Cucha Cabané, la mecenas discreta
Hija y nieta de empresarios barceloneses, Rosario Cabané, 'Cucha', representa el alma burguesa del Liceu y al Gran Teatre se dedica con máxima discreción
9 mayo, 2023 00:00Noticias relacionadas
Siempre sonríe, va impecablemente vestida y, aunque tenga prisa, se para a saludar. Es discreta, como lo es la alta burguesía, la barcelonesa y la del mundo entero. Rosario Cabané Bienert, más conocida como Cucha, es la primera presidenta de la Junta de Benefactores del Gran Teatro del Liceu, un organismo fundado en el año 2021 con el fin de captar aportaciones individuales. No solo de grandes mecenas y de papá estado viven las artes. Cabané representa a la burguesía culta y responsable de una ciudad que, con financiación privada, construyó el teatro en 1847.
El edificio del Liceu, que no ha sido nunca bonito (ni modernista ni racionalista, ni nada de nada), sigue en Las Ramblas. Ahora se abre con las puertas de Jaume Plensa, uno de los más importantes artistas contemporáneos. Durante largos períodos de mi vida he residido fuera de mi ciudad natal, pero, cuando vuelvo, me reconforta pasar por delante de la que es y siempre ha sido mi Casa de Ópera, aquella en la que, a los siete años, presencié mi primer Barbero de Sevilla. Necesito confirmar que sigue en vanguardia, que atrae a los mejores músicos y cantantes del mundo.
Me alegró saber que Cabané, hija y nieta de empresarios barceloneses, daba un paso adelante y se ponía al frente de esa Junta. Otros, en su situación, prefieren mantenerse a la sombra, disfrutar del arte sin implicarse, no aceptar la obligación de andar llamando a amigos y conocidos para que ayuden con su dinero. Que ella se atreva, anima a que muchos otros se conviertan en filántropos del Liceu.
Barcelona es una ciudad operística desde principios del siglo XVIII. La llegada del archiduque Carlos de Austria convirtió la ciudad en una corte europea en la que se representaban óperas italianas. Aunque el vienés abandonó la ciudad para ser emperador de su patria, la afición lírica permaneció. Posteriormente, en el XIX, la Sociedad del Gran Teatro compró ---con aportaciones de accionistas particulares-- el terreno del Convento de los Trinitarios en las Ramblas. Por eso, al revés que la mayor parte de los viejos teatros europeos --financiados por monarquías--, el Liceu no tiene palco real. Es un teatro construido por los barceloneses sin ayudas de ningún tipo. Bravo por aquellos.
La presencia de Cucha Cabané, casada con el empresario Marian Puig, de una saga de industriales y mecenas del Liceu, contribuirá a que el teatro se mantenga en primera línea internacional. La ópera es hoy contemporánea, más allá de la fecha del libreto y la partitura, atrae a nuevos públicos, cada vez más exigentes en la dramaturgia, la música, las voces y hasta en las imprescindibles plataformas digitales. El Liceu ha de aspirar a la máxima calidad.
Cucha, periodista de formación, fue miembro del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y asesora de Sotheby’s hasta 2013, entre otras actividades. Posee, pues, los conocimientos artísticos, de márketing y comunicación que necesita en este momento la casa de la ópera.
Aún más que en sus estudios o experiencia profesional, confío en su mirada, la que ha cosechado viajando, observando y distinguiendo la excelencia de entre la calidad. El Liceu actual --tras años de cambios en los equipos y caída de los ingresos por las sucesivas crisis-- necesita apoyos privados e individuales, no sólo públicos, y una visión capaz de devolverlo a la primera fila de la vanguardia.
“Cabané conoce a todo el mundo”, me dicen amigos comunes. Otros añaden que “le gusta el arte contemporáneo”, que “es deportista” o “incluso muy divertida en las distancias cortas”...Su extrema discreción, también la de su entorno, impide conocerla a fondo. Sabemos que es madre de dos hijas ya mayores y casadas; una de ellas con un hijo de Ana Patricia Botin, la presidenta del Banco de Santander. En su perfil de Linkedin, donde aparece una de las pocas fotos que se encuentran de Cucha --que heredó el apodo de su madre--, la nueva presidenta explica que dedica una parte de su tiempo “a la Fundación Quiero Trabajo y la otra a la Junta de Benefactores del Teatro del Liceu”.
El mecenas, el benefactor, los músicos y cantantes, también cualquiera que trabaje o colabore en el éxito de un teatro de ópera, debe ser necesariamente cosmopolita. Lo contrario va contra el espíritu mismo de la lírica. No hay nada más internacional, más abierto a las distintas lenguas y culturas, más diverso, que la ópera.
Giaccomo Casanova --veneciano, aventurero, escritor y artista-- escribió hace siglos en sus memorias (Histoire de ma vie) que “en Barcelona todo el mundo va a la ópera; en la calle, comentan con pasión las funciones”. De esa tradición venimos.
Hoy en día se puede tener un abono popular o una entrada del Liceu por menos de lo que cuesta ir al fútbol o a una cita rockera. Los jóvenes solo pagan 30 euros por un espectáculo que a veces dura cuatro horas con un centenar de músicos y cantantes en directo. No hay en el mundo mayor espectáculo en vivo (música, letra, drama, danza, escenografía, dramaturgia y, cada vez más, tecnología). En el futuro, disfrutar de tanto por tan poco será difícil sin más filantropía.
La Ciudad Condal ha de recuperar el compromiso ciudadano, que parece haber sido engullido por el peso de lo público, también, por una cierta indiferencia y cansancio de la iniciativa privada, la de verdad, la que crea, no la que vive de subvenciones.
Tras dos años escasos de trabajo, la Junta que preside Cucha Cabané cuenta ya con 135 benefactores individuales, a los que se suman 37 jóvenes menores de 35 años. Esta señora de Barcelona trabaja para que la sociedad civil se implique y el escenario del Liceu se mantenga en el primer escalafón mundial. Ayúdenla a subir el telón.