, con hamburguesas a diez euros, y Nuggets de tofu, o pizzas sin un gramo de jamón. ¿Es una broma?

Es una oferta para influencers, turistas, gente de paso.

Sí, está muy bien. Pero, ¿qué papel se ha reservado a los locales? ¿Mirones que pueden salir de fondo tras los primeros planos de los ‘instagramers’?

Las ciudades deben mantener algo de su esencia. No seamos ‘puristas’, pero si un local comienza a no reconocer su ciudad, a no verle algo distinto a lo que pueda experimentar en otras grandes ciudades, --cuando él mismo viaja para poder descubrir las ‘esencias’ de otras urbes—entonces algo muere de forma lenta o no tan lenta.

Claro que la transformación de barrios ha sido muy positiva. Claro que las reformas urbanísticas han mejorado las condiciones de vida de muchos vecinos y vecinas de ciudades como Sant Adrià, Barcelona, Badalona o L’Hospitalet, por citar algunos ejemplos.

Pero no se puede llegar al extremo de uniformizarlo todo, con el único objetivo de que esos centros urbanos sean atractivos para los turistas o fáciles para que puedan invertir las grandes marcas internacionales.

Mientras se venden ‘chuches’ para ‘modernos’, los ‘bobos’ (burgueses bohemios), frente a las Tres Chimeneas en Sant Adrià, en otros barrios, como el de Sant Antoni de Barcelona, el día a día comienza a ser imposible para los locales.

Sin una atención constante –sí, hay más, con más presencia policial, pero insuficiente—los barrios se irán degradando.

El turismo es bueno, necesario –todos somos turistas—pero su exceso, su falta de regulación, dejará para el arrastre a muchas ciudades, con la sensación de que los locales viven en un escenario pensado y aprovechado por otros.

Eso sí, una hamburguesa vegetal igual es más sana. Pero no sabe a nada.

Buen verano, Habrá que descansar un poco.