“Barcelona celebra con entusiasmo y buena convivencia la Mercè”. Este es el titular del Ayuntamiento de Barcelona para la conclusión de su fiesta mayor. Lo más noticiable para el gobierno municipal es que no hay noticia. Es decir, que no ha habido incidentes. Y no es para menos.
En los últimos años acudir a los conciertos de la Mercè en la Avenida María Cristina se había convertido en un deporte de riesgo.
Durante estas fiestas un millón de personas ha participado en el amplio abanico de actividades ofrecidas por la agenda de la fiesta. La gran mayoría, repartidos en los conciertos de Montjuïc y la playa del Bogatell. Un escenario, el de Montjuïc, que el Ayuntamiento socialista había evitado hasta ahora vista la experiencia de ediciones anteriores.
Esta vez, sin embargo, había que estrenar la recuperada Font Mágica de Montjuïc, y los conciertos volvieron a la Avenida María Cristina, desafiando los precedentes. Una historia de terror para policías locales y autonómicos que empezó en 2021, con un público recién salido de la pandemia que convirtió María Cristina en un macro-botellón de 400.000 personas.
El balance: 22 detenidos y decenas de heridos en el entorno de Plaza de España, muchos de ellos por arma blanca. Amén de los destrozos en los comercios de la zona que dejaron en evidencia el dispositivo policial preparado por los anteriores equipos de gobierno, en el Ayuntamiento y la Generalitat.
Un año después se amplió el dispositivo policial. Se evitaron así los grandes botellones, pero no la violencia. Un joven moría, por arma blanca, junto a la estación de metro de Plaza España en el marco de las fiestas de la Mercè.
Jaume Collboni llegó en 2023 al consistorio con su Pla Endreça bajo el brazo y la decisión de evitar problemas. Y puso los medios para ello. 1.800 agentes Guardia Urbana, Mossos d’Esquadra, Protección Civil y la Policía Portuaria, amén de un equipo de drones de apoyo para controlar la situación en todos los puntos calientes de la fiesta. Y el desplazamiento de los conciertos desde Montjuïc al entorno del Nou Camp. El balance, aun así, fue de seis apuñalados.
De ahí que el gobierno de Jaume Collboni se felicite ahora por el apacible desarrollo de estas fiestas. Ni siquiera ha habido polémica con el Piromusical. Los hermanos Muñoz, David y José, tomaron buena nota de lo sucedido el año pasado a Rosalía. Bronca inhumana -y bastante ridícula- por no incluir canciones en catalán. Solucionado con un poquito de Serrat, otro tanto de Albert Pla, y broche final en colaboración con The Tyets, por supuesto en catalán, para que nadie se ofenda.
Tampoco con el pregón de la actriz Emma Vilarasau, que se ciñó a lo previsto, incluida la denuncia de la actuación del Gobierno israelí en Gaza. De hecho, Gaza ha proporcionado casi la única nota discordante de las fiestas, por las pancartas colgadas en la fachada del Ayuntamiento.
Una iniciativa fruto del acuerdo de PSC, Junts, ERC y Comuns que servía para dar apoyo a la flotilla capitaneada por Ada Colau, en la que también participan miembros de ERC y la CUP. Que recibió puntual respuesta del PP.
Su líder, Daniel Sirera, recordaba este sábado que el mensaje vulnera la necesaria neutralidad de cualquier edificio público en un asunto, el de la guerra en Gaza, que por mucho que cueste de entender a una parte del arco político no suscita la unanimidad que reflejan los medios de comunicación. Una polémica, en todo caso, que se inscribe en la mejor tradición de la normalidad barcelonesa.
Mientras el problema sea una pancarta, vamos bien.