Tiempo de verano es tiempo de turismo. Siempre me ha sorprendido que entre los museos más visitados de nuestra ciudad siga figurando entre los primeros el Museo del FC Barcelona. No tanto por la enorme atracción que hay hacia lo futbolístico sino porque cuando uno piensa en un museo, suele asociarlo a un contenido de una naturaleza más bien de tipo cultural o incluso intelectual. 

Pero en una sociedad ávida de contenidos fáciles, inmediatos e instagrameables, lo intelectual no suele ser percibido como algo rápido ni entretenido.

Leía hace poco la noticia de que la Galería de los Uffizi en Florencia se estaba planteando restringir el uso de los móviles después de que un turista causara daños a una pintura del siglo XVIII mientras intentaba tomarse una selfie imitando la pose de la obra. Claro. Cuando lo que se ve a alguien le resulta aburrido, siempre cabe la posibilidad de intentar hacerlo entretenido uno mismo.  

En nuestra ciudad están proliferando diferentes propuestas que combinan con bastante aciertoentretenimiento y cultura. 

Podríamos destacar en primer lugar la Casa Batlló. ¿Quién podía imaginar que  un edificio que apenas despertaba interés entre la gente y menos aún en el  mercado inmobiliario, por no tener una arquitectura del todo adecuada para ubicar en ella viviendas u oficinas, llegaría a recaudar más de 50 millones de euros al año simplemente abriendo sus puertas al público para ser visitado?

La familia Bernat tuvo una brillante intuición cuando lo adquirió en 1993 previendo una Barcelona más turística que nunca, y sabiéndolo dotar de diferentes contenidos audiovisuales complementarios en torno a la figura de Gaudí. Así es como ha conseguido que, día tras día, se amontone frente a sus puertas un  montón de gente con la entrada ya comprada para poder disfrutarlo. 

En pleno auge de las redes sociales y a pocos metros de distancia, en el mismo paseo de Gràcia, se inauguró hace poco más de un año el White Rabbit Barcelona. Este autodenominado Off-museum, creado por la emprendedora familia Vives, presenta un sugerente recorrido por las tradiciones catalanas.

Combinando arte y tecnología, ofrece a turistas y locales una experiencia entretenida a la vez que cultural. La Diada de Sant Jordi, l’Ou com Balla, la revetlla de Sant Joan, el Trencadís, o els Jocs Olímpics, es algo siempre divertido e interesante de descubrir o rememorar. Una apuesta valiente en el mítico local del Bulevard Rosa, antaño un epicentro del consumo físico, y adaptada ahora a los nuevos tiempos del consumo experiencial. 

Ubicado en Ciutat Vella y procedente de Ámsterdam, llama la atención con sus colores fucsias el Moco Museum, propiedad de los coleccionistas holandeses Lionel y Kim Logchies. En él se exponen obras de artistas como Banksy, Basquiat y Warhol, combinadas con espacios dedicados al arte digital y los NFTs.

Inaugurado después de la pandemia, lo que me parece relevante de este  museo no es tanto el interés particular de sus obras, sino su aproximación desenfadada al mundo del arte. Con una estética más parecida a la de una tienda  de moda y un protocolo que rompe con los tabúes formales de cualquier museo  tradicional, el Moco ha conseguido aproximar el arte a un público que está muy alejado de estos menesteres. El éxito de su marca demuestra además que lo adecuado o no que pueda parecer un nombre es algo relativo a cada caso. 

Más alejado geográficamente y con una estrategia basada en la combinación de la didáctica y la espectacularidad, podemos encontrar en Poblenou el Ideal Centre d’Arts Digitals. Un centro dedicado a exposiciones monográficas en torno a artistas o contenidos culturales de primer orden, pero expuestos en un  formato audiovisual inmersivo de gran formato.

El Ideal es una iniciativa de diferentes productoras locales, que aprovecha las exposiciones sobre Monet, Frida Kahlo o Klimt para experimentar con nuevos desarrollos digitales. 

No quiero dejar de mencionar también el Museu de l’Art Prohibit. Una  espléndida iniciativa ubicada en un maravilloso espacio, promovida por Tatxo Benet, que completaría esta lista si no fuera por la triste noticia sobre su inminente cierre por motivos ajenos a su atractivo comercial.

Esta propuesta se distanciaba de las anteriores por ser de una naturaleza mucho más intelectual. Tanto por su temática como por su puesta en escena, resultaba muy impactante, cercana y entretenida de ver. Un museo innovador que nuestra ciudad merecía tener y que por su altísima calidad expositiva estoy  convencido de que algún día podremos continuar disfrutando en otro lugar. 

Sirvan estos ejemplos como una buena muestra de cómo hacer viable el difícil binomio entre entretenimiento y cultura. 

¿Museos o atracciones? A estas alturas la etiqueta que lleven da un poco igual. Lo interesante es su  efecto revitalizador para nuestra ciudad, en convivencia con una oferta más tradicional.  

No es nunca prudente negarse a la evidencia ni intentar remar siempre a contracorriente. Y la realidad, nos guste o no, es que la tecnología inunda nuestras vidas e incide radicalmente en la forma en que consumimos entretenimiento y cultura.

Como también lo es que vivimos en una ciudad que es de por sí atractiva y por eso mismo, el turismo no dejará de venir a ella. Lo cierto es que iniciativas como estas ayudan a que la mayoría de la gente se entretenga aprendiendo algo que no sabía. Y contribuyen también a mejorar la calidad del turismo de nuestra ciudad.