Jordi Rabassa
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El concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, ha logrado elevar su nivel de incompetencia. Su nuevo hito ha consistido en extender una capa de porquería resbaladiza por las aceras que dan asco, náuseas y son un peligro para caminantes. Su urbanismo táctico consiste en no hacer nada para renovar la maquinaria caducada de limpieza, que en lugar de cumplir con su función, esparce una mezcla peligrosa de pringue, orines, escupitajos y zumos de basura que ya ha causado varios tropiezos y accidentes.
Experto en sacarse las pulgas de encima a base de culpar a los vecinos de todos los incivismos posibles e imposibles, Rabassa es otro incomprendido y acosado por la extrema derecha. Porque lo hace todo por el bien de la ciudadanía y para disuadir al turismo que, según él, “no aporta nada positivo” al centro histórico de la ciudad. Surgido del barrio que su colega, el insuperable concejal Eloi Badía, se dedica a desparramar basuras, hace caso omiso de la plebe que se le queja, ya que su misión es convertir Ciutat Vella y aledaños en un gueto. Fanático de la turismofobia, aborrece todo lo que huela a prosperidad, progreso, bienestar, orden y limpieza.
Personaje de medio pelo y dura cerviz, se mueve como pez en el agua en la misma fosa séptica de donde salieron Colau, okupas, antisistema, grafiteros y raperos de gustos aterradores, mala índole y pésima ralea. Y se ve en su mirada que no es gente de ley ni de fiar.